Frente a los evidentes escándalos de corrupción, la estrategia del petrismo es forzar ante la opinión un empate con los gobiernos anteriores. Eso les funciona porque saben que la izquierda ha tenido un grado de impunidad por sus fechorías gracias a su pretendido altruismo. Parece que también a la corrupción se extiende la doctrina de Carlos Gaviria cuando dijo que el asesinato por parte de un guerrillero era menos grave que cualquier otro porque “ellos matan para que otros vivan mejor”.
Si logran el empate con los que ellos llaman gobiernos de derecha, saben que serán juzgados de una manera más benévola y podrán seguir conservando el falso trono moral que tantos réditos políticos les ha dado. Lo preocupante es que muchos medios de comunicación están cayendo en esa trampa, y ante cada escándalo de corrupción, la frase de cajón es “prometieron el cambio y están haciendo lo mismo”. No se dan cuenta de que, por su falta de rigor en el análisis, le validan la estrategia a Petro, quien tiene muy claro que él y los suyos entraron a saco al Gobierno, que el empate les sirve para justificar sus expolios, y que mientras no se repare en el orden de las magnitudes, ese empate los blindará para seguir saqueando a la nación.
La verdad es que este gobierno es de lejos el más corrupto de la historia, aún más, y eso es mucho decir, que el gobierno de Santos, en el que ese flagelo se disparó. Vale la pena hacer un paralelo con el gobierno de Iván Duque, y para eso es obligado empezar por comparar a los presidentes como personas, porque el tono moral de un gobierno nunca es diferente de aquel de quien lo preside. Iván Duque fue un joven aficionado a la música y a la historia que nunca probó la droga, y llegó a la Presidencia luego de una carrera impecable en el BID y como senador de la República. Nunca en su vida estuvo involucrado en alguna actividad ilícita o en algún escándalo de corrupción.
Petro, por el contrario, pasó casi dos décadas en la ilegalidad como miembro de un grupo criminal que secuestraba, extorsionaba y cometía asesinatos atroces. Su paso por la Alcaldía de Bogotá estuvo signado por la corrupción, su abuso de la contratación directa fue evidente y los escándalos de corrupción fueron muchos, con casos emblemáticos como la máquina tapahuecos y las motos eléctricas. Pero, además, todo el país vio atónito aquel video de Petro llenando bolsas plásticas con fajos de billetes en la penumbra de un apartamento. Que luego muchos hubieran votado por él solo se explica con que hubieran aceptado una analogía a la aberración de Carlos Gaviria: “Ellos roban para que otros vivan mejor”.
Ningún nivel de corrupción es aceptable, pero aun el presidente más honesto corre el riesgo de ser infiltrado por la delincuencia, como podría haber ocurrido con el fugaz director del DPS al final de gobierno del presidente Duque, una persona que nunca fue cercana a él, pero que tampoco tenía antecedentes de corrupción, aunque es verdad que su experiencia manejando presupuestos era nula. Cosa muy distinta ocurrió con el caso de la exministra Karen Abudinen, quien denunció y persiguió a quienes defraudaron al Estado en el caso de Centros Poblados, pero a pesar de eso, sufrió el más despiadado ataque por parte del hoy presidente y sus seguidores.
Ahora veamos al gobierno Petro. Vale la pena empezar por las cifras de contratación directa que investigó el concejal Daniel Briceño: en los primeros 18 meses del gobierno Duque se contrataron de manera directa 1,9 billones de pesos, ¡mientras que en el de Petro la cifra es de 6,7 billones! Nunca en la historia un cartel de la contratación había capturado el Gobierno desde su cabeza, como está ocurriendo con Euclides Torres. Ya sabemos por confesiones de su hijo Nicolás Petro y de Armando Benedetti que este financió la campaña de Petro. Los vimos en video abrazándose el día de la posesión y también sabemos que le compraron a Petro un renglón de Senado en la lista del Pacto Histórico. La recompensa ya está saliendo a la luz: contratos de cientos de millones en el Fenoge del Ministerio de Minas y un proyecto de ley en el Congreso que le permitiría extraer rentas de la sociedad con sus empresas por trámites en el Ministerio de Transportes.
¿Y cómo no mencionar el escándalo de los carrotanques de La Guajira? Este es de lejos el robo más descarado de la historia. Petro salió a apagar el incendio forzando el empate cuando dijo: “La UNGRD es un desastre desde que se fundó”, como si a Olmedo López no lo hubiera nombrado él, como si no hubiera sido financiador de sus campañas como consta en cuentas claras, y como si no fuera su viejo amigo y compañero de luchas en el Polo Democrático. Y ahora simulan una reacción contra tamaño robo atacando al fusible Olmedo López, pero siguen de socios del jefe político que ha movido todos los hilos, que es el senador Carlos Trujillo.
Eso son solo dos de los más protuberantes escándalos de corrupción de los que ya se han destapado. Algún día, si la democracia colombiana se salva de la dictadura, se sabrá cuánta y de quién era la plata que escondía Laura Sarabia en maletas con fajos en su casa. Algún día, las autoridades revelarán que el gobierno Petro fue una gran trama de corrupción, solo comparable en la historia a la de su copartidario del Polo Democrático Samuel Moreno en Bogotá, pero esta vez a escala nacional. No le permitan el empate a Petro, porque empate no ha habido, y si se lo conceden, ese le sirve para la clasificación.