La nueva viceministra de Relaciones, Elizabeth Taylor, nacida en Providencia –para evitar confusiones–, en una ceremonia sin precedentes tomó posesión de su cargo en el cayo de Serrana, ante el canciller Álvaro Leiva.
El cayo tiene una larga historia. Desde 1890, con los de Roncador y Quitasueño, estuvo en disputa con los Estados Unidos. En 1928 se acordó con EE. UU. una absurda fórmula de condominio sobre los tres cayos.
Muchos gobiernos de Colombia se sintieron muy cómodos, ya que así “se quitaban de encima” la obligación de mantener los faros que en cada uno de los cayos había instalado Estados Unidos sin autorización de Colombia. Además, no se tenía que abastecer de combustible a los buques de la Armada colombiana para hacer esa operación.
Estados Unidos “retiró sus pretensiones” que tenían sobre los cayos en un tratado que entró en vigencia en 1981. Sin embargo, Colombia garantizó a perpetuidad derechos de pesca a buques norteamericanos en las aguas adyacentes a Serrana, así como en las de Quitasueño y Roncador. Se dispuso también que, aunque nuestro país podía establecer medidas de conservación en sus áreas adyacentes, estas debían ser comunicadas al Gobierno norteamericano.
La Corte Internacional de Justicia en su fallo de 2012 en el caso de la demanda de Nicaragua, señaló que no solo Serrana, sino también Rocador, Quitasueño, Serranilla y Bajo Nuevo pertenecen a Colombia. Sin embargo, Estados Unidos sigue considerando que tienen derechos sobre Serranilla y Bajo Nuevo. Es un “litigio silencioso” que Colombia ha preferido eludir, generado por el aberrante acto de colonialismo de la ley expedida el 18 de agosto de 1856 por el Congreso norteamericano.
Establecía la norma que, si un ciudadano norteamericano “descubría” un depósito de guano en una isla o cayo deshabitado, “tomaba posesión” de ella y lo notificaba al Departamento de Estado. La isla quedaba incorporada al territorio de Estados Unidos y el “descubridor” recibía un título de propiedad sobre el cayo o la isla. Como si fuera un lote o una casa.
Las islas y los cayos “guaneros” iban siendo incorporados en una lista que periódicamente se actualizaba. En sus primeras ediciones aparecieron 89 islas y cayos, ubicados en el Caribe y en el Pacífico, entre ellos los de Roncador, Quitasueño, Serrana, Serranilla y Bajo Nuevo.
Serrana, además, no fue “descubierta” por los norteamericanos. Los cronistas coloniales hablan de un marinero español, Pedro Serrana, que fue el único sobreviviente del naufragio en 1526 de un buque que navegaba entre Cartagena y La Habana y que llegó a nado a un cayo en el que permaneció siete años y al que se le dio el nombre de “Serrana”.
El 20 de marzo de 1530, cuatro años después, a Serrana se le apareció otro náufrago español de nombre Bartolomé Camacho. Con él convivió, no sin disputas y confrontaciones, hasta que en 1533 una goleta española los rescató. Camacho murió a bordo del buque salvador, de paludismo. Serrana fue llevado con una larga barba ante Carlos V, el emperador más poderoso de la época. Maravillado por el relato, le otorgó al náufrago una pensión de por vida que resolvió gozar en el Perú. Sin embargo, al llegar a Panamá de paso para su destino, murió de paludismo, como su compañero Camacho.
Estados Unidos sostiene aún derechos sobre Serranilla y Bajo Nuevo. Además, siguen teniendo, al menos nominalmente, derechos de pesca en las áreas marítimas adyacentes a Roncador, Quitasueño y Serrana.
¿Reconocerá Washington formalmente los derechos de Colombia sobre los cayos colombianos de Serranilla y Bajo Nuevo, de menos de un 1 kilómetro cuadrado de extensión, y prescindirá de sus derechos de pesca sobre los otros tres cayos, cuando con tanto ahínco defiende a Ucrania, con voluntarios colombianos incluidos?