Durante el próximo gobierno el país dará un salto impresionante en educación: todos los colombianos tendrán que aprender de economía para defenderse de Petro.

Por ejemplo, el precio del dólar hoy sí puede atribuirse a lo que ya llaman efecto Petro, algo que afectará en el corto y mediano plazo a todos los colombianos, pero especialmente a los menos favorecidos.

El precio del dólar obedece a un recalentamiento de la economía global y altos precios del petróleo que han afectado el valor de muchas monedas. Negar esto sería necio. Sin embargo, lo que resulta inexplicable es que monedas como el peso colombiano o el chileno se estén desplomando mucho más que el resto. Esto solo se puede explicar por un factor que está afectando a la economía de dichos países: la turbulencia política en la gestión de las finanzas públicas.

En el caso colombiano, el dólar empieza a subir de manera incontrolable en cuanto Petro gana las elecciones. El nerviosismo del mercado estuvo jalonado por los anuncios del entonces candidato, en el sentido de frenar toda exploración de petróleo. Esta decisión afecta nada más y nada menos a Ecopetrol, la empresa más importante y poderosa del país. Y aunque el dólar ha bajado en los dos últimos días, sigue estando en sus máximos históricos.

Todos los expertos clamaron por un mensaje del presidente electo que tranquilizara a los mercados, en un contexto de depreciación del peso, aumento de los intereses bancarios y el desaforado incremento de inflación. Pero ha ocurrido todo lo contrario, pues desde su elección hemos tenido una cascada sin precedentes de anuncios sobre nuevos impuestos.

Lo que está haciendo Petro con su discurso después de la elección es como amarrar el precio del dólar a un globo de helio y echarlo a volar: ha anunciado una reforma tributaria de hasta 75 billones de pesos, impuestos a la ganadería, a las “tierras improductivas”, incluso a los planes de telefonía celular más básicos.

Pero hay cosas más graves. Por ejemplo, la mentira constante en cuanto a quiénes les caerán los futuros impuestos.

Durante la campaña, Petro trinó esto: “Si somos gobierno nuestra reforma tributaria le subiría impuestos solo a 4.000 personas” (SIC). Al día siguiente de ganar, su asesor económico aclaró que no eran los 4.000, sino los 40.000 más ricos los que serían cargados con más impuestos. ¡Y no para ahí! Esta semana, el designado director de la DIAN ya habló de subirle impuestos a todo colombiano que gane más de 10 millones de pesos, es decir, a los 500.000 más ricos del país. ¡Y no hemos terminado! La ministra de Cultura también anunció que se aumentaría el impuesto de los planes de telefonía celular desde los 40.000 pesos, es decir, al 80 % de los usuarios, mientras que la ministra de Agricultura lanzó otro anuncio en un lenguaje que da pavor: “Al que tiene ganado en tierra muy fértil le caerá un impuesto muy alto”.

Es evidente que ya no hablamos de subirle impuestos solo a 4.000 personas, sino a millones de ciudadanos.

Dicha falta de certezas sobre el futuro tributario del país genera inestabilidad económica. Cada sílaba de Petro y su equipo empuja hacia arriba al dólar un poco más.

¿Y en qué afecta esto al ciudadano de a pie? Un dólar alto es sinónimo de pobreza y hambre, pues Colombia es un país en el que su balanza comercial generalmente se ha comportado de manera deficitaria: importa más productos de los que exporta, entre estos, muchos de los insumos necesarios con los que se alimenta su población.

Solo el año pasado se importaron 1,9 millones de toneladas de trigo, es decir, el 97 % del trigo que se necesita para el consumo interno. Un dólar elevado hará que este producto sea más caro de importar, es decir, que suba el precio del pan que desayunan los colombianos. También, nuestro país importó seis millones de toneladas de maíz en 2021. Dicho grano es un insumo fundamental para alimentar pollos, vacas lecheras y reses productoras de carne. Un dólar caro significa que los precios de la carne, del huevo y la leche subirán.

En un escenario de inflación esto es gravísimo. Y es que el dólar alto no va a golpear las vacaciones de los ricos en Europa tanto como el desayuno, el almuerzo y la comida de los más pobres. Es un tema que hay que tomarse con toda la seriedad mientras el país avanza en garantizar su soberanía alimentaria de manera total, cosa que no se logrará en solo cuatro años. Hasta entonces, estaremos sometidos al efecto Petro.

Lo que tiene que hacer el presidente electo es enviar mensajes que tranquilicen al mercado nacional, en un eventual escenario de recesión económica por parte de Estados Unidos y la Unión Europea. Pero, como si se tratara de un beligerante senador y no de un mandatario, él está dedicado a pelear, como lo hizo esta semana con la junta directiva de Ecopetrol, a la que lanzó un intimidante y dictatorial “No nos reten”. Mientras tanto, delega a su equipo los anuncios de los nuevos impuestos. Por eso vemos cosas tan exóticas como a ministras de Cultura hablando ante la prensa de la creación de un impuesto a planes de celular.

El dólar no es una dimensión abstracta. Está en contacto con la realidad de cada país y Colombia no es una excepción. Su valor seguirá subiendo hasta que Petro no dé tranquilidad a la economía nacional. Empezó con el pie izquierdo.