No tengo la menor duda de que el presidente de Colombia, Gustavo Petro, se quiere quedar. Él mismo o por interpuesta persona, como lo puede lograr el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, con su candidata, Claudia Sheinbaum. Todos sabemos que Petro solo vela por sí mismo, y lo que quiere o decide, si no le gusta o amanece de humor, lo cambia sin el menor reato de conciencia. Pero, bueno, por ahora lo que Petro está haciendo es montando la campaña de su sucesora.
¿Sucesora? Sí, si vemos las últimas semanas de accionar político de Petro, tanto en el discurso como en la acción, todo tiene nombre propio: María José Pizarro. Obviamente, hablamos de hoy y de las últimas semanas, pero si su interés, el de él exclusivamente, cambia y se puede beneficiar más con otra persona, la deja botada en un segundo. Pero centrémonos en la Pizarro, quien hoy es el centro de atención.
Lo primero que hay que entender es que hoy Petro tiene un 25-30 por ciento de voto duro. Como lo tuvo Uribe en las elecciones del 2010, del 14 y del 18. Petro en sus cuentas, y está en lo correcto, sabe que a quien él ponga en las presidenciales con su apoyo logra ese 25 o 30 por ciento y pasa a segunda vuelta. Con una derecha, un centroderecha y un centro en total desorden, con precandidatos que ya se creen presidentes y otros que solo piensan serlo, este escenario no solo es válido, sino muy probable.
Además, la acción política de este sector está totalmente desenfocada. Todos estos candidatos –y quienes quieren serlo– solo buscan reforzar su apoyo en los ciudadanos que ya saben que Petro fue guerrillero y que su Gobierno es un Gobierno ladrón en el que se roban todo, entre otros lugares comunes de ese discurso que ya aburre y no convence a nadie.
Nadie está mirando ese 25-30 por ciento de voto duro que tiene. Nadie investiga el perfil de ese votante y encuentra las debilidades de Petro, que las hay, en ese sector. No, la oposición sigue con la repetidera cuando lo que deben buscar es cómo le descuentan 5, 10 o 15 puntos de ese apoyo. La izquierda, aliada con Juan Manuel Santos, lo hizo magistralmente con Uribe y hoy lo tiene, en votos, en un 15 por ciento, que sin duda haberlo mantenido con esa embestida en contra es un logro increíble.
Vamos a María José Pizarro. Petro en las últimas semanas ha revivido al M-19 y a Carlos Pizarro, su último líder asesinado. Lanzan el libro de Pizarro, y la bandera del eme ya aparece en eventos del presidente. Hasta la puso en Twitter. Y en el discurso también aparecen el eme y Pizarro en reiteradas ocasiones. “Hay que hacer cumplir los sueños de Pizarro”, dijo.
No hay razón distinta que la de crear un mito del que le permita pegarse para crear otra narrativa de cambio, ya que la de él se ha desgastado. Los jóvenes de hoy creen que el M-19 fue un grupo distinto a las Farc, de jóvenes altruistas, y esa es la narrativa que quieren construir. La decisión de la Fiscalía de reabrir el proceso de asesinato de Pizarro no es casualidad, ya forma parte de esa estrategia.
Y en la acción también hay mensajes. En la marcha del primero de mayo, quien acompañó a Petro fue María José Pizarro. ¿Coincidencia? No, ya se escucha en las toldas de la izquierda que la hija mayor de Pizarro es su candidata. Es más, durante la marcha, a Daniel Quintero y a Carlos Caicedo no los dejaron acercarse y les tocó marchar juntos.
Entonces, ¿para qué es la constituyente? Es un tiro con dos objetivos. El primero, reactivar sus bases, movilizar a los universitarios e irse preparando para una campaña. ¿Cuál? Puede ser la de una constituyente que logre imponer a través de la violencia. No hay otra manera de que lo haga. En ese caso sería para poder quedarse en el poder. Si este plan A no se da –y es difícil, la verdad–, entonces, esta energía y preparación de la campaña es para imponer su candidata a la presidencia en el 2026. Como Amlo lo hizo con Sheinbaum en México, en Colombia no va a haber un proceso abierto y serio de elección de candidato de la izquierda. El dedazo se va a imponer.
La oposición lo que debe hacer a partir de ahora es dejar de repetir como loros lo de guerrillero corrupto y mostrar las víctimas del M-19 y el dolor que causaron. Contarle al país cómo aportaron a la industria del secuestro e incluso cómo uno de ellos fue el disparador del paramilitarismo, cuando ante el secuestro de la hermana de los Ochoa, Martha Nieves, los narcos crearon el grupo Muerte a Secuestradores (MAS). Tela hay, y mucha, de donde cortar.
Petro afortunadamente es su peor enemigo, pero no lo debemos subestimar. Entendamos cómo piensa y para dónde va antes de actuar, pues por ahora lo único que está haciendo la oposición es jugarle su juego. Actúa y tiene valores distintos, y no debemos caer en su trampa, sin perder, eso sí, un elemento clave que forma parte de su historia: el uso de la violencia.