Contra la opinión de los vecinos y las advertencias de la Defensoría del Pueblo, el alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, está decidido a imponer un polémico desarrollo urbano que favorece a aportantes de su campaña. Peñalosa, además de recibir significativas contribuciones de los constructores beneficiados, usó como sede de su última campaña una propiedad que hace parte del megaproyecto. ¿Pueden los vecinos confiar en la imparcialidad de la administración cuando el alcalde Peñalosa está decidiendo sobre millonarios intereses de personas y empresas que lo patrocinaron para llegar al cargo? El proyecto se llama Proscenio porque proponen que el eje de la construcción sea un gran teatro, pero en la tras escena hay un negocio que vale cerca de 600 millones de dólares. Dos de las mayores constructoras del país están detrás: Amarilo S.A.S y Arpro, perteneciente a la familia Neme. Puede leer: “Cien millones de pesos, no más” En los archivos del Consejo Nacional Electoral quedaron registradas las donaciones a la campaña de Enrique Peñalosa tanto de la constructora Amarilo como de Arpro, así como de la empresa matriz de esta última Chaid Neme Hermanos S.A.
La familia Neme tiene entre sus actividades la representación de Volvo, incluyendo buses. Sin embargo –y es necesario decir esto– no encontré ningún documento que los vincule con negocios de vehículos para TransMilenio, incluyendo la reciente y polémica venta de buses de antepenúltima tecnología ya descontinuados en Europa por sus niveles de contaminación. Ese negocio fue ejecutado por Volvo de Brasil. Le recomendamos: Justicia por cuotas La sede de la campaña a la alcaldía de Enrique Peñalosa funcionó en un edificio ubicado dentro del área donde se construirá Proscenio y en un predio de los beneficiarios. La aerofotografía muestra que dentro de los límites del área afectada –o beneficiada, según como se vea– por las decisiones de la administración Peñalosa está la propiedad en la que operó su campaña.
Lo mínimo que debería haber hecho el alcalde Peñalosa habría sido declararse impedido para tomar decisiones que enriquecerán sustancialmente a sus antiguos mecenas. Sin embargo sucedió lo contrario. El alcalde y sus subalternos han tomado determinaciones como la modificación del plan parcial que mejora el negocio de los constructores y no escucha las preocupaciones de los vecinos del sector que sufrirán el impacto de la megaobra. Los vecinos argumentan que se están poniendo en funcionamiento 175.000 metros cuadrados de construcción en un área de 2,8 hectáreas. En contraste, citan el ejemplo de Unicentro que tiene 99.000 metros cuadrados –menos área construída– en un terreno de 12 hectáreas, es decir, cuatro veces más grande. Le sugerimos: El fragmento perdido Unicentro, con casi la mitad de área construida, tiene 3.200 parqueaderos, Proscenio tendría 3.903. El tráfico adicional sobre las calles anticipa que el sector vivirá colapsado. El informe de los constructores que subestima el impacto que tendrá la obra sobre el tráfico del sector, y sobre una enorme zona de Bogotá, fue aceptado por la Secretaria de Movilidad de la Alcaldía a pesar de que presenta varias inconsistencias técnicas. Por ejemplo, el tráfico de carros en uno de los cruces afectados, 86 con 11, fue estimado en 132 automóviles por hora por la administración cuando en realidad los vecinos contaron y probaron 564 carros por hora. Esa fue una de las varias cuentas chuecas que han servido para que la administración Peñalosa le diera vía libre e impulso al polémico proyecto.
A pesar de que la Defensoría del Pueblo cuestionó los cambios en el uso del suelo del plan parcial que permite la construcción de Proscenio, la administración no ha prestado atención. El defensor Carlos Negret le pidió al alcalde Peñalosa que revoque un decreto suyo de noviembre del año pasado que parece hecho a la medida de los intereses de los constructores.
Nada ha sido suficiente. El alcalde no admite que nadie cuestione sus determinaciones. Ninguno sabe más que él, ni interpreta mejor el interés público. Lo cierto es que Proscenio hará más ricos a unos multimillonarios, acabará con un sector de Bogotá que había logrado conservarse y será otra de las pobres herencias que le dejará Enrique Peñalosa a Bogotá.