Ha sido tradición que la mayoría de los académicos insistan en que el Estado colombiano ha carecido de una política exterior fuerte que defienda los intereses estratégicos de la nación. El Gobierno Petro, si bien criticó el relacionamiento internacional de Colombia en campaña, no ha hecho nada por afianzarlo y, por el contrario, lo ha debilitado poniendo en riesgo las relaciones de cooperación con aliados como Estados Unidos, mientras legitima la dictadura de Maduro en Venezuela y guarda silencio cómplice frente a la invasión de Rusia a Ucrania, aun cuando la Corte Penal Internacional emitió, el 17 de marzo de 2023, orden de detención contra el presidente ruso Vladímir Putin por crímenes de guerra.
La crisis a la que lleva el país el Gobierno Petro es interna y externa. Mientras en Colombia las políticas internas no tienen un buen rumbo por su improvisación y soberbia, nuestra política exterior la determinan por el pago de favores políticos, el amiguismo y la entrega de cargos diplomáticos a personas cuestionadas y sin ninguna experiencia. Este Gobierno solo ha profundizado las malas prácticas alrededor de la carrera diplomática, demostrando una vez más que efectivamente estamos cambiando, pero para mal.
Los ejemplos abundan y cada vez son peores. Designaciones de políticos investigados por corrupción, una técnica en diseño de modas, amigos de infancia de Verónica Alcocer, community manager sin título profesional, entre otras designaciones, son hechos que debilitan la frágil política exterior colombiana. Muchos de los nombramientos sorprenden por lo irresponsables e irregulares: León Fredy Muñoz, investigado por presunto delito de tráfico de drogas, embajador ante el régimen de Ortega en Nicaragua; Armando Benedetti, investigado por presunto enriquecimiento ilícito, tráfico de influencias, violación de comunicaciones e injuria y calumnia, embajador en Venezuela; Karen Natalia Carvajal Gómez, técnica en diseño de modas con máster en Diseño de Calzado, designada como segunda secretaria con funciones de cónsul en Barcelona, entre otros casos que sorprenden por profundizar e innovar en prácticas clientelares lideradas por el Pacto Histórico.
Las cifras son claras y evidencian el pésimo manejo que le están dando al servicio exterior. De acuerdo con una investigación adelantada por el medio Vorágine, de un total de 88 nombramientos que el actual Gobierno ha realizado, el 62,5 por ciento, es decir, 55 designaciones, no pertenecen a la carrera diplomática y consular. Adicionalmente, en solo siete meses de gestión, el canciller Álvaro Leyva ya tiene 36 demandas por nombramientos polémicos e irregulares.
Hay nombramientos como los de Sebastián Guanumen y Álvaro Moisés Ninco Daza que sobresalen por evadir requisitos y carecer de ética profesional. Al rey del juego sucio, Sebastián Guanumen, el mismo que ordenó “correr la línea ética” en la estrategia sucia y criminal contra mí y contra todos los que nos opusimos a Petro, lo premiaron con un consulado en Chile. Un hombre que atacó mi campaña y difamó mi nombre, y contra quien interpuse una denuncia ante la Fiscalía. Pero al parecer a Petro le gusta enaltecer el juego sucio nombrando en puestos del Estado a personajes con prácticas políticas indecentes.
Otro lamentable caso es el de Álvaro Moisés Ninco Daza, community manager del Movimiento Progresistas, que fue nombrado como embajador en México –designación que ya fue demandada– sin contar con ningún requisito para asumir el cargo: solo tiene título de bachiller académico, nueve semestres de Política y Relaciones Internacionales, y dos años y cinco meses de experiencia laboral acreditada. Entre su experiencia se encuentra el trabajo por un año en la UTL del senador Gustavo Bolívar y siete meses en una empresa de logística como coordinador. Es claro que no es la persona con las competencias profesionales para manejar las relaciones bilaterales con uno de nuestros aliados más importantes de América Latina.
Para agravar la situación, y ratificando su falta de conocimientos y nula preparación, Ninco Daza le propuso recientemente al Gobierno de Andrés Manuel López Obrador que establezca diálogos con los carteles mexicanos del narcotráfico, lo que se constituye claramente en una intervención desafortunada en los asuntos internos y de seguridad del Estado mexicano y un irrespeto a las víctimas que han sufrido la violencia ejercida por estos actores criminales. El embajador viola claramente el principio de no intromisión, una de las lecciones elementales de política exterior.
Cabe entonces preguntarnos: ¿en manos de quién se encuentra nuestra política exterior? La respuesta surge por sí sola: en manos inexpertas y corruptas. El Gobierno del eslogan del “cambio” llegó a reproducir prácticas clientelistas, pago de favores políticos y entrega de puestos a amigos y colaboradores de su proyecto político. Nombran personas sin méritos, poco técnicos y carentes de conocimiento sobre cómo representar los intereses estratégicos de la nación. Una política exterior en crisis, junto a una situación interna plagada de improvisaciones, irregularidades y un asalto ilegal al Estado, forman parte del coctel explosivo que este Gobierno nos está preparando a los colombianos.