Dylan Cruz resultó gravemente herido en la cabeza y cayó súbitamente sobre el pavimento en la calle 19 con carrera 4 en Bogotá. Un miembro del Esmad lo impactó por la espalda con un arma antidisturbios. En otro lugar de la ciudad, un policía fue atacado por una nube de vándalos. En segundos el uniformado quedó inmóvil en el piso, nadie sabe qué tan grave quedó y así lo registra un video que circula en las redes sociales. En medio de las protestas, una mujer recibió una patada en la cara de un hombre que parecía Robocop, pero era de la fuerza pública. Un video de seguridad en un supermercado muestra cómo los empleados se salvaron de morir aplastados, cuando desadaptados entraron a la fuerza con un bus del SITP rompiendo la puertas para saquear las vitrinas.

Mientras tanto, en las noches del jueves y del viernes centenares de ciudadanos en Cali y Bogotá se armaron con palos y piedras aterrorizados, haciendo guardia en sus conjuntos residenciales para evitar los saqueos de los delincuentes, en medio del toque de queda. En muchos sitios se escucharon disparos. El recorrido de las tanquetas por toda la avenida Ciudad de Cali, una de las vías más transitadas de la capital, anunciaba una noche de horror.   Este no parece el relato de una protesta pacífica y justa, sino el de una guerra civil. Todas esas vidas, toda esa sangre, todo ese dolor y ese miedo, nos tendrían que doler por igual. Todos somos colombianos. Estamos mal, muy mal. ¿A qué hora llegamos a este punto? ¿En qué momento el odio y el resentimiento explotaron en la cara de todos? Me pregunto, ¿a dónde queremos llevar a Colombia?     

También la desinformación ha sido una estrategia clave en estas horas de protesta: que todo es un montaje del Estado para silenciar las marchas, que nada es cierto, que los saqueos a residencias no existieron, que los vándalos son policías infiltrados o personas pagadas por esa institución. Que el toque de queda fue una medida maquiavélica que tomaron las autoridades para sembrar el miedo. Se han dicho tantas cosas. Pero lo que hay detrás es un plan para promover la anarquía, que nadie crea en nada, que la gente desorientada haga lo que dicen los pirómanos en las redes sociales, sin dar crédito a lo que digan las autoridades. Hay unos adictos al caos que están en éxtasis viendo como tantos exponen su vida en las calles.   Les confieso que me siento triste, confundida y con mucha incertidumbre porque no sé cuál país estamos dejándoles a nuestros hijos.  ¿Uno peor que el que nos tocó? 

Reconozco el valor de quienes mantienen una protesta  pacífica. El cacerolazo ha sido histórico y prueba que las generaciones de colombianos indiferentes están siendo reemplazadas por unas más conscientes de sus derechos. No hay manera de ocultar la inconformidad creciente de la gente en las calles. Miles de personas decidieron protestar civilizadamente y para ellas todo mi respeto. Pero así como no puedo ser cómplice del abuso de autoridad, de algunos miembros de las fuerzas armadas, tampoco puedo serlo del vandalismo. Muchos de esos vándalos que se tapan la cara y que se comportan como aves de rapiña, cuando tienen su presa inmóvil, son apenas unos jovencitos sin oportunidades, sumidos en la pobreza, llenos de rabia y de odio, sin educación, ideologizados y manipulados. Pero son peligrosos. ¿Quién los dirige? Un movimiento tan milimétricamente coordinado para destruir no puede ser solo de espontáneos. Muchos obedecen a estructuras organizadas, manejadas por políticos. De los más de 100 capturados, ya varios empezaron a quedar libres. Capturaron a inocentes o definitivamente las autoridades son incapaces de judicializar a los vándalos.  La protesta tiene vida propia, es innegable. También es innegable que por debajo se logra infiltrar una mezcla tóxica de violentos con ansiosos de poder. De hecho, hay fuerzas políticas sacando los más altos réditos, en medio del paro. El gobierno tiene que responder por todo lo que sale mal. En cambio, los políticos que apoyan la protesta se llevan las flores de lo que sale bien.    

 Presidente Iván Duque a usted le tocó una Colombia diferente. Una Colombia que no aguantó más. Hay que salvar el país, antes de que el descontrol nos lleve a una hecatombe social. Usted debe mantener la autoridad y garantizar la seguridad, pero por favor, extiéndales ya la mano a quienes están inconformes. Siéntese con ellos de inmediato. Esa no es una muestra de debilidad, sino de grandeza. Tome usted el liderazgo, no deje que le impongan la agenda los políticos del caos. Tampoco  se deje llevar por quienes solo quieren sangre. Presidente, lo quieren tumbar, poniendo a los inconformes en la primera línea de batalla. Sueñan con unas elecciones anticipadas. No quieren esperar al 2022. Todo depende de qué tan audaz sea usted en su estrategia para manejar el descontento social más grande que ha vivido Colombia en décadas. Si no, nos traga la tierra.  Por último les digo que apoyar la protesta no implica desacatar la ley, perturbar el orden y deslegitimar las instituciones y la fuerza pública que está compuesta mayoritariamente por esos valientes que nos cuidan. A todos los violentos y mezquinos les digo: ¡Paren ya! O se nos jode Colombia. *Vicky Dávila había escrito la columna Pachobomba, pero dada la situación del paro y el toque de queda, presenta este nuevo texto a sus lectores. Lea la columna que aparece en la edición impresa:  Pachobomba No sé cuál será el desenlace de la cita que tienen esta semana en Bogotá el presidente Iván Duque y su embajador en Washington, Francisco Santos, tras conocerse las crudas conversaciones privadas del diplomático con su nueva jefa, la canciller Claudia Blum. Después de verse cara a cara y de recibir las explicaciones del caso, el jefe de Estado tiene dos opciones: pedirle la renuncia al funcionario o mantenerlo en el cargo. Probablemente, en medio de la fragilidad por la difícil situación política que enfrenta el Gobierno, Pacho tiene las horas contadas. Así, el presidente se quita de encima una cantidad de presiones. Sin embargo, sé que voces cercanas al mandatario han querido llenarlo de razones para que no entregue la cabeza del embajador. Especialmente, porque consideran que salir de Pacho sería salir de un funcionario muy incómodo para el régimen de Maduro. ¿Qué hará el presidente? Si Pacho regresa a la embajada en EE. UU., Duque tendrá que enfrentar la incomodidad que pueda generar el tema en la Casa Blanca, también la andanada de Maduro y tal vez algún malestar de Guaidó. Además, quedan las molestias internas en su gabinete; esto sin contar las críticas de la oposición y la prensa. No está fácil.

Las grabaciones se convirtieron en una bomba atómica de largo alcance. ¿Quién los grabó?, ¿cómo lo hicieron?, ¿quién dio las órdenes?, ¿se trató de una operación de espionaje internacional contra los diplomáticos colombianos en Washington? O ¿los espías están infiltrados en la propia embajada? En todo caso, fue una operación perfecta. ¿Quién se beneficia con el escándalo? Revisemos lo que pasó. Blum y Santos se encuentran en el Mandarin Oriental de esa ciudad, la cita fue planeada solo 15 minutos antes. Se instalaron en un salón donde tenían privacidad, aunque constantemente personal del hotel entraba y salía del lugar mientras transportaban algunos elementos del evento del día anterior. Entonces ¿cómo los grabaron? Me cuesta creer que un espontáneo reconoció a los diplomáticos, decidió grabarlos y ¡chapó! Se encuentra con la explosiva conversación, ajustada a un comentario privado, no diplomático. El hecho da para todo: ¿fue Venezuela ayudada por algún país aliado o pensarlo es una estupidez? ¿EE. UU. podía tener algún interés en grabar a Pacho Santos? Eso, en particular, no suena coherente. ¿Algún compañero incómodo con el embajador quería darle la estocada final para sacarlo del Gobierno? No lo descartaría. Colombia, en todo caso, pidió colaboración internacional para llegar al fondo de este extraño episodio. Ojalá se sepa quién fue.

Lo cierto es que la grabación se convirtió en un Pachobomba que golpeó no solo al embajador, sino a la nueva canciller, al recién posesionado ministro de Defensa, a su antecesor y, claro, al presidente Duque. Además de los dardos que recibieron las relaciones con EE. UU., Venezuela y el propio Juan Guaidó. A Pacho Santos muchos lo consideran un político franco, otros lo tildan de imprudente y algunos simplemente dicen que no tiene filtro. Eso le ha costado mucho, pero también por momentos lo hace muy confiable porque siempre terminará diciendo la verdad. Lo que se escucha en las grabaciones es casi todo cierto. Que el exministro Guillermo Botero no “trabajaba”, no sé, pero su gestión fue muy criticada, a tal punto que se cayó. Que Carlos Holmes Trujillo tiene aspiraciones políticas, pues sí, no es un pecado. Que lo de la “ayuda humanitaria fue un fiasco”, claro que lo fue. Que el Departamento de Estado en EE. UU. ha cambiado mucho con Trump, todo el mundo diplomático lo dice. Ahora, asegurar que está “destruido” y que parece una “ONG” puede ser exagerado, pero no falso. En cuanto a la crisis venezolana y sus graves repercusiones en Colombia, ¿quién puede decir que no es verdad? O ¿quién puede ocultar que, mientras los militares no le den la espalda a la dictadura de Maduro, esta vivirá in sécula seculórum? Todos sabemos estas verdades, pero nos aterramos cuando se evidencia que muchos funcionarios las saben, las comentan y no las dicen todas en público.

No es la primera vez que las comunicaciones de Pacho Santos son intervenidas. Recuerden que ya en 2014 le habían interceptado su correo personal en la campaña de Óscar Iván Zuluaga; todo se supo tras el estallido del escándalo del hacker. También recuerdo cuando, como vicepresidente del Gobierno Uribe, se le vino el mundo político encima porque dijo que un porcentaje muy alto del Congreso tenía relaciones con los paramilitares. Al final, la parapolítica demostró la asquerosa relación de los parlamentarios con los matones paras. Y si de imprudencias se trata, no olvidemos los electrochoques. En fin, ya el Pachobomba explotó. Todo dependerá de si el presidente recoge los escombros para rearmar lo que quedó desbaratado, respalda a Pacho y se dedica a investigar si hubo una operación de espionaje conspirativo contra el Gobierno colombiano o si esos mismos escombros los echa a la basura y se olvida de ellos. ¿Qué pasa si Duque le pide la renuncia al embajador y este se niega porque considera que hizo lo correcto? ¿Y si los espías están más cerca de Pacho de lo que él mismo cree?