La ansiedad es un estado emocional displacentero, vinculado a pensamientos negativos, y está relacionada con la percepción de peligro o amenaza a nuestra integridad. El miedo se describe como una perturbación angustiosa ante un riesgo real o imaginario y como se lee, ambas emociones tienen manifestaciones similares. En ambos existen pensamientos de peligro y reacciones fisiológicas incómodas e indeseables. Emociones estas que se pueden activar en situaciones de crisis como la que estamos viviendo a nivel global, con la pandemia del coronavirus. Desafortunadamente al ser una pandemia tan nueva, no se posee en el momento una vacuna para prevenir el contagio del virus y además falta evidencia científica acerca del manejo de la enfermedad. También vemos que es inexistente la información y análisis de cómo afrontar la crisis económica originada por la misma. De esta forma, observamos minuto a minuto cómo el temor de la pérdida de control se propaga a una velocidad inclusive más rápida que el mismo virus. Una propagación que además es contagiosa, porque transmitimos a nuestros seres más cercanos nuestra intranquilidad. Si estuviéramos solos en nuestra casa en esta cuarentena o solamente con nuestros seres queridos más cercanos ; y cargaramos nuestra preocupación solo en ellos, sería una cosa, pero no es así, porque la realidad es que vivimos en constante conexión con otras personas en las redes sociales y recibimos información de los medios de comunicación. Canales de socialización que son indiscutiblemente importantes y necesarios para estar unidos e informados en medio de esta crisis; pero esto positivo de la conexión digital rápidamente se puede convertir en una fragilidad, cuando hay sobreinformación del coronavirus y en algunos casos las noticias son muy alarmistas, creando de esta forma ambientes de dudas e incertidumbre, que a su vez despiertan desesperanza, ira y frustración. No es extraño entrar en algunas redes sociales y sentir cómo la propagación de noticias, la competencia por el ego y por la audiencia, la necesidad de ganar espacio y opinión está aturdiendo a muchas personas que ya están vulneradas por esta situación del coronavirus y sus consecuencias. Hay una delgada línea entre la opción legítima de los medios de comunicación, las empresas y las personas por ayudar en medio de esta crisis, y un marcado oportunismo. Estamos ante una situación que para miles de personas se ha convertido en un aislamiento social obligatorio, pérdida de trabajo e ingresos económicos y sobre todo la pérdida de la libertad. Familias que tienen una relación disfuncional, que están en medio de crisis marital y/o económica, donde las cosas ya venían mal antes de la pandemia, ahora debido a la cuarentena deben estar juntos todo el día, todos los días e incluso expuestos a espacios reducidos en sus viviendas. Existe el temor frente a la posibilidad de que la violencia intrafamiliar se dispare, y que la salud mental y la calidad de vida de muchas familias y personas se deteriore durante este periodo de cuarentena. ¿Podemos evitar que la crisis de la pandemia nos afecte la salud mental ? El miedo y la ansiedad se reducen en casos de crisis en su gran parte cuando se recibe información clara, rigurosa y segura. Porque precisamente estas emociones se caracterizan por preocupación excesiva, anticipación negativa hacia el futuro. De las formas que conocemos para crear protección emocional es buscar situaciones que brinden esparcimiento y relajación, actividades dentro de la casa que resulten agradables y nos protejan de la monotonía y la tristeza. También contribuye positivamente la realización de actividades artísticas, juego y rutinas caseras de ejercicio, ver películas en familia, intentar recetas nuevas, compartir responsabilidades, tratar de evitar el alcohol y las drogas, tener comunicación y empatía con sus seres más cercanos por medio de redes sociales. Y algo que no se puede dejar por fuera que también es un factor protector: es tratar de estar presente física y mentalmente cuando se comparte con los hijos, conversar, leer y planear. Siempre recordando que vendrán días mejores para nuestra familia y nuestro mundo. Con estas actividades de prevención y de higiene mental seguramente no combatiremos el coronavirus pero sí hacemos manejable el aislamiento social obligatorio. Es esencial protegernos psicológicamente para el afrontamiento del estrés que produce el virus y de esta forma, nuestro aparato psicológico se sincroniza sanamente con la cuarentena, permitiéndole que se descargue de tanta tensión emocional. Nuestra mente necesita entrar en un sosiego al que no estamos acostumbrados, pero es necesario asumirlo, para que no haya fracturas en nosotros mismos, nuestra familia o nuestro tejido social. No podemos olvidar que en la historia de la humanidad han existido varias pandemias con efectos letales y que han desestabilizado el sistema económico, social y familiar a nivel global. También es necesario tener presente que según las apreciaciones de los investigadores y expertos en virología y epidemiología, la amenaza de las pandemias es vigente y según algunos de estos expertos siempre habrá una después de la otra. Pero siempre debemos tener la esperanza de salir adelante, esa será nuestra fortaleza, obviamente con aprendizajes tanto dolorosos como triunfantes en cada una de ellas. Por eso el reto es evitar el pánico, y tratar de poner en cuarentena la ansiedad y el miedo y contar con suficientes conocimientos y experiencias para las próximas crisis, que quizás tengamos que vivir. Pongamos también el miedo en cuarentena y que la esperanza ilumine nuestros días.