Mientras eleva el volumen de la radio, y con un ánimo bien festivo, Samuel comienza a cantar: “Estoy enamorado de cuatro babies / Siempre me dan lo que quiero / Chingan cuando yo les digo… / La primera se desespera / Se encojona si se lo echo afuera / La segunda tiene la funda / Y me paga pa que se lo hunda / La tercera me quita el estrés / Polvos corridos, siempre echamos tres”. El autor de esta canción es Maluma.
Luego, Tomás alega que es su turno de escoger. Busca en la lista de éxitos La jeepeta, un reguetón de Nio García, Brray y Juanka: “Arrebatao dando vuelta en la jeepeta / Al lao mío tengo una rubia / Que tiene grande las teta. Quiere que yo se lo meta”. En ese momento, se le une Samuel y cantan al unísono: “Lo que pidas, mami, te lo concedo / Completita hecha en Cali, zapato Roberto Cavalli / No le gusta la molly ni las pali / Y yo sé que quizás o tal vez / Suben de tres en tres / Yo tiré y conecté / Brillan mis diamantes / Y eso te gusta y te corre / Fumar hasta que tu mente se borre”.
Sara, que es más tímida, protesta porque esas canciones están muy viejas. Ella quiere escuchar a J Balvin y su reciente éxito Perra. Ahora es su turno: “Vamo a encantarno como perro viralata / Soy perra callejera con la popola de raza / Te come este Purina, vamos pa la perrerera / Quedémono enganchao en medio de la carretera / Yo soy una perra en calor / Toy buscando un perro pa quedarno pegao / Ey, eres una perra en calor (ajá) /… Cuidao, que este perro anda sin bozal / No me puse la vacuna, esta noche estoy animal”.
La escena no es de ningún bar, donde los protagonistas bailan sudorosos con sus trajes brillantes y apretados, mientras se contonean al ritmo de la música. Ocurre en el carro familiar cada mañana. Samuel y Tomás tienen 11 años. Sara, 13 años. Y es la música que piden escuchar cada día camino al colegio. Son mis hijos y siento vértigo cada vez que repiten sin descanso estas letras, una y otra vez. Son canciones cargadas de mensajes sexistas, maltrato a la mujer y estímulo al consumo de drogas y alcohol.
He puesto de ejemplo solo tres letras de canciones, pero, si se hace el ejercicio de prestar atención a todos los reguetones de los últimos años, es evidente que han ido creciendo en la degradación de sus mensajes de manera alarmante. Pasamos de claros mensajes de incitación sexual, en un principio, a explícitos llamados al sexo casual, violento, al consumo de drogas y a la cosificación absoluta del cuerpo femenino que mandan las letras de canciones hoy.
Estas composiciones tienen en común la reafirmación de un estereotipo de lo masculino como violento, del hombre como una especie de animal, depredador sexual, que va copulando por donde pasa. Pero, sobre todo, reafirma e insiste, una y otra vez, en mostrar a la mujer como un ser de menor valor, que está allí para satisfacer al hombre, dispuesta siempre a recibir maltrato si esto es necesario para complacer sexualmente al macho.
No es cuestión de moralismos tontos o de viejitos que no entienden la música actual. Los artistas son, sin duda, referentes principalmente de los más jóvenes, que quieren ser como ellos. No se trata simplemente de letras de canciones, sino del imaginario que se viene formando en estos jóvenes y niños de lo que debe ser el sexo, las relaciones entre hombres y mujeres, la rumba, la tolerancia frente a la violencia contra la mujer y las conductas degradantes. ¿Dónde se estará fijando el límite en estas mentes en formación de lo que es tolerable y lo que no?
El reciente video de J Balvin de la canción Perra merece mención especial. En este aparecen mujeres negras con orejas de perro, caminando en posición de animal, mientras el cantante las sujeta con cadenas. Luego, aparece la cantante dominicana Tokischa dentro de una casa de perros, le acercan un plato de comida de animal y agita su trasero de esa forma que solo los nacidos en el Caribe pueden hacer. Imágenes, sin duda, racistas, denigrantes y maltratadoras con la mujer. Y eso es a lo que los niños le están dando like.
Aquí no se trata de prohibiciones ni mucho menos. El tema debería ser de conciencia individual y de responsabilidad de cada artista. En un país como Colombia, por ejemplo, donde, según las cifras de Medicina Legal, entre 2015 y 2019 fueron asesinadas 2,7 mujeres en promedio cada día, el 86,6 por ciento de las agresiones provinieron de su pareja o expareja, y el 35,77 por ciento de las muertes de mujeres ocurrieron dentro del hogar, al menos debería ponerlos a pensar un poco lo que están haciendo para disminuir (o aumentar) estas cifras.
En 2014, la estudiante de la Universidad Jorge Tadeo Lozano Lineyl Ibáñez tuvo la iniciativa de ilustrar las letras de estas canciones degradantes con imágenes, como un ejercicio para visualizar lo que estábamos cantando. Bajo el nombre ‘Usa la razón. Que la música no te degrade tu condición’, recreó en fotografías las escenas que describían las canciones. El resultado: impactantes imágenes de mujeres golpeadas y violadas, y de hombres más parecidos a sicópatas sexuales que a jóvenes que simplemente se divierten (ver la cuenta de Instagram y Facebook). Me sorprendió encontrar que la iniciativa tuvo más eco en los medios españoles que en los colombianos, donde pasó casi desapercibida.
Debe ser porque acá no hemos hecho aún conciencia de que eso de cantarles a las mujeres que son cosas y a los hombres que son machos que violentan no nos parece tan mal. Y, por eso, ahora vemos a nuestros hijos cantando a todo pulmón que quieren ser perras o borrachos, y no nos parece tan mal.