Este Gobierno nos ha dejado sin la capacidad de sentir. Son tantas las cosas que pasan y a tal velocidad que, socialmente, pareciera que hemos perdido la capacidad de reacción y la sensibilidad ante los hechos. Muy grave.
La alexitimia es un término amplio para describir los problemas relacionados con las emociones. Si se pudiera, diríamos que el país la sufre. Este término griego, usado en las teorías psicodinámicas freudianas, se traduce vagamente como “sin palabras para la emoción”. Es simplemente la pérdida de sensibilidad. Así estamos: ‘petroficados’.
La avalancha de titulares de esta semana, su gravedad y sus pocas o mínimas repercusiones son confirmación de que, como nación, hemos perdido toda capacidad de reacción. Acá está pasando de todo y nadie hace nada. No pasa nada.
Mire lo ocurrido esta semana: Gustavo Petro dice que no le importa la ley y que cambiará el escudo del país. Descubrimos que negoció a nuestras espaldas el modelo económico de la nación con la guerrilla del ELN, decidió hacerse del lado de Maduro y sus asesinos, y propuso repetir las elecciones en Venezuela, a pesar de que claramente ganó la oposición. Además, dijo que va a obligar a los bancos a hacer inversiones forzosas con nuestros ahorros o, si no, nos castigará con otra reforma tributaria. Todo en solo una semana.
Cada una de esas acciones otrora hubiera generado un escándalo gigantesco y una reacción social acorde, pero ahora cero. La avalancha de sucesos graves que esta administración genera prácticamente a diario ha dejado a la sociedad congelada, insensible, inmovilizada y apática. Nos golpean de tal manera que muchos piensan que ya ni vale la pena reaccionar. Triste y preocupante.
Puede ser que esta petrificación nacional sea producto de que la mayoría le apuesta a que la narrativa del mandatario sea mayor a su capacidad de acción. También es posible que la mayoría esté tomando una postura pasiva, porque, en el fondo, comprende que la evidencia hasta ahora es que esta administración ha demostrado ser incapaz de ejecutar o, incluso, porque espera que la institucionalidad no permita que avancen en todos estos agravios. Pero muchos no somos tan optimistas y creemos que cada día que pasa el presidente se radicaliza y entiende que colectivamente no tenemos capacidad de acción, que su oposición es en gran parte radical, antipática y desorganizada, y que muchos de los llamados outsiders carecen de oportunidad real.
Los hechos de esta semana son una demostración de lo que realmente es el presidente actual de los colombianos: alguien que está del lado del abusador de Maduro, que detesta el modelo económico actual y que prefiere negociarlo con una guerrilla asesina y narcotraficante. Amenaza con quedarse con los ahorros de los colombianos y no le importa si la ley no le permite hacer lo que desea, porque igual lo va a hacer. En cualquier libro todo lo anterior definiría a un autócrata. Gravísimo.
Gustavo Petro dice que no le gustan los toros, pero todas sus acciones son como banderillas que van inmovilizando al país para que, una vez ‘petroficado’ y con la cabeza abajo, le dé la estocada final a punta de constituyentes, reformas y fast tracks, y terminemos, como lo hemos advertido hace años, como Venezuela.