En un artículo publicado recientemente en El Espectador, se comentaron los dos temas que mueven el discurso colombiano en materia de drogas. Siendo precisos, el discurso gubernamental dista de la práctica, de las acciones concretas que dentro del país se siguen aplicando. Colombia es un alumno aventajado en el cumplimiento de los tratados de drogas de Naciones Unidas y sigue haciendo lo que muchos otros países no harían. Un informe de la Agencia internacional para la investigación sobre el cáncer (IARC) -adscrito a la Organización Mundial de la Salud- reabrió el debate sobre la conveniencia de las fumigaciones aéreas con glifosato. Desde Lyon, Francia, esta agencia enlistó cinco pesticidas incluyendo al popular glifosato como “probablemente cancerígeno para los humanos”, pudiendo ocasionar en las personas el linfoma no-Hodgkin1, aunque ya hay “pruebas convincentes de que produce cáncer en animales de laboratorio”. Esta afirmación de un organismo científico internacional se suma a las sospechas y denuncias de académicos colombianos, ONG y comunidades. El ministro de Salud Alejandro Gaviria dijo a la agencia de noticias AP que esta noticia pone alerta al Ministerio, pero el director de Antinarcóticos, General Ricardo Restrepo, sostuvo a esa misma agencia que su misión es “llevar a cabo la estrategia”. Las firmas contratistas beneficiadas con el Plan Colombia y la ayuda de EE. UU. han dicho que la Agencia de Protección Ambiental –EPA- de ese país consideró el glifosato como seguro, lo que no se compadece con la realidad biodiversa de los campos colombianos, donde se aplica masiva e intensamente el agrotóxico. Ellos tienen algo a su favor y es que en Colombia la carga de la prueba está operando en contra de las víctimas. Ambientalistas y académicos colombianos han hecho bien en denunciar lo que ocurre en los campos colombianos con 'la fumiga', pero desde las fotografías de abortos de niños que nacieron con malformaciones genéticas en la sierra nevada de Santa Marta a fines de los 70s, no hay 'pruebas' avaladas por autoridades de que la fumigación mate personas y no se ha pasado más allá de imágenes de indígenas enfermos por brotes en la piel o irritación en los ojos.   Según la legislación interna correspondía al Ministerio de Salud ordenar al sistema hospitalario de las zonas fumigadas disponer lo necesario para atender contingencias que se pudieran presentar en el marco de las campañas, lo que incluye llevar un registro de urgencias, consultas y casos sospechosos o evidentes de consecuencias en humanos. A su vez, las Secretarías de Agricultura y las UMATAS deberían llevar el registro de casos respecto de la salud animal. Sin embargo este tipo de medidas preventivas nunca se implementaron, por lo que no se conocen ciertamente las tasas de morbimortalidad oficiales en dichas zonas. Esta situación fue estudiada por el CEDES de la Universidad de los Andes, que mediante cuadros comparativos demuestra que sí se han presentado daños en la salud en las áreas fumigadas. En una recopilación de los autos de seguimiento de la ANLA al Plan de Manejo ambiental del programa de fumigaciones, se observa que Antinarcóticos “está dando cumplimiento al monitoreo ambiental”, pero también se encuentran varios casos de denuncias de afectaciones a la salud, en 2014, por parte de comunidades indígenas y afros del Chocó. Incluso, se acepta que pueden existir riesgos asociados a las condiciones ambientales y operacionales en que se llevan a cabo las aspersiones. El contexto de conflicto en que se fumiga fue corroborado con el derribamiento de avionetas ese año en Piamonte, Cauca. Hechos como éste impiden que buena parte de los parámetros establecidos para los sobrevuelos puedan cumplirse, además de las condiciones de la vegetación aledaña a los cultivos que en muchos casos supera los 40 metros de altura. Pero la salud de los labriegos y sus animales poco ha importado en las evaluaciones de eficacia y efectos colaterales de dichas campañas. Por ahora el Ministerio de Salud ha observado en silencio la propaganda oficial según la cual el glifosato no causa daño a las personas. Fueron célebres las imágenes de funcionarios que simularon tomar ese veneno en vasos de agua y de otros que se dejaron rociar del químico mientras una avioneta pasaba por encima de sus cabezas. Esta actitud es contraria a los principios que deberían regir la conducta de dicho Ministerio, especialmente el de precaución. Sin duda, cualquier país que se preocupe de la salud de su población tendría que suspender el uso de un programa como éste, lo que se hace imperioso teniendo en cuenta la conexidad del derecho a la salud con el derecho a la vida en la jurisdicción constitucional colombiana. 1. Es un cáncer del tejido linfático. Este tejido se encuentra en los ganglios linfáticos, el bazo y otros órganos del sistema inmunitario. El linfoma no Hodgkin se agrupa por la forma como lucen las células bajo el microscopio, por el tipo de glóbulos blancos del que se origina y si existen o no ciertos cambios del ADN en las células tumorales mismas. *Observatorio de cultivos y cultivadores INDEPAZ