Cada vez que me preguntan por quién debemos votar para la Alcaldía de Bogotá, quedo en blanco. La verdad, no tengo, por ahora, a nadie para recomendar. O mejor, sí tengo una recomendación: por quién no votar. Obviamente es Gustavo Bolívar. La razón es sencilla. Con un solo loco en el poder nos basta. Ya con Gustavo Petro tenemos.

Lo grave de esta elección es que todos saben que si Bolívar pasa a segunda vuelta, y es probable, pues tiene ese 20 por ciento del disminuido petrismo puro y duro, quien sea su competidor gana, ya que suma al resto y es el próximo alcalde. Por eso, todos los candidatos juegan a pasar a la segunda vuelta. Y en sus campañas buscan esos votos del centro y del centro izquierda.

Pero se equivocan, pues es el centro derecha y la derecha, ese millón de votos, que va a ser definitivo para elegir al próximo alcalde. Lo triste es que en ese grupo de candidatos nadie representa a ese sector político que tiene que hacerse valer, tiene que dejar de esconderse y, sí, dejar de sentir vergüenza. Es tan grave este síndrome que el Centro Democrático no tiene candidato en estas elecciones, cuando era el partido que debería recoger estas ansiedades, sustos, miedos, temores y rabias que sienten los colombianos y los bogotanos por lo que está sucediendo.

El debate de SEMANA fue un campanazo de alerta. Qué flojos estuvieron los candidatos. Uno atacó, otro se defendió, otro les habló a los suyos, pero nadie, ninguno de ellos, hizo o mostró una propuesta de ciudad que valiera la pena. ¿Cómo arreglar el lío del tráfico? ¿El de competitividad? ¿El de seguridad? Lugares comunes para no hacer ruido y pasar a la segunda vuelta.

Pero veamos a los candidatos. Carlos Fernando Galán cayó en la trampa. Y cuando le preguntaron si Uribe o Santos, en vez de dar el paso adelante, lo dio para atrás y contestó Santos, lo que dice mucho de su personalidad y de cómo va a gobernar. Más de lo mismo. Cero experiencia ejecutiva.

Juan Daniel Oviedo es Claudia López 2. No solo apoya el corredor verde, sino su mensaje de no estigmatizar a la primera línea muestra esa manera de pensar y de actuar que no es ni chicha ni limoná. Tiene la experiencia del Dane y me encanta su peinado, pero… es Claudia López 2, y ya sabemos cómo nos fue con Claudia López 1.

Rodrigo Lara mostró una característica combativa en el debate, pero se quedó corto en el contenido, y lo tiene. Su experiencia ejecutiva fue el programa de Lucha contra la Corrupción en el gobierno de Uribe. Puede arrastrar esa derecha, aunque le molesta profundamente, luego no creo que lo haga. Esperemos a ver qué tiene en estos dos meses.

Jorge Enrique Robledo, el más respetado y valioso de los candidatos por su trayectoria y honestidad intelectual, no mostró grandes cosas a la hora de proponer y está en el peor de los mundos, pero si se convierte en el antiPetro y antiBolívar puede dar la sorpresa. Otro al que hay que esperar para ver qué pasa en estos meses.

Diego Molano es quizás el que más experiencia ejecutiva tiene. Fue un gran director de Acción Social y un mal ministro de Defensa. Ese es su gran pecado, que hoy le cobra el uribismo, que de manera injusta no le dio el aval para la alcaldía cuando se lo merecía. Sería el futuro alcalde sin ese karma, al que hay que sumarle haber sido de Duque, quien tiene un rechazo grande en muchos sectores. Le sobra preparación y conocimiento del Estado, pero su discurso contra los migrantes venezolanos es innecesario. Podría, pero tiene que hacer un alto en el camino y rehacer su campaña, apoderarse de esa derecha hoy huérfana.

General Jorge Luis Vargas Valencia. Suena raro, pero el general Naranjo y Santos abrieron esa puerta que creo ahora se va a extender. Sería un gran reconocimiento a la Policía, a la institución, si Vargas fuera alcalde, pero le falta campaña, le falta asesoría, le falta disrupción. Otro que puede tomarse ese centro y centro derecha, pero tiene que cambiar su campaña y sus asesores. Sabe del tema número uno en la ciudad, la inseguridad, pero no es suficiente. 

Los otros candidatos no los conozco y por eso no hablo de ellos. Pero con este “ramillete de beldades”, como dicen en el reinado de Cartagena, basta y sobra para darse cuenta de lo mal que está Bogotá de liderazgos. Una ciudad rica debería hoy tener resuelto su problema de movilidad, pero está peor que nunca. ¡Ah! y van a arreglar la salida al norte –propuesta hace 12 años sin que nada pasara– en ¡cinco años! Hacer unos pocos carriles extras demora cinco años en Bogotá. Con razón en Cundinamarca la ampliación de un carril en la vía Bogotá-Girardot demora ocho o más años, pues fue entregada por Germán Vargas Lleras hace siete y no va ni en el 15 por ciento.

A los bogotanos nos tocará seguir sufriendo el deterioro en calidad de vida, pues no se ve una salida ni quién la lidere. Unas obritas acá y otras allá es lo que viviremos. Así ha sido en los últimos 20 años. Y los bogotanos pudientes votan con las llaves del carro que los lleva a vivir a otras ciudades con mucho mejor vida. ¿Aló? Un tiquete para Armenia, por favor.