Es manipulador. Y un jefe despreciativo. Y un experto en mirar para otro lado ante actos de corrupción cuando le afectan a él y a los suyos; y en echar culpas a otros de sus embarradas. Y en ocultar delicados aspectos de su vida privada.
Todo sería irrelevante si su enrevesada personalidad no tuviese injerencia en la gobernanza del país.
1) Que un hijo se sienta menospreciado por su papá y esa percepción le genere un trauma no deja de ser uno de tantos problemas afectivos que tratan los psicólogos. Pero Gustavo Petro lo utilizó para obstaculizar la Justicia.
La entrevista que Nicolás concedió a SEMANA mostró a un joven atormentado ante la falta de solidaridad paterna después de que su exesposa dejara al descubierto la pestilente trama corrupta. El famoso “No lo crié” le partió el alma, más incluso que el comunicado de su papá pidiendo a la Fiscalía que lo investigara por sus (inexistentes) nexos con los capos. Nicolás debió comprender que su padre abría un abismo entre los dos con el exclusivo fin de quedar ante el país como un presidente impoluto, capaz de mandar a su propio hijo al cadalso.
Por eso Nicolás aceptó hablar con la periodista que más odia su papá y selló un pacto con la Fiscalía General, que el presidente también aborrece, para destapar las hediondas alcantarillas de la pasada campaña presidencial.
En el viaje exprés a Barranquilla, a costa del erario, Petro dejó trazos de su laberíntica personalidad. Debería ser un caso de estudio en las facultades de Psicología y de Ciencia Política.
El presidente adivinó, o alguien le sugirió, que bastaba abrazar a su hijo para ablandarle el corazón y cerrarle la boca. Y como debía mantener la farsa, agregó el papel de abuelo amoroso, con detalles que denotan una retorcida inteligencia.
El 29 de diciembre, Gustavo Petro publicó en su cuenta de X que en Ciénaga de Oro encontró un caballo de madera que había tallado cuando estaba encarcelado. Añadió que se lo regalaría a su nieto Luca.
Seguro que anticipa que su primogénito termina preso por (presunto) enriquecimiento ilícito y lavado de activos, dado el cúmulo de pruebas irrefutables. Con el gesto del caballito le está diciendo: no te preocupes, Nicolás. Tu retoño sabrá que su abuelo también estuvo preso y llegó a ser presidente. Una sutil manera de minimizar la corrupción del exdiputado regional, aderezándolo con un toque político, y de convencerlo de que no desamparará a su familia.
Un hijo herido, de carácter débil, era una bomba de relojería con tanta información de las cloacas de la campaña presidencial. Pudo desactivarla a tiempo, pero no conviene descuidarlo. Igual ocurre con Laura Sarabia y Armando Benedetti, dos gargantas profundas. O los contenta, o estallan.
2) Respecto a la manera en que trata mal a su gente, basta un par de ejemplos de los muchos que saltaron a la palestra.
Noviembre 2023. Viaje a Washington. La comitiva está citada a las 3 p. m. en el aeropuerto de Catam. Diez horas después, a la una de la madrugada, Palacio de Nariño informa que el presidente decidió descansar. Reprograman el despegue para las 6 a. m.
Tras dormir a pierna suelta, cómodo en su cama palaciega, Petro aterriza feliz en la capital gringa. Entretanto, sus acompañantes llegan muertos del sueño y cansancio, pero prestos a cumplir los mandados del jefe supremo.
Junio 2023. París. Un sábado, diez de la mañana. Tras la visita oficial, la comitiva aguarda en la puerta de la embajada, a la hora fijada, para emprender el viaje de regreso a Bogotá. Habían dejado los hoteles y les recogieron el equipaje para cargarlo con anticipación. Pero pasan las horas y Gustavo Petro no aparece.
Luego se supo que le provocó desaparecerse en la capital francesa sin previo aviso. Retornarían al día siguiente. Los acompañantes reciben trato de sumisos lacayos sin derecho a rechistar.
El desinterés por el bienestar de sus subalternos, su absoluta falta de respeto, indica que para Petro no son empleados que merezcan consideración alguna, sino meros súbditos al estilo feudal.
Aunque obligar a su equipo a trabajar sin dormir y a aguantar plantones de interminables horas sea una modalidad de maltrato laboral, nunca lo inspeccionará ni sancionará la ministra del Trabajo. Prefiere perseguir a las empresas que pagan impuestos para costear el despilfarro institucional.
3) Mirar para otro lado lo evidencia con la primera dama. Verónica necesita a sus íntimos cerca con puestos y buenos contratos. Petro la complace pese a las evidentes irregularidades y a la incoherencia entre lo que predica y lo que hace (el comunicado de Palacio para exculparla es un atentado a la inteligencia colectiva).
La doña manda a Italia a una amiga; regala una alta consejería presidencial a otra; envía a entidades estatales a algunos más, hijos incluidos. Y si hay que contratar con trapicheos a más amiguetes para incluirlos en el séquito palaciego y pagarles viáticos hasta de ¡48,9 millones! (La Silla Vacía), ¿cuál es el problema?
Hay más, pero se acabó el espacio.