“Transformando nuestro mundo” es el ambicioso título de una de las más amplias declaraciones adoptadas por los estados miembros de Naciones Unidas (ONU) en agosto y que fue firmada oficialmente en septiembre durante la Cumbre Mundial de Desarrollo Sostenible. Dicho acuerdo, se supone, se implementará por los próximos 15 años hasta cumplir la llamada “Agenda 2030”, documento que establece como ejes de la acción global que agrupa personas, planeta y prosperidad.Se incluyeron 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), concepto que fue presentado por los gobiernos de Colombia y Guatemala durante Río +20 en 2012, como una contribución para producir un texto conciso, preciso, universal, y adaptado a diversas realidades. De igual manera se acordaron 169 metas que en esencia retoman lo ya acordado en los Objetivos del Milenio, que fueron poco a poco desplazados por esta nueva agenda 2030 la cual pretende incorporar las nociones de derechos humanos, igualdad inter género, y población en situación de discapacidad. El documento final (Ver documento) presenta ciertos rasgos distintivos, algunos de los cuales resultan por lo menos curiosos. Reconoce que la pobreza continúa siendo una traba hasta ahora insalvable pero al mismo tiempo se insta a conseguir un mundo próspero para todos, y este cambio debiera lograrse en los próximos 15 años plazo breve para una lucha bastante perdida cuando los Objetivos del Milenio que tuvieron la misma pretensión no se alcanzaron. Para lograr este propósito se lanza la denominada Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible centrada en los más pobres, y vulnerables. Otro aspecto es el involucramiento y las responsabilidades compartidas de todos los países en el tema del desarrollo, con lo cual se considera casi que cerrado el ciclo de países donantes, y donatarios. Asimismo se plantea la consiguiente inclusión de actores multilaterales, gubernamentales, nacionales, públicos, privados, y la sociedad civil en su implementación. Dentro de los objetivos ambientales anotamos que se refrendan, y en nuestro concepto, se priorizan temas ya acordados o en proceso de acuerdo en otras negociaciones internacionales respecto de bosques, clima, desertificación y océanos. El diagnóstico que se toma como referente parece elaborado por ambientalistas radicales por cuanto detalla la crisis ambiental tal como algunos las percibimos, con esperanza pero con realismo.Más adelante se hacen recomendaciones específicas: respecto del cambio climático se demanda que los gobiernos adopten políticas, estrategias y planes concretos; y que el conjunto de naciones logren la meta de 100.000 millones de dólares anuales hasta el 2020 para capitalizar el Fondo Verde Climático, entre otras. Además se incluye el suministro de agua potable y el uso de energías limpias y renovables, en fin una serie de metas que falta ver cómo se implementarán. Un cambio de última hora en el texto rebaja el ya de por sí débil enunciado proveniente del Convenio de Diversidad Biológica que se pretendía vigorizar con el término “garantizar” la participación justa y equitativa de los beneficios derivados de la utilización de los recursos genéticos, en un movimiento de última hora dicho texto se cambió y en su lugar quedó en el punto 15.6 “Promover” la participación justa y equitativa en los beneficios que se deriven de la utilización de los recursos genéticos y promover el acceso adecuado a esos recursos, como se ha convenido internacionalmente. Sobre este tópico no hemos oído la opinión del gobierno nacional como nación que se encuentra en el segundo lugar dentro del ranking mundial de diversidad biológica.Después de una revisión del documento Agenda 2030 [A/69/L.85] lo deseable es que salga de los recintos de la negociación diplomática, y se integre a la cotidianidad de los ciudadanos para que se incentive su participación en este nuevo emprendimiento de la comunidad internacional y se alcance el tan soñado desarrollo sostenible que hojas de ruta anteriores no alcanzaron. Directora de la Asociación Ambiente y Sociedad. Twitter @ambienteysoc