Declaraciones de Petro como las de Berlín, promesas como la de entregarles dinero al ELN a pesar de que no se desmovilicen o las afirmaciones del delegado del Centro Democrático y de Fedegán en la mesa de negociaciones con el ELN no son simples bufonadas ni tienen como exclusivo propósito contribuir, como buenas cortinas de humo que son, a la distracción nacional.

¡No señor! Parecen bufonadas, ideas al vuelo para tantear la opinión o falsas aseguranzas de quien ha perdido la autoridad moral, pero insiste en preservar sus privilegios, a la manera del marido infiel o del alcohólico irredento, pero no lo son.

Reflejan el verdadero ethos de este gobierno, un ethos que es fin en sí mismo y que se ejecuta de manera determinada y sistemática.

En efecto, Petro extraña la dictadura marxista estalinista que construyó y mantuvo durante décadas la infamia de la cortina de hierro y el muro de Berlín. Y no solo la extraña porque a través de sus gerifaltes sangrientos de Cuba, la Unión Soviética nutrió, financió y protegió sus devaneos terroristas. La extraña porque a la manera de un sapo de laboratorio, esos que en antaño preservaban en formol, Petro ha pasado los últimos 30 años encerrado en su fantasía marxista, conspirando para volverla a la vida e imponérsela a Colombia y al mundo.

Petro se vive y se siente como Vladímir Ilyich Lenin y tiene en el senador Iván Cepeda su propio Iósif Stalin. Y se rodea de la élite proto-marxista tropical y del mundo entero que lo admira extasiada cuando, sin vergüenza, elogia a los dictadores que masacraron a decenas de millones de sus súbditos, no dudaron en encerrarlos en toneladas de concreto y alambre de púa y, además, los sometieron para la eternidad a la pobreza, la mentira y el terror.

Petro se declara admirador de Stalin, Beria, Kruschev, Brézhnev y Putin, claro, y les promete a sus áulicos, también conservados en ese formol que borra la memoria, entontece y glorifica la mentira, el retorno a la Jerusalén soviética en el paraíso tropical, renovada de concertinas y de campos de concentración, nada menos que en nuestra Colombia.

Y recalca bien Petro que extraña la manipulación cultural que durante cerca de 70 años logró mantener embelesada a la estúpida intelectualidad occidental que admiró, toleró y justificó décadas de dictadura, abusos e inhumanidad, la misma que antaño, y de seguro ahora, negaba y vilipendiaba a Solzhenitsyn.

Y ninguna de estas añoranzas son mentiras. Son lo que Petro es, quiere y busca. Todo lo demás si son sus mentiras. Y su sueño perverso está en camino de volverse realidad mediante la estrategia de desmontar la capacidad operativa de la fuerza pública, entregarle el control territorial estratégico rural a las Farc y al ELN, reclutar las bandolas urbanas del narcotráfico y traspasar directamente recursos del presupuesto nacional a las Farc y al ELN, como lo promueve sin vergüenza la comisión negociadora y lo ratifica Petro en sus recientes giras de adulación como el corifeo del marxismo global.

Y claro que no amerita discusión de fondo ni nada. El reciente acuerdo de la comisión negociadora en Cuba le permite al ELN mantener la extorsión, el secuestro, el narcotráfico, el reclutamiento de menores y la siembra de minas antipersona. Lo vio así y lo entendió así el país entero mientras los negociadores y áulicos palabreaban y justificaban lo injustificable.

Porque para que la verdadera toma del poder funcione, me refiero a la que viene, no a la elección de Petro que, estoy convencido, es solamente un escalón en la conquista verdadera del poder por parte de nuestro Stalin barbudo y sus socios en las guerrillas del país, se requiere de manera indudable la participación de alguna parte del establecimiento de poder tradicional del país.

Es una participación de ocasión que no solo tiene unas contraprestaciones concretas, como la compra de predios rurales que posiblemente ya habían sido abandonados a la incuria, sino que se compone de otras cuotas de poder. Contratos, asesorías, gestiones y rentas atadas para unos. Prebendas para otros en la burocracia y las relaciones públicas de la paz. Y están estos “burgueses” entregados, arropados en legados que no les pertenecen y que ciertamente no honran, participando a desgano del circo de la ‘paz total’ del Gobierno, mientras llenan maletas y compran impunidades para partir a exilios floridianos dorados cuando la República se derrumbe.

Debemos reaccionar. Marchar es reaccionar. Activarse políticamente de cara a las elecciones de octubre de 2023 es reaccionar. Militar es reaccionar. Contribuir económicamente a la causa de la oposición es reaccionar. Respaldar enfáticamente a la prensa libre es reaccionar. Respaldar la acción pronta del poder judicial es reaccionar.

Mientras tanto, las instituciones democráticas como la justicia, la oposición parlamentaria, la prensa y la sociedad civil organizada deben impedir el avance de los acuerdos parciales con el ELN que son, indubitablemente, la palanca con la cual Petro, Cepeda y las guerrillas pretenden imponer un paraíso soviético de miseria y dictadura en nuestro país.