El gobierno del “cambio” hace agua. La pérdida de las principales capitales y gobernaciones del país en la jornada electoral más esperada por los colombianos fue un castigo para el presidente Gustavo Petro. El país está cansado de su desgobierno, desorden, improvisación, falta de liderazgo, incumplimiento y odio.

El triunfo contundente de Federico Gutiérrez es una reivindicación no solo para él, sino para los más de diez millones de ciudadanos que tuvieron que votar a las malas por el desastroso Rodolfo Hernández en la segunda vuelta presidencial de 2022. Hoy, el país sabe que a Fico le tendieron una trampa por medio de la manipulación de la información y las fake news, y crearon una narrativa que se les devolvió como un búmeran. Lo trataron de vincular con el narcotráfico y la oficina de Envigado, perjudicando la imagen verdadera del buen y querido alcalde que fue de Medellín entre 2016 y 2019. La realidad de los hechos es que el narcotráfico fue el que llegó a la campaña presidencial de Gustavo Petro a través de su hijo Nicolás y los pactos en las cárceles como el de La Picota. Y el país, por cuenta de esas alianzas, ha sido arrodillado ante el narcotráfico y los grupos al margen de la ley, lo que dio como consecuencia una de las jornadas de campaña más violentas en los últimos años, que incluyó hasta el secuestro de los papás del gran Lucho Díaz. Una vergüenza, por decir lo menos, después de que Petro fue elegido en una de las más pacíficas y democráticas elecciones. Es que la “paz total” es un fiasco y por eso el resultado de las votaciones.

Colombia está desencantada de un gobierno de izquierda que lo tuvo todo para hacerlo bien y que tiró por la borda la oportunidad de gobernar. Pero los alcaldes alternativos que ganaron en 2019 también le ayudaron a Petro en su desastre electoral regional. Claudia López en Bogotá, Daniel Quintero en Medellín, Juan Carlos Cárdenas en Bucaramanga, William Dau en Cartagena, Jorge Iván Ospina en Cali y Carlos Mario Marín en Manizales, fueron un verdadero desastre. Prometieron que eran el “cambio” y dejan unas ciudades destrozadas, vandalizadas, sucias e inseguras.

El triunfo de Federico Gutiérrez es, de una parte, alegría para el país, y de otra, ejemplo de lo que viene. Hay que gobernar para todos y dejar atrás la estrategia de odio y división que caracterizó el liderazgo negativo de Claudia, Quintero y los demás. Estos mandatarios locales que terminan sus gobiernos evidenciaron que, al no saber de administración y gerencia pública, reemplazaron ese vacío con el discurso de polarización, el show y las fotos.

Eso mismo le pasa al presidente Petro, que cree que gobernar un país y convertirse en el máximo líder mundial y de la galaxia se puede lograr a través de sus delirantes “alocuciones” en su cuenta de X (antes Twitter). Y pues no.

Por eso la campaña que adelantaron Federico Gutiérrez (Medellín), Alejandro Eder (Cali), Dumek Turbay (Cartagena), Jorge Rojas (Manizales), Jaime Andrés Beltrán (Bucaramanga) entre otros, dio frutos. Hay que recuperar la seguridad y el orden, pero hay que poner a producir las ciudades, hacer obras de infraestructura y profundizar los programas sociales con el máximo estándar de pulcritud y cero tolerancia a la corrupción, politiquería y nepotismo. Y repito, hay que gobernar para todos los ciudadanos, a diferencia de los progres que gobiernan para sus electores, sus funcionarios, sus familias, influencers y medios de comunicación.

La derrota en Bogotá es un mensaje contundente para Petro porque perdió su plaza. Ni Galán ni Oviedo son de izquierda, sino de una centro derecha bastante moderada. Y el hecho de que Gustavo Bolívar haya quedado de tercero y rezagado significa que la gente no creyó en sus propuestas, y obviamente el desgobierno de Petro lo afectó por completo.

Ahora para Galán hay una responsabilidad gigantesca después de buscar la Alcaldía de Bogotá desde 2012. Además de hacer un buen gobierno y recuperar la ciudad del desastre de Claudia López, debe tener una posición muy clara en la defensa de la Constitución de 1991, la ley y la institucionalidad.

La oposición a estos nuevos gobiernos locales por parte de los fanáticos petristas será demencial. Daniel Quintero y el propio Petro emprenderán la tarea desde las redes sociales para hacer lo que saben: difundir odio, división y seguramente aparecerán de nuevo en escena los “estallidos sociales” a cargo de la primera línea y quizás hasta financiados con el presupuesto nacional.

Las elecciones del pasado domingo fueron las primarias de las presidenciales de 2026. El país que creyó en Petro y en su “cambio”, está desencantado e indignado con su gobierno. Por ende, las reformas ahora tendrán menos futuro en el Congreso, una vez se ha equilibrado la balanza con el poder regional y local.

Los colombianos salieron masivamente a las urnas y el mandato es claro: la democracia colombiana se respeta, porque aquí nadie quiere que el país se convierta en la fracasada Venezuela que tanto admira Gustavo Petro, que por lo demás, ojalá haya entendido y aceptado con humildad (bastante difícil) el mensaje de las urnas.