Hace pocos días el gobierno de Panamá protestó a Colombia, por una frase del canciller Álvaro Leiva en una conferencia en Washington a propósito de la crisis que están afrontando los dos países por la migración a través del Tapón del Darién. Leiva afirmó que para solucionar el problema “podría estar dialogando con el departamento de Panamá”. Rememorando así la época en que Panamá era parte de Colombia.
La cancillería panameña expresó que las declaraciones del ministro eran “irrespetuosas y poco amistosas” y que Panamá “no era ningún departamento de Colombia”. Leiva respondió en una nota pidiendo excusas y agregó que la frase se debió “solo a una espontánea evocación sentimental de carácter personal a los tiempos en que nuestros dos pueblos constituían una misma patria”.
El síndrome de la separación de Panamá ha rondado a los colombianos desde 1903 y es difícil que se borre. Sin embargo, a veces hay que ver la otra cara de la moneda.
Panamá a través de los años, intentó separarse de Colombia varias veces antes del 3 de noviembre de 1903. Lo que rebosó la copa y generó en última instancia la separación, fue la decisión del senado colombiano de no aprobar el tratado Herrán-Hay mediante el cual se le otorgaban a los Estados Unidos derechos para la construcción del canal interoceánico por territorio panameño.
En medio de la “ley del gran garrote” y de los intereses geopolíticos de los Estados Unidos, los panameños estuvieron durante casi cien años condenados a la indiferencia y abandono del gobierno central de Colombia y sostenían que sólo se acordaba de ellos, para reclutarlos para las guerras civiles.
Después de la firma del tratado y al someterlo a la aprobación del congreso, el senador conservador Miguel Antonio Caro, exvicepresidente y redactor de la constitución de 1886, con enorme ego, soberbio, inteligente y arrogante, se opuso al tratado y el congreso lo siguió. Con tan mala suerte que el mandatario norteamericano era el coronel Theodore Roosevelt, que tenía rasgos similares a Caro y precipitó la separación del departamento.
La diferencia era que Caro se sentía orgulloso de hablar latín y griego sin haber salido de la Sabana de Bogotá, mientras que Roosevelt, que también había sido vicepresidente, era un viajero y aventurero empedernido.
Participó en la invasión de los Estados Unidos a Cuba en 1898 y en 1913, ya retirado de la presidencia, organizó una insólita excursión llena de incidencias a la espesa selva brasilera para descubrir con el brasilero Da Silva Rondón un afluente del río Madeira que se llamó “El Río de la Duda”. La excusión duró casi dos años. Roosevelt murió en 1919 como consecuencia de la malaria adquirida en la excursión.
Hace tiempo, un personaje de Panamá, amigo de Colombia, decía: “Si Panamá no se hubiera separado de Colombia, seríamos como el Chocó, porque somos geográficamente una continuación de él”.
El progreso actual de Panamá es impresionante. Además, en medio de sus altibajos, en el país hay paz y la gente en general vive bien. No obstante el afecto por sus ancestros, el sólo recuerdo del pasado, es una pesadilla para los panameños.
Tanto más cuando observan con angustia el panorama que se vive en nuestra patria y que al parecer que no tendrá fin.