En junio del 2007, la emisión de un documental que mostraba la otra cara del Corralito de Piedra, aquella que solo aparece en los medios de comunicación cuando se produce un hecho de sangre, originó un escándalo mayor en la conservadora sociedad cartagenera. Y su autor, el periodista Guillermo Arturo Prieto La Rotta, más conocido como Perry, fue declarado por el entonces alcalde de la ciudad, Nicolás Curi Vergara, como persona no grata.Con un lenguaje vociferante, propio de un vendedor de pescado del maloliente mercado de Bazurto, el burgomaestre insultó a Prieto y en su retórica no lo bajó de “perro”, “mentiroso” y “seudoperiodista” y de “pagarle a los entrevistados”. Al escándalo se sumó el Concejo de la ciudad, que avaló la decisión de Curi Vergara, y un manojo de periodistas que cada fin de mes pasaba por la Alcaldía Distrital a cobrar su cuota burocrática.Lo que Perry contaba en su documental, que emitió el canal RCN en su programación nocturna del 2 de junio del 2007, no era, en realidad, nada nuevo. Dos años antes, la desaparecida revista Cambio, en su edición del 26 de septiembre al 3 de octubre del 2005 publicó un revelador informe que mostraba que en La Heroica más de 1200 niños, entre los 11 y 17 años, ejercían cada noche la prostitución bajo la socarrona vista gorda de las autoridades. Luis Martelo, sociólogo y experto en el tema, le confesó por entonces a la revista bogotana que la cifra no era exacta porque esta aumentaba considerablemente cada fin de semana. Pero dejó claro que cinco de cada diez mujeres que vendían su cuerpo en la ciudad eran menores de edad.La historia de la compra y venta de sexo en Cartagena de Indias no es nueva. Esta se remonta sin duda a los tiempos de la Colonia, cuando los grandes gamonales y terratenientes compraban docenas de negritas en las plazas y puertos de la ciudad y las internaban en sus haciendas para luego convertirlas, entre otras cosas, en esclavas sexuales. Por eso, para algunos críticos de la administración del entonces alcalde, su reacción fue exageradamente desmedida, tanto que se llegó a afirmar que esta obedecía a que Curi era un asiduo comprador de este tipo de servicios y no deseaba, por ninguna razón, que sus hábitos nocturnos trascendieran y se convirtieran en vox populi.En realidad, ningún acto de corrupción que proviniera de la retorcida imaginación de este señor podía sorprender a nadie. Sus campañas siempre fueron arrasadoras, y no tenían nada que ver con su verbo sino con los contenedores llenos de electrodomésticos, bolsas de cemento, láminas de Eternit, mercados y muchas cajas de ron Tres Esquinas que precedían sus llegadas a los barrios más deprimidos de la ciudad. Esta estrategia, infalible para algunos, lo llevó a manejar durante tres periodos las riendas de la administración distrital, creando de esta manera unos huecos fiscales que hasta la fecha no han podido superarse, a pesar de los elevados ingresos que recibe la ciudad por ostentar el honroso título de patrimonio turístico y cultural.Su último gran esfuerzo de perpetuar el desangre administrativo, fue nombrar como candidato al primer empleo del distrito a Juan Carlos Gossaín, un pupilo suyo del que se dijo en su momento era uno de sus alumnos más aventajados. A pesar de la impecable campaña de Gossaín, quien superaba a su más cercano rival con más del 10% de la intención de voto, al final prevaleció la razón por encima del estómago y el candidato con el que Curi pretendía seguir gobernando a Cartagena detrás de bambalinas, sufrió una derrotaba estruendosa, siendo superado por Judith Pinedo Flórez, una mujer casi desconocida que con su movimiento Mariamulata prometía convertir a Cartagena en una tacita de plata.Pero como una cosa es ser candidato y otra muy distinta alcalde, Pinedo Flórez defraudó a sus electores y no hizo nada diferente que no hubiera hecho su antecesor: creó su propia rosca, pagó sus cuotas burocráticas nombrando en entidades claves del distrito a un gran número de personas no idónea para ocupar los cargos y, al mejor estilo de su antecesor, vendió de manera fraudulenta a una reconocida firma hotelera de la ciudad unos terrenos del distrito que incluían un extenso espacio de 240 metros cuadrados de playa, por lo que hoy tiene abierto en la Procuraría Nacional una investigación por los delitos de apropiación y celebración indebida de contratos. Ante el fracaso comprobado de los de arriba para dirigir con eficacia los destinos de la ciudad, en el 2011 Cartagena eligió a Campo Elías Terán Dix, un comunicador afrodescendiente que, como director de un popular noticiero radial, hizo una labor social interesantísima, consistente en servir de puente entre las autoridades locales y los sectores más abandonados y deprimidos del Corralito de Piedra. La popularidad del locutor era tan alta que para algunos comentaristas de la política cartagenera, Terán Dix habría ganado ampliamente la Alcaldía de la ciudad sin tener que recurrir a las alianzas funestas con las mafias políticas tradicionales que lo abandonaron cuando el barco de su administración empezó a naufragar y la Procuraduría, como antes lo había hecho con Curi Vergara y Pinedo Flórez, le abrió pliegos de cargos y lo suspendió de sus funciones.‘La Bella’, como la definió el poeta Jaime Arturo Martínez, está lejos de ser la ciudad que Luis Carlos López inmortalizó en sus versos. Hoy Cartagena de Indias es una de las urbes más inseguras del país, con unas de las tasas de desempleo y pobreza más alta del territorio nacional y ha sido invadida por una ola de personajes siniestros, jefes de bandas criminales que han empezado a penetrar el comercio, el transporte y, por supuesto, la política. Solo basta con leer en las mañanas temprano la página judicial del periódico local para contar los muertos y los atracos. Es, sencillamente, de película. Y las autoridades parecen dormir a pierna suelta en sus laureles.*Docente universitario.