Esta semana anunciamos oficialmente la consulta popular ‘No más tener miedo’, con la que buscamos que sean los ciudadanos los que decidan el futuro de la primera línea del Metro de Bogotá, como también el mejoramiento de TransMilenio. La consulta llega en el mejor momento, pues lo que vemos hoy por hoy es un escenario de incertidumbre sobre la movilidad de nuestra ciudad, gracias a la estrategia del Gobierno nacional de ponerle freno a la primera línea del Metro y condicionar la financiación de otros proyectos estratégicos.
La consulta se convierte así en una herramienta legítima capaz de darle voz a una ciudadanía que está tan harta de los pulsos políticos como de la desastrosa movilidad de la ciudad: usar TransMilenio o pasar 122 horas al año en trancones son cosas que no responden a una calidad de vida como la que merecen nuestros ciudadanos, quienes ven hoy que la solución más cierta a sus problemas de movilidad, es decir, la primera línea del metro, está en veremos.
En cuanto a TransMilenio, el panorama tampoco es el mejor: es un sistema empleado a diario por uno de cada tres ciudadanos en nuestra ciudad y que requiere más seguridad, frecuencias y calidad de servicio, lo mismo que una tarifa más justa, no tan costosa, pues los ciudadanos pagan los platos rotos del déficit que atraviesa dicho sistema.
Todo esto se resume en miedo: miedo a quedarnos sin metro, miedo a padecer los problemas de TransMilenio, miedo a quedar eternamente atrapados en el trancón. Debemos elegir ‘No más tener miedo’.
Esta consulta popular, como cualquier otra adelantada en el país, ha despertado críticas de académicos y analistas, quienes advierten una supuesta inconveniencia de la misma: pero seguimos hablando de personas que no usan TransMilenio, que no usarán el metro, que no padecen los problemas de movilidad de la ciudad. Las soluciones son urgentes y cada pregunta de la consulta es un paso decisivo en el camino correcto.
Por ejemplo, la consulta popular pregunta a los ciudadanos si quieren que la obra de la primera línea del metro se mantenga sin modificaciones, tal como fue contratada en 2019. El constituyente primario debe expresarse en las urnas para decidir si la primera línea se entrega en 2028 o en 2035 y ponerle fin así a una eterna discusión que nos tiene, en pleno siglo XXI, como la única capital del hemisferio occidental con más de 7 millones de habitantes que no tiene metro.
En cuanto a tarifas, la consulta popular contiene tres preguntas que, sin invadir la órbita fiscal del Distrito, proponen una tarifa diferencial para los distintos estratos: que la gente de estrato 1 no pague el mismo precio de pasaje que la gente de estrato 6. Recordemos que la tarifa diferencial hoy ya existe. También, la consulta popular apunta a que se establezca un paquete de descuentos para usuarios frecuentes, como funciona en muchas capitales del mundo: se debe poner como centro al usuario.
TransMilenio encierra hoy el 25 % de la inseguridad de Bogotá. Solo el año pasado, los hurtos dentro de buses y estaciones crecieron un 71 %. TransMilenio da miedo y por eso deben ser los ciudadanos los que manden mediante la consulta popular un aumento del pie de fuerza en todas las estaciones y buses.
¿Qué hay de malo en que sea la ciudadanía la que tome las riendas de su propio futuro? Para uno de los analistas que criticó nuestra consulta popular, podría ser un problema crear el hábito de dirimir todas las polémicas a través de votación. Esta, sin embargo, es una visión que cree que la democracia termina con las elecciones, cuando realmente es con las elecciones que la democracia comienza: haber elegido a Petro no significa que él tenga la última palabra en todo o que la ciudadanía no pueda manifestar su poder de constituyente primario. Si es verdad que la soberanía emana del pueblo, tal como reza nuestra Constitución, esa soberanía no funciona solamente cada cuatro años en época de elecciones, sino siempre.
También han dicho que la consulta popular ‘No más tener miedo’ es populista; si fuera así, toda consulta popular, plebiscito o referendo también lo serían, al pretender expresar en las urnas la voluntad del pueblo sobre los problemas que lo aquejan. Si en Bogotá los dos grandes problemas son la inseguridad y la inmovilidad, buscar una solución a estos problemas con respaldo popular jamás puede ser demagogia.
¿Qué sigue? Debemos recolectar más de un millón de firmas para continuar el proceso de la consulta popular. Surtidos los trámites administrativos de rigor, podremos convocar a los ciudadanos a las urnas. Nos podrán encontrar en las estaciones de TransMilenio recogiendo firmas. Llegó el momento: ‘No más tener miedo’.