Un propósito fundamental de todas las personas que vivimos en Colombia y de los colombianos que residen en el exterior, es cómo logramos hacer a un lado nuestras diferencias a fin de desarmar la palabra y encontrar los caminos que nos conduzcan a salir lo más pronto posible de los remolinos de la violencia que desde hace más de 75 años nos tienen atrapados.

A manera de reflexiones democráticas y a partir de experiencias políticas, sociales y de Estado que en los caminos de la vida me ha tocado vivir, reseño algunos errores evitables que se cometieron de parte del Estado, por sectores políticos de derecha, centro o de izquierda y diversos grupos armados ilegales, llámense guerrillas o paramilitares:

1-No haber protegido la vida del destacado dirigente liberal Jorge Eliécer Gaitán, asesinado en Bogotá el 9 de abril de 1948, generando una violencia fratricida y absurda entre liberales y conservadores.

2-Exclusión de sectores comunistas y otros de izquierda, durante el denominado Frente Nacional, creado mediante un acuerdo político firmado en España entre los principales voceros de los partidos Liberal y Conservador, y cuyo mandato excluyente fue de 1958 hasta el año de 1970.

3- No haber procurado, de parte de los gobernantes colombianos, durante el periodo del Frente Nacional, un diálogo incluyente con dos grandes movimientos políticos legales que surgieron en la década de los años sesenta: el Movimiento Revolucionario Liberal (MRL), que dirigía el doctor Alfonso López Michelsen, quien en 1974 sería elegido por voto popular como presidente de la República, y la Alianza Nacional Popular (Anapo), dirigida por el general Gustavo Rojas Pinilla, quien en la década de los años cincuenta fuera designado a dedo por sectores políticos y económicos del establecimiento colombiano como presidente de la República.

4- Haber dejado prosperar en los gobernantes colombianos la idea de resolver a sangre y fuego la iniciativa de pequeños poderes regionales campesinos en regiones agrarias muy apartadas de los centros urbanos colombianos, entre ellas, Marquetalia, en el departamento del Tolima, cuyo principal dirigente era un inspector de obras públicas llamado Manuel Marulanda Vélez, procedente de las guerrillas liberales de la década de los cincuenta.

5- Esa torpeza y sectarismo político le costó luego a Colombia la creación del grupo guerrillero denominado Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc). Igual tratamiento de no diálogo y respuesta militar se aplicó también en la década de los sesenta a pequeños núcleos guerrilleros surgidos en algunas ciudades y regiones agrarias colombianas, como el ELN y el EPL, entre otros.

6- Siguiendo los mandatos de la denominada Guerra Fría y macartista del gobierno de Estados Unidos, la misma política excluyente y de no diálogo, se aplicó en ese entonces al sindicalismo, a las organizaciones sociales y personas que eran críticas al establecimiento económico y político colombiano.

7- También es conveniente anotar que, en la década de los años sesenta y setenta, tanto sectores de izquierda legales como los propios grupos guerrilleros existentes, poco o nada hicieron en favor de forzar una política de diálogo social, de participación ciudadana, de democratización de las regiones colombianas y de cero tolerancia con la corrupción y el despilfarro de los recursos públicos.

8- La implementación de la política del estado de sitio durante todos los gobiernos, desde 1958 hasta 1991, año en que se promulgó la actual Constitución Política Nacional, y el denominado Estatuto de Seguridad con que se gobernó a Colombia entre 1978 y 1982, para lo único que sirvieron fue para justificar la radicalización de los grupos guerrilleros y facilitar el anticomunismo de algunos sectores políticos, militares y económicos que desafortunadamente terminaron penetrados por el paramilitarismo y el narcotráfico en varias regiones de Colombia.

9- A los anteriores errores políticos, debemos agregar el asesinato y la desaparición forzada de miles de personas militantes del movimiento político Unión Patriótica, de otras agrupaciones políticas y sociales y de cuatro candidatos a la Presidencia de la República durante los años ochenta y noventa, como fueron los casos de Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo Ossa, de la UP; Luis Carlos Galán, del Nuevo Liberalismo, y Carlos Pizarro Leongómez, de la AD M-19.

En la lucha contra la violencia en Colombia, se han presentado hechos positivos como la firma de los acuerdos de paz que permitieron la disolución de varios grupos guerrilleros como el M-19 y el EPL, la promulgación de la Constitución Nacional en julio de 1991 y la firma de los acuerdos de paz entre la guerrilla de las Farc y el gobierno del presidente Juan Manuel Santos en 2017.

Aquí valdría la pena preguntarnos: ¿qué Colombia tendríamos hoy si no se hubieran cometido los anteriores errores políticos, si no hubieran existido ni grupos guerrilleros ni paramilitares? ¿Si en 1984 y 2002, la guerrilla de las Farc hubiera tenido la valentía política de firmar acuerdos de paz definitivos con los presidentes Belisario Betancur Cuartas (q. e. p. d.) y Andrés Pastrana Arango? ¿O si la guerrilla del M-19 no hubiera asaltado el Palacio de Justicia en 1985? ¿O si en Colombia, tal como pasó en varios países europeos después de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, los sectores de izquierda le hubiéramos apostado más a la democracia que a las veleidades de la guerra?