Todo apunta a que el Gobierno Petro inclinará la balanza a favor de los peores aviones de combate que ofrece el mercado. Si en el estudio exhaustivo que realizó la Fuerza Aérea en su día quedó de tercera opción y no ofrecía garantías para un país como Colombia, ¿por qué ignorar a los expertos para agradar a los suecos? ¿Será un salvavidas para Lula da Silva, que apostó por los nórdicos en una controvertida operación? ¿Es decisión de tinte ideológico?
Entre los cazabombarderos analizados, el primer lugar lo ocupó el francés Rafale, seguido del norteamericano F-16 block70 y del sueco Saab Gripen.
La historia de la renovación de la vetusta flota viene de atrás. Iván Duque pudo hacerla, pero prefirió no pagar el precio político en momentos en que el país recuperaba oxígeno tras la ruina causada por la pandemia.
“No entiendo un país que pueda aplaudir que no se usen los recursos para salvar la vida y en cambio sí en instrumentos para bombardear niños”, señalaba el entonces opositor Gustavo Petro, haciendo gala de su innata incoherencia. “Arreglar todos los baños de las escuelas y colegios públicos de Colombia cuesta el 5 por ciento de lo que pagará Duque por los aviones de combate”, coreaba el entonces senador Gustavo Bolívar.
Al poco tiempo de ganar los comicios de 2022, Petro volvió a la carga. “Todo avión que se compre para instituciones públicas en estas semanas, se vuelve a vender”, escribía en su conocido tono pendenciero.
Una vez en Palacio Nariño, Petro olvidó sus diatribas. Se subió feliz a un caza y anunció que haría la compra de los bombarderos a fin de aumentar “la capacidad de la fuerza pública para garantizar la soberanía nacional”.
La Fuerza Aérea fue la encargada de estudiar las opciones sobre la mesa. Sin intereses corruptos ni políticos, escogieron al Rafale por “la relación precio, eficiencia y operatividad”. Con argumentos serios y técnicos justificaron la elección de un prestigioso avión de combate, probado en distintos conflictos bélicos. Y añadían una ventaja: tecnología toda francesa, con lo que minimizan el riesgo de boicot diplomático.
El Gripen sueco, sin embargo, es una amalgama de varios países. Gran Bretaña, por ejemplo, que fabrica el 30 por ciento de los componentes, vetó el contrato con la ladrona Cristina Kirchner por el conflicto de las Malvinas.
Nos remontamos a 2014. Argentina anuncia la compra de 24 cazas Saab Jas 39 Gripen NG que los fabricaría Brasil. “Alianza estratégica para la industria aeronáutica, destinada a fortalecer el sector en ambas naciones”, dijeron en una época de hegemonía izquierdista en la región. Un año después, 2015, y como era previsible, la operación se abortó.
Los británicos no dejaron que un país con el que libraron una guerra por las argentinas Malvinas posea un arma que tenga algún elemento de ellos.
Volviendo a los tiempos actuales y dadas las alianzas políticas, no sorprende que una hipótesis que corre por los mentideros castrenses colombianos sea que la elección del Gripen solo responde al nexo de Petro con Lula.
El socialista brasileño firmó en su día con Saab un ambicioso contrato por el que adquirirían 36 de sus aviones de combate a cambio de transferencia tecnológica para que la brasileña Embraer los fabricara después en su propio territorio.
“Me quedo con la versión vieja del Kfir antes que subirme a un Gripen”, me dijo un piloto de la Fuerza Aérea que pidió anonimato. Afirma que no les dieron un aparato para probarlo, que ni siquiera cuenta con un simulador de vuelo y carece de experiencia bélica. Además de Brasil, lo tienen Hungría, Chequia, Tailandia y Sudáfrica.
En septiembre pasado, los brasileños recibieron el noveno caza monoplaza Saab F39E Gripen, que llegó por barco desde Suecia. El contrato, que data de 2013 por 36 aviones y lo selló Celso Amorin, entonces ministro de Defensa de Dilma Roussef, también obedecía al típico deseo de la izquierda populista de cortar contactos con potencias occidentales como Estados Unidos o Francia. Y no estuvo exento de controversia porque a Lula y a su hijo Luis Claudio les abrieron una investigación por presunto cobro de comisiones para favorecer a los suecos, pero en 2022 cerraron el caso.
En cuanto a la transferencia de tecnología, no han cumplido porque Gran Bretaña y Estados Unidos, que la proporcionan, no lo permiten. Embraer, por tanto, se limita a ensamblarlos y pronto terminará el primer avión.
Con un mundo tan complejo, ¿por qué ignoran a los militares, que solo anhelan que su Fuerza Aérea disponga del mejor caza posible? Señalan al Rafale por sus prestaciones para las particularidades de Colombia; por estar probado en conflictos armados y porque solo habría que negociar con un país. ¿Tiene sentido embarcarse en una aventura brasileña solo por beneficiar a un aliado socialista?