El embajador (e) de Estados Unidos, Francisco Palmieri, dijo a SEMANA sobre el Gobierno Petro: “Están planteando una transformación del país y trabajando a través de unas reformas, como la tributaria, para crear las condiciones necesarias” (n.° 2109). Petro y Francia, a su vez, expresaron en campaña su apoyo a Biden y sus coincidencias –igualmente con congresistas norteamericanos– en la lucha contra el cambio climático y el rescate de la selva amazónica y plantearon renegociar el TLC.
(https://www.youtube.com/watch?v=WnToTq0FdZM&ab_channel=LoM%C3%A1sTrinado, minuto 41 en adelante).
Durante estos 100 días, miraron más a Washington que a otro lado, ceñidos a la agenda “integral” con Estados Unidos en la estrategia geopolítica de la Superpotencia de alinear el Continente, hacer zigzag para conservar su hegemonía, cooptar eventuales fuerzas desestabilizadoras y desactivar posibles estallidos sociales. “En Colombia debe pasar lo de Chile”, me dijo Juan Manuel Santos.
Colombia es considerado “socio vital” por el secretario de Estado, Antony Blinken, para consolidar un “hemisferio democrático”. Washington ha invertido 1.000 millones de dólares en la paz y el embajador Benedetti explica que en Venezuela “si no se hace de la mano con Estados Unidos, no se puede” (SEMANA, n.° 2022). Petro, como sus antecesores, “baila al son que le toquen” en tan desigual relación (García-Peña, 1994).
Lo corrobora el recuento de más de 200 trinos de la Embajada en Bogotá (@USEmbassyBogota) desde la elección, el 19 de junio. Fuera de respaldos, incluido el de Biden, Petro se concertó con funcionarios norteamericanos de jerarquía. En Nueva York y Bogotá, con Blinken; con John Kerry, responsable del tema climático; con Jonathan Finer, consejero de seguridad; con Samantha Power, directora de Usaid; con Laura Richardson, generala del Comando Sur; con el director de la CIA, William J. Burns; con congresistas, liderados por Bob Menéndez, que lo alertaron sobre devaneos con China; con el hiperactivo Palmieri; con Soros, notorio donante de los demócratas, y sume la firma de 18 extradiciones.
Francia Márquez intercambió con varios y con Cormier Smith, de Justicia Racial del Departamento de Estado, y Neneh Diallo, de Diversidad e Inclusión de Usaid, enfatizando en la mujer y en las poblaciones afro e indígena, focos de proyectos específicos, inclusive el capítulo étnico del Acuerdo de Paz.
La burocracia petrista convino con contrapartes estadounidenses. En Ciencia, Deporte, Agricultura, Transporte y TIC se entabló la intromisión del embajador Palmieri; el ministro Velásquez, de Defensa, con el Comando Sur y su par, Lloyd J. Austin; Osuna, de Justicia, con Usaid y junto a Prada, del Interior, con Todd Robinson, de narcóticos del StateINL. Intensas relaciones del canciller Leyva con Blinken, Palmieri y Linda Thomas-Greenfield, embajadora en la ONU, y la generala Richardson. Gaviria, de Educación, inicia acuerdos con Usaid y Palmieri, y Carolina Corcho, de Salud, sobre atención preventiva con Loyce Pace, subsecretaria para Asuntos Globales.
La acometida llegó al fiscal Barbosa y al comandante militar, general Giraldo; a Reyes, de la Dian, con Arun Venkataraman, de las aduanas, y los vicecancilleres con enviados como Rahul Gupta, de Control de Drogas, quien departió con el general Sanabria, de la Policía, y además viajó a Tumaco con Francia, la ministra Muhamad, de Medioambiente, y otros.
Así de extenso es el inventario de asuntos intervenidos por agencias, como Usaid, de asistencia, StateINL, de antinarcóticos y otras cuantas. Maniobras militares aéreas, derechos de personas LGBTQI+, proyectos agrícolas, inspección a acciones contra la minería “ilegal”, emprendimientos femeninos, becas a afros e indígenas en la Policía y la Armada, capacitación de operadores judiciales rurales, supervisión a las migraciones, seguimientos a la justicia acusatoria, doctrina espacial y planes comunitarios de Cuerpos de Paz.
La “integralidad” abarca desminado, fútbol femenino, transporte aéreo, biodiversidad, control al uso autoritario de la fuerza, las inundaciones, consumo de drogas, atención a líderes sociales, comercio, ciberseguridad, TIC, desarrollo empresarial, programas con el Sena, trata de personas. En fin, un Gobierno paralelo avalado por Petro.
En economía, fuera del apoyo de Palmieri al ministro de Hacienda Ocampo, se granjeó el de la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, la Ocde y el FMI, matriz de la tributaria, y se avisa el del Banco Mundial y congresistas de Capitol Hill a las reformas pensional y laboral, que la ministra Ramírez les delineó. Si se agrega el Plan Amazonia, que cederá soberanía territorial, los 100 días de Petro son de solícito colaboracionismo con Washington,quizás la versión “progre” del respice polum (“Mirar hacia el norte”), de Marco Fidel Suárez.