“Este producto contiene 110 gramos de diabetes, 350 mililitros de hipertensión, un buen porcentaje de cáncer y una dosis de males coronarios”. Nadie en su sano juicio compraría un artículo que empaca tantas enfermedades. Y, sin embargo, millones de consumidores lo hacemos. No somos conscientes, por supuesto, porque los productores no lo hacen tan explícito como el ejemplo, pero es lo que contienen muchos artículos comestibles y bebidas que se ofrecen en los mercados.

Por eso son tan importantes los sellos en los empaques de bebidas y comestibles ultraprocesados que empezamos a ver en Colombia. Se trata del etiquetado frontal de advertencia octagonal que fue establecido en la Resolución 2492 de 2022, que modificó la 810 de 2021 de acuerdo con lo establecido en la Ley 2120, más conocida como #LeyComidaChatarra. En ellos se advierten contenidos que afectan la salud y que, hasta entonces, no eran evidentes ante los consumidores.

En algunos productos era esperable encontrar sellos de advertencia; en otros, no: particularmente en los de aquellas marcas que se promocionan como saludables e ideales para niñas, niños y adolescentes. Aún tenemos pendiente una evaluación de su funcionamiento, pero sabemos de académicos que ya avanzan en ello.

A pesar del cambio que propuso la resolución 2492, hoy aún conviven en los mercados etiquetados en forma de círculos y octógonos. Estudios nacionales e internacionales demostraron que el último, el octagonal, es más efectivo para desestimular el consumo de productos ultraprocesados con exceso de azúcares, sodio o grasas saturadas. Desde Red Papaz —esta corporación sin ánimo de lucro que aboga por los derechos de la niñez y la adolescencia—, hemos descubierto también empresas que no están cumpliendo. Interpondremos quejas al respecto, como es nuestro deber.

Pero lo que vemos con mayor preocupación son unas autoridades de la salud que no se han apropiado de estas normativas. Aunque la implementación de la medida no le cuesta al Estado, no lideran la iniciativa. La promoción y la prevención deberían ser su prioridad.

En otros países sí lo hacen: controlan y determinan los productos que deben llevar etiquetado y cómo hacerlo. Acá, después de la resolución de diciembre, no hemos visto un activo acompañamiento por el Ministerio de Salud ni la debida vigilancia por parte del INVIMA.

Ahora bien, el etiquetado octagonal es solo una de las cuatro medidas recomendadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para reducir la obesidad en el país. En Colombia contamos también con un impuesto a las bebidas azucaradas y a los comestibles ultraprocesados, y nos preocupa la implementación que entrará en vigencia en noviembre de este año. Si bien el recaudo está a cargo de la DIAN, también es una medida que debe cuidar y profundizar el sector salud.

Por otra parte, tampoco hemos avanzado en la regulación de ambientes alimentarios escolares saludables en instituciones educativas y servicios de atención de la primera infancia. Allí es donde se determina el futuro de la salud de los niños. Tenemos que cerciorarnos de que no estamos dándoles comida con “venenos” que pueden terminar en enfermedades.

Tampoco vamos bien en la restricción de la publicidad de los productos bebibles y comestibles ultraprocesados dirigidos a niñas, niños y adolescentes. Esto último tiene un llamado de urgencia reciente de la OMS y UNICEF, particularmente de la publicidad, promoción y patrocinio de productos que dañan la salud.

Si bien, desde la sociedad civil hemos dado una dura batalla por conseguir avances en una relación más sana de los productores de alimentos con los consumidores, la ley necesita vigilancia y control de las autoridades. Ministro de salud, director de la DIAN, director (e) del INVIMA: desde la academia y la sociedad civil los acompañamos en los avances históricos que están teniendo lugar Colombia en estos asuntos vitales, pero ustedes son los garantes. ¡Queremos acción!

Carolina Piñeros Ospina

Directora Ejecutiva de Red PaPaz