Esta semana nos enfrentamos a un espejo de nuestra dura y cruda realidad colombiana. Hechos que, más allá de ser aislados, evidencian cómo justificamos la violencia desde ideologías políticas y, sobre todo, desde una moral absolutamente selectiva. Vale la pena que reflexionemos:
Primero, “+57″, una canción que sexualiza a las niñas, cosificándolas en sus letras y normalizando una violencia simbólica que empieza con palabras y termina legitimando acciones. ¿Qué les estamos diciendo a nuestras niñas a través de esta canción? ¿Que su valor está en verse adultas antes de tiempo, en cumplir con expectativas que no les corresponden? ¿Qué pasa cuando normalizamos que a una niña se le trate como si fuera un objeto de deseo?
Segundo, el paramilitar Hernán Giraldo, alias Taladro, uno de los peores depredadores sexuales que violó a más de 200 niñas, ahora será gestor de paz. ¿Qué paz pretendemos construir si no respetamos a quienes han sufrido la guerra? No podemos olvidar que paz no significa ignorar o borrar los crímenes de quienes deben responder a las víctimas y a la justicia; paz es construir una reconciliación que no traicione su dolor.
Tercero, las madres de Soacha fueron el blanco de un hecho de violencia simbólica por parte de un congresista; como si su dolor, verdad y memoria causaran incomodidad y, por tanto, debieran lanzarse a la basura. Estas madres han vivido en carne propia la impunidad, el sufrimiento, la incertidumbre. A esas madres valientes hoy se les sigue violentando y revictimizando. El comportamiento de mi compañero Polo Polo es inaceptable, reprochable, no hay justificación alguna que respalde su actuar. Un congresista debe ponerse en los zapatos de las víctimas, buscar el diálogo, encontrar salidas, sanar heridas.
Lamentablemente, ciertas personas justifican alguno de estos actos, dependiendo de sus simpatías políticas. Esas posturas son tan reprochables como los mismos actos. Algunos defienden una canción, porque es conveniente defenderla para sus intereses. Ante la decisión de nombrar a un exparamilitar como gestor de paz, hay quienes miran con solo un ojo esta desacertada decisión y luego callan. Ante la violencia contra las madres de Soacha, hay quienes consideran que la actuación del congresista no encaja dentro de una agresión.
Muchas de las opiniones y posiciones tomadas frente a lo acontecido se han llevado a cabo dependiendo de quiénes sean las víctimas y los perpetradores. El dolor de algunos no es verdadero. La indignación es selectiva. Hay quienes lloran por un solo ojo.
Los hechos de esta última semana duelen por la violencia que reproducen, pero también duelen porque nos damos cuenta de que tenemos una moral fragmentada. Y así, ¿cómo crecer como país? Una vez más podemos decir que, si queremos avanzar hacia una sociedad donde todos nos entendamos y nos respetemos, la solución no está afuera, la solución está dentro de cada uno de nosotros. ¡Revisémonos! Aprovechemos los insomnios y los momentos de aburrimiento para mirarnos hacia adentro. Si vamos a llorar, lloremos por los dos ojos.