El Gobierno de Panamá está alarmado por el creciente número de migrantes que cruzan la frontera con Colombia por el Tapón del Darién para tratar de llegar a los Estados Unidos. Incluso, ha acusado a nuestro país de no haber tomado las medidas indispensables para controlar ese preocupante flujo.
Con razón afirma que debe defender a su población de las afectaciones sociales, económicas y de seguridad que se están presentando como consecuencia de la ola migratoria, que, incluso, está contaminando gravemente los recursos hídricos.
Panamá, que se ha desarrollado en forma prodigiosa en los últimos años, tiene una economía basada exclusivamente en bienes y servicios, incluyendo el canal. Por lo tanto, no puede darse el lujo de permitir que el país se constituya en refugio ni en ruta de paso para millares de personas procedentes de los cuatro puntos cardinales, algunos con antecedentes desconocidos.
Los panameños, además, le temen al contagio de Colombia, en donde todo pasa y nada nos sorprende.
Cotidianamente, en nuestro querido país, se presenta algún hecho que pone los ‘pelos de punta’, precisamente cuando se habla de la preocupante ‘epidemia’ de enfermedades mentales y de suicidios. Todo esto en medio de historias truculentas y lenguaje procaz.
¿Estamos acaso atrapados y sin salida? Las cifras que circulan en el sentido de que hay cuatrocientos municipios en riesgo extremo o en alto riesgo, más de la tercera parte del país, son angustiantes por decir lo menos.
Ni siquiera las renovadas películas Sin Novedad en el Frente, basada en la novela del alemán Erich María Remarque, y Testamento de Juventud, que sigue las memorias de la inglesa Vera Brittain, sobre los horrores de la estúpida Primera Guerra Mundial que cubrió de sangre los campos europeos, han modificado la mentalidad de los que siempre tienen un pretexto para matar, extorsionar o secuestrar.
Ojalá que la ‘paz total’ no se constituya en semillero para la continuación indefinida de un conflicto que asola a todo el país, ni que tampoco se quede después de su firma —si la hay— en un papel, como la utópica ‘Paz Perpetua’, a la que se refirió Emanuel Kant en 1795.
(*) Decano de la facultad de estudios internacionales, políticos y urbanos de la universidad del Rosario.