Hace cuatro años, la clase política explicó la elección de Felipe Córdoba como la gran transformación del control fiscal. Parecía entonces un capítulo de las historias del Marvel Comics: ¡es el niño maravilla! ¡Allí va! ¡Mírenlo como vuela! ¡Es el mejor!
Supuestamente, su elección representaba una nueva era del control fiscal. Una en la que se derrotaría la corrupción y la Contraloría sería un ente modelo, la transparencia y la técnica regirían sus decisiones, se acabaría la utilización de la nómina como palanca política y evaluaría la eficacia de las políticas públicas que más absorben recursos del presupuesto.
Por ello, cuando el niño maravilla pidió enormes facultades y recursos para la “nueva” Contraloría, el congreso no dudó en darle todo, incluso el control previo y prevalente, a través del acto legislativo No. 4 de 2019.
El control previo que fuera fuente de tanta corrupción, manipulación y chantaje en las décadas de los setentas y ochentas. Aquella época en que, por designio de la clase política, se salía de la Contraloría, en muchos casos, para la cárcel.
Armado el niño maravilla de sus nuevos poderes, nos enteramos de que lo que realmente lo movía era su vocación de hacerse presidente de la República. Nos enteramos, además, que tenía profundos nexos con la clase política y con las cabezas de la Fiscalía y la Registraduría. Incluso se especulaba que dicha triada, promovida en gran parte por Iván Duque, sería la rectora de la política por venir.
Por ello, el hoy presidente Petro vaticinaba que Córdoba era un contralor de bolsillo de Duque y del régimen que Petro decía odiar y querer derrotar.
Al final, Córdoba implementó algunas herramientas novedosas para detectar la baja ejecución contractual en los diferentes entes públicos, avanzó en la carrera administrativa y se anotó golpes de mano fiscales espectaculares con la apertura de sonados casos de responsabilidad en macroproyectos como Refricar o Hidroituango. Para muchos comentaristas expertos los presupuestos de estas espectaculares acciones de responsabilidad fiscal se basaban en un revisionismo histórico cuestionable, otros alertaron de que se trataba de un control fiscal con sabor a persecución política. La fronda burocrática siguió existiendo.
Lo cierto, creo yo, es que billones de pesos después, resucitado el nefasto control previo, la Contraloría y sobre todo las contralorías departamentales, siguen siendo inútiles para frenar los abusos de los funcionarios que van a lo público para sustraer recursos del presupuesto y, en cambio, se han vuelto una fuente de temor reverencial para muchos funcionarios dignos que tratan de sacar adelante sus responsabilidades, por la arbitrariedad o inconsecuencia con la que se formulan hallazgos y se empapelan y embargan funcionarios.
Se habla incluso del síndrome de la Contraloría en muchas entidades nacionales y territoriales, cuando se explica la desesperante inoperancia del Estado en la atención de sus deberes. Un temor que paraliza y coloca a los funcionarios en la dicotomía de blindarse fiscalmente o actuar decididamente en el ejercicio de sus funciones.
Después del lamentable espectáculo de la elección de nuevo contralor Carlos Hernán Rodríguez, impuesto y promovido ferozmente por el gobierno Petro y sus bancadas y elegido con el voto unánime y el apoyo de: Pacto Histórico, el Partido de la U, el Partido Conservador, el Partido Liberal, el Partido Alianza Verde, todas las 16 Curules de Paz, Comunes, el Nuevo Liberalismo, el Cambio Radical, Colombia Justa Libres y, como no, el Centro Democrático, único y solitario partido de oposición, nos explica la clase política que Rodríguez es un gran tipo. Que es amigo de todos en el Congreso. La mejor opción para frenar el poder que quería perpetuar el niño maravilla. Que es necesario para impedir que el duquismo mantuviera poder. Que había que sacarse el clavo contra Duque. Que Rodríguez, como gran maravilla, es experto en control fiscal y que fue Auditor General.
¡Farsantes! ¡Un amigo de todos! Amigo de Petro y de Uribe a la vez, amigo de todos los partidos. ¿Dedicado a la lucha contra la corrupción?
Del nuevo contralor de bolsillo de Petro se puede decir que no tiene enemigos después de haber ejercido responsabilidades públicas, porque no ha cumplido con sus deberes.
Citando al poeta Mackay:
¿No tienes enemigos, dices?
¡Lo lamento! amigo mío, el alarde es pobre;
El que se ha mezclado en la refriega del deber,
que soportan los valientes,
¡Debe haber hecho enemigos!
Si no tienes,
Pequeño es el trabajo que has hecho.
No has golpeado a ningún traidor en la cadera,
No has tumbado la copa de labios perjuros,
Nunca has convertido el mal en bien,
Has sido un cobarde en la lucha.