Qué mamera, hay que decirlo así, volver a escribir del presidente Gustavo Petro. Pero es que su descaro frente a la verdad y a los hechos comprobables es tan evidente que toca ponerlo de presente, así no sirva de nada. Petro no va a cambiar y hasta el último día de su gobierno, después importará cinco, va a seguir mintiendo una y otra vez para justificar su ego, que es lo único que le importa.
En el tema de la Corte Suprema de Justicia, lo primero que dijo es que no convocó a esa marcha. Se le olvida lo que dijo pocos días antes. Obviamente, sus borregos de Fecode le copiaron y armaron esa asonada al tribunal supremo. Un día después, en comunicados del presidente de la Corte Suprema y la Corte Constitucional, estos contaron con claridad lo que había pasado y lo que habían sentido.
No sabemos, o claro que sí sabemos, pero no importa, si vio o no los videos o si leyó o escuchó los comunicados de los magistrados. Lo cierto es que desechó olímpicamente lo que toda Colombia había visto y estaba sintiendo. “No pasó nada”, dijo con una frescura aterradora. Una declaración tan baja, tan desconectada de la decencia y el decoro como la de “yo no lo crie”.
Si a esto le sumamos que su grupo, el M-19, además con justificación y explicación pública del mismo Petro antes de ser presidente, se toma de manera violenta la Corte y son responsables del asesinato de 11 magistrados y más de 100 personas, la declaración de Petro descartando el miedo, por no decir terror, de los magistrados y quienes trabajan en el Palacio de Justicia es de una insensibilidad enfermiza, que algunos califican como una patología psíquica llamada alexitimia.
¿Algún organismo internacional se pronunció frente a los hechos violentos contra la Corte Suprema? ¿Alguna ONG de derechos humanos? ¿Una ONG que promueva y defienda a la justicia, como Dejusticia? Nada, cero, silencio absoluto. ¿Se imaginan cómo hubiera sido la reacción si esto mismo, igualito, hubiera sucedido en el gobierno de Duque o en el de Uribe? Ya tendríamos relator de la ONU sobre independencia de la justicia y misión de la CIDH para proteger a la Corte Suprema.
No nos engañemos. Ese silencio y esa mirada diferencial a un mismo hecho tienen una razón: esas entidades tienen un sesgo ideológico y un favoritismo político claramente orientado hacia la izquierda. No es sorpresa ese silencio, casi que es lo normal cuando quien es responsable es un presidente de izquierda populista como Petro.
Lo que no nos esperábamos eran los comunicados tanto de la ONU como de la CIDH para presionar a la Corte Suprema a fin de nombrar fiscal general de la nación. Está bien la hipocresía de estas entidades, ya estamos acostumbrados a ella. Pero el descaro, la desfachatez y la sinvergüencería con que actuaron para presionar a la Corte les quita la careta y los deja desnudos frente a su sesgo ideológico y político.
Estas dos entidades quedaron como las rectoras de Harvard, Penn y MIT, que se negaron a llamar públicamente por su nombre las acciones claramente antisemitas en sus universidades. “Depende del contexto”, dijeron. Disculpa que le aplica a la CIDH y la ONU, que pueden decir lo mismo: depende del contexto, el presidente es de izquierda y es afín a nosotros.
Hace 15 años, cuando la Corte Suprema de Colombia se negó a nombrar fiscal general durante 18 meses, a pesar de haber sido cambiada la terna para satisfacer los requisitos que alegaba en ese entonces la institución, ninguno de estos organismos se pronunció. Silencio absoluto, respeto a la independencia de la Corte, decían. Claro, el presidente de entonces, ese si con mayúscula, era de derecha, Álvaro Uribe.
Lo de la CIDH es una vergüenza. El candidato a la presidencia de Ecuador Fernando Villavicencio pidió medidas cautelares de protección, que le negaron. Dos semanas después fue asesinado. A Petro su caso en la CIDH le duro meses y en poco más de un año la Corte Interamericana falló a su favor. El caso del general Uscátegui lleva más de diez años en la CIDH, y nada. ¿Necesitan más evidencia?
Finalmente, Petro, en su enfermizo uso de Twitter (me niego a llamarlo X), dijo: “Todos los que excluyen a la CIDH y a la ONU, de sus países no solo lo hacen porque no quieren saber de derecho internacional humanitario sino porque desencadenan dictaduras y genocidios. Son los Videla, Netanyahu y Pinochets de hoy son los aprendices de Hitler”. No solo le faltaron lecciones de gramática y puntuación a Petro, también le faltó mencionar a Maduro, aprendiz de Stalin y de Mao (70 millones de muertos entre ellos), quien expulsó el jueves pasado a la ONU de su país.
El sistema de derechos humanos del mundo está resquebrajado, destruido. Empezando por la ONU, que tiene a Rusia, Venezuela e Irán en la Comisión dedicada al tema. La CIDH, por su parte, es el brazo armado del activismo de izquierda de las ONG de derechos humanos que tienen ese sesgo.
Los derechos de unos –los de izquierda– valen más que los de los demás. Eso nos quedó claro a todos los colombianos. Por eso, acabar esa ONG mal llamada CIDH e ir directamente a un sistema judicial de una corte interamericana fortalecida, donde el debate es jurídico y no político, sería un gran comienzo.
Obviamente, la izquierda y los mamertos detestarían algo así, porque ellos viven de la narrativa y no de la verdad. Y Petro es el mejor ejemplo.