Estamos a mediados de 1994. Ernesto Samper ha vencido en los comicios a Andrés Pastrana. Poco antes de la transmisión del mando, este entrega al expresidente Gaviria, a la sazón en los últimos días de su cuatrienio, los narco-casetes, unos documentos de audio que probarían la financiación de la campaña del triunfador por un grupo mafioso. La tormenta política y judicial, así desatada, tuvo consecuencias adversas significativas durante los cuatro años del gobierno siguiente.

El prestigio internacional de la República sufrió grave daño. A Samper se le retiró la visa para ingresar a Estados Unidos, un trauma enorme. Sus principales alfiles fueron condenados por la justicia. Pero la Cámara de Representantes se abstuvo de acusar al presidente ante el Senado, que pudo terminar su mandato. “Aquí estoy y aquí me quedo”, fue su mantra. Lo sucedido puso de presente la magnitud de la contaminación de la vida política y económica del país por las mafias. Juramos que nada semejante podría volver a pasar. Todo parece indicar que pasó de nuevo. ¡Pobre Colombia!

Las circunstancias de hoy son otras y más difíciles de afrontar por el Presidente Petro. En efecto:

Mientras Samper tenía claras mayorías parlamentarias, y el respaldo de los grandes empresarios, Petro de ellas carece a menos que lograra, lo que parece poco probable, restablecer la coalición política que él mismo destruyó con un trino. Es dudoso que el empresariado se movilice en defensa de quien se proclama enemigo del capitalismo y promueve políticas estatizantes.

Los medios de comunicación, a los que el presidente agrede con frecuencia, están dando al escándalo amplio despliegue y lo castigan con una rigurosa neutralidad. Las redes sociales, que no existían en tiempos de Samper, son una caja de resonancia poderosa que impide que los eventos en curso se pierdan de vista. No ayudarán a esclarecer la verdad, aunque harán su aporte a la polarización.

En la época de Samper apenas comenzaba a operar el sistema penal acusatorio y la Fiscalía General carecía de un poderoso instrumento que obtuvo en 2003: el principio de oportunidad, que le permite conceder, bajo refrendación judicial, beneficios procesales, que pueden llegar a la exoneración de responsabilidad penal y el cambio de identidad, a quienes colaboren de manera eficaz para llevar a la justicia a delincuentes ubicados en estratos superiores de una estructura criminal. La pronta disposición de Nicolás Petro a colaborar ocurrió porque le pusieron ante sus ojos pruebas irrefutables.

La normatividad constitucional y penal en estos años se ha endurecido de manera extraordinaria. Desde el 2009 existe esta regla constitucional: “La violación de los topes máximos de financiación de las campañas, debidamente comprobada, será sancionada con la pérdida de la investidura o del cargo”. Esto equivale a decir que el candidato es garante de que los límites no sean superados.

En el 2017 se reformó el Código Penal para establecer que la financiación de las campañas con recursos prohibidos, así no se violen los topes, compromete al gerente de la campaña, tanto como al candidato en elecciones uninominales. Esta condición la tiene el candidato a la presidencia; en principio, ¡también resultaría comprometido quien se haya inscrito como fórmula presidencial!

La violación de topes es un crimen autónomo. La responsabilidad recae en el administrador de los recursos, condición que pueden ostentar varias personas, además del gerente del proyecto electoral.

En el contexto político y jurídico actual es difícil que prospere el argumento central de la defensa de Samper: “Fue a mis espaldas”. Hoy podría tener mayor eficacia la metáfora del arzobispo de Bogotá cuando dijo que no puede atravesar un elefante por el recinto de una cristalería sin que el administrador lo advierta. Un gobernante no puede ser ciego y sordo. Es obvio.

Y para terminar la comparación entre la situación pretérita y esta que vivimos, anoto que no tenía Samper por delante, y sí Petro, unas elecciones que ocurrirán en condiciones para él adversas. Pesan la impopularidad del Gobierno y la hoguera recién encendida, entre otros factores. No le resultará tarea sencilla reclutar apoyos parlamentarios para afrontar los debates en la Comisión de Acusaciones, primero, luego, en la plenaria de la Cámara y, por último, en el Senado, si es que se llega a estas instancias.

Cierro comentando tres de las primeras reacciones. El presidente ha remitido una terna a la Corte Suprema integrada por expertas penalistas que han trabajado en la Fiscalia. Una de ellas asumirá como Fiscal a fines de enero. Proponer personas bien calificadas es una decisión acertada. Cometió, me parece, un error al añadir que para los procesos que afecten a él y su familia podría requerirse un fiscal ad hoc. Al decir esto arroja una sombra de duda sobre la imparcialidad de las juristas ternadas.

Los líderes del Pacto Histórico, como es normal en las primeras de cambio —quién sabe más adelante— han dicho que este escándalo es producto de una estrategia de la derecha contra el presidente. Olvidan que los actores de la serie que tanto éxito tiene provienen del entorno presidencial: Nicolás, Benedetti, Day, Laura. Según fuentes confiables de Netflix, llegarán refuerzos, de ese mismo origen, para la segunda temporada.

De otro lado, con la lógica petrista, el proceso contra Óscar Iván Zuluaga sería un complot de la izquierda…

Por último, el expresidente Gaviria, recomienda, con razón, prudencia. Es lo que procede hacer. Las investigaciones apenas comienzan, todavía tenemos pocos elementos de juicio, son enormes los trastornos que sufriría el país si el presidente no puede culminar su mandato. Una cosa es disentir de Petro como gobernante y otra, muy distinta, tenerlo, al día de hoy, como un delincuente indigno de gobernarnos. Nos vienen meses de espanto.

Briznas poéticas. Convocó de nuevo a Horacio Benavides, gran poeta nuestro: “Entre grandes piedras / en un recodo del río / la trucha. / Tal vez una corriente la arrastró / y la dejó aislada. / Los mil espejos / de sus escamas / reflejan las estrellas. / Mientras el río pasa apresurado / ella golpea el cielo con su cola”.