Me encantaría escribirles de todo lo que siento sobre estrategia y tácticas en este Qatar 2022.Me encantaría contarles mis emociones futbolísticas al ver eliminaciones lógicas, para mí, como las de Alemania y Bélgica (eran previsibles) y absurdas como la de Dinamarca (tenía cómo).

Pero no puedo, hay algo que me distrae mucho, me preocupa y ocupa. Contarles que no puedo con lo estricto de la aplicación de la tecnología aplicada a justicias e injusticias.

Siempre consideré, desde que se inventó, que el VAR es una gran herramienta que llegó al fútbol para acabar con las verdaderas y evidentes injusticias; lamentablemente, este mecanismo de ayuda al árbitro es manipulado e interpretado por el ser humano, sí, por personas que malinterpretan el juego y se aferran a reglas éticas y estrictas de tolerancia cero.

El fútbol como juego quedó preso, enjaulado. Un hombro, una nariz, la puntita de un dedo, la pancita en perspectiva de un balón o el roce de un dedo sobre la cara de un jugador, tira a la basura un trabajo de años, la estrategia y la táctica empleada quedan sumergidas en un limbo difícil de interpretar.

Con el VAR, la tecnología manchó la pelota.

Favorecidos y perjudicados son lo mismo, a veces unos y a veces otros, me da vergüenza y pena con la pelota, con el juego y las pasiones, dan muchas ganas de ofrecerles disculpas a los que inventaron esto llamado fútbol.

La miseria de las decisiones ensucia, llena de mal olor el juego. ¿Vamos a acostumbrarnos? ¿Vamos a tener que adaptarnos?

En mi profesión de formador de divisiones menores, pienso la manera de interpretar todos los gestos técnicos que debo, pedagógicamente, aplicar a los futuros profesionales para que no cometan los errores que hoy hacen los confundidos jugadores cuando ven que los expulsan o les cobran faltas en jugadas que antes pasaban desapercibidas, a ellos les enseñaron así. Por ejemplo, saltar y elevarse con los brazos abiertos para impulsarse mejor, hoy no se puede, el menor roce del brazo con el adversario al disputar un balón es falta; por eso debemos formar (no sé cómo) y enseñar al jugador a saltar como un pingüino, inaudito. No se juzga con la intención, no se juzga la intensidad, se juzga el hecho.

Una locura, juguemos como robots. Si mi viejo o mi abuelo volvieran a vivir y tuvieran la oportunidad de volver a sentir la pasión de un partido de fútbol actual, creo que se volverían al paraíso inmediatamente, totalmente confundidos y defraudados. Qué difícil lo hicimos, qué difícil lo comentamos, cómo confundimos al hincha.

Perdón, fútbol; perdón, juego; perdón, papá y abuelo. La tecnología manchó la pelota.