Luego de las elecciones regionales en Colombia, del triunfo de Noboa en Ecuador y de Milei en Argentina lo que ciertamente le ha cambiado el panorama político interno y externo al presidente Gustavo Petro, vienen las pruebas fuego para la oposición.
Petro lo entendió. Y busca oxígeno político a como dé lugar. Si no estuviera tan mal en las encuestas y con un rechazo ciudadano que crece todos los días, la reunión con los cacaos –no todos pues las ausencias fueron tan importantes como los asistentes– no se habría dado. Nada salió de allí en concreto, solo la foto que benefició, sin duda, a Petro. “Eso fue por plata; así son”, dijo un allegado cercano de uno de los asistentes pero, lo que no entienden esos cacaos es que a Petro ellos le importan cero y si puede acabarlos lo haría en un segundo.
“No entiendo cómo una persona a la que han ofendido de esa manera, como Luis Carlos Sarmiento, asiste a esa reunión. Por dignidad, yo no lo habría hecho”, me dijo mi esposa al ver la foto. No le falta razón, pero como bien lo dijo ese allegado: “Es por la plata”. Esa sensación quedó en el ambiente y, obvio, Petro pescó en río revuelto.
Lo mismo se puede decir de la reunión con Álvaro Uribe. La foto le sirve al presidente, a nadie más, pero Uribe siempre ha sido coherente en el respeto a la figura presidencial. Siempre ha mantenido canales abiertos con los presidentes y, la verdad, quien más ha sido receptivo a ello es Petro. Santos, ya sabemos, quería y quiere acabar a Uribe por sus celos, por su ego y solo abría puertas, nunca escuchó, cuando no había otra opción, como sucedió con el plebiscito por la paz que perdió. Algo similar pasó con el presidente Duque, quien temía la sombra de Uribe y no entendió lo que él le pudo ayudar. Esa puerta nunca se abrió de manera real, solo la formalidad obligatoria.
Pero todos sabíamos que la reunión de esta semana le servía mucho más a Petro. Que con fiscal de bolsillo –que esperamos la Corte no nombre hasta que tengan en la terna a alguien verdaderamente independiente– lo va a perseguir. El odio de Petro por Uribe y por lo que representan los cacaos no ha cambiado, y él solo espera su momento para consumar lo que llevan urdiendo de la mano de Venezuela, Cuba y sus amigos: acabar a Uribe como referente, mandarlo a la cárcel y destruir su legado. Saben que ese legado es el gran obstáculo a su proyecto de largo plazo y tienen un gran aliado en Juan Manuel Santos.
Por eso la primera prueba de fuego es la ley de reforma a la salud, que todos sabemos se negocia en la Cámara de Representantes por puestos y contratos. Los congresistas de la U, del Partido Liberal y del Partido Conservador que la apoyan están ‘enmermelados’ hasta la coronilla, siguiendo con la práctica que Santos sofisticó en su gobierno.
No se trata de trinos o de declaraciones que hoy ya no bastan. Hay que hacer campaña en los lugares donde esos parlamentarios vendidos sacan los votos. Que sus electores sepan que la persona por quien votaron les está destruyendo la salud. Soy el primero en unirme a esa campaña, listo a recorrer pueblos y municipios denunciando a estos congresistas corruptos. El presidente Uribe debería hacer lo mismo. Y así no se logre parar la reforma en la Cámara, en el Senado –donde es mucho más complejo para el Gobierno– se hace la tarea de manera anticipada.
La segunda prueba de fuego, más difícil por cierto, es la de la seguridad. En este año y medio han destruido la moral de la Fuerza Pública, han eliminado gran parte del conocimiento construido en los últimos 25 años con el retiro masivo de oficiales. Y lo peor, han empoderado a las organizaciones criminales a través de la paz total.
Petro ya se dio cuenta de que este tema era un gran talón de Aquiles y comenzó a hacer cambios. Sacó al activista Danilo Rueda, que nunca entendió su papel y metió a un estratega muy conocedor del tema, Otty Patiño. Ahora se perfila un cambio de ministro de Defensa, pues el desgaste de Iván Velásquez, ante una pésima gestión, no aguanta más.
Seguramente será un cambio cosmético, pues en el alma Petro aún cree en la buena fe de las organizaciones criminales e increíblemente no entiende que una Policía fuerte y unas Fuerzas Militares fuertes y actuantes son el primer incentivo para hacer una paz real. Santos lo logró después de los resultados contra ellos en la administración Uribe, y lo desperdició, pues dejó al país sumido en una ficción de paz con organizaciones criminales crecientes. La pregunta es si es buena fe y activismo lo de Petro o su verdadero objetivo es debilitar a las Fuerzas Armadas hasta el punto que sean inoperantes.
Ahí está la otra prueba de fuego. No nos podemos dar el lujo de esperar. Las FF. MM. y la Policía necesitan de un gran apoyo de la ciudadanía. Hoy están solos. Hay que hacerlos sentir orgullosos de su trabajo, reconocer su gestión histórica y no dejarlos desfallecer. Sin perder el control a su gestión tampoco. Pero hoy necesitan nuestro apoyo absoluto, total.
¿Cómo? Marchas obviamente. Pero, ¿se acuerdan cuando al principio del gobierno de Uribe fue tal el cambio en la seguridad que la gente paraba a felicitarlos, a darles apoyo en las carreteras del país y en las calles de la ciudad? Es hora de que sientan ese calor de cada uno de nosotros. Es un trabajo aún por construir, pero es tan importante como parar las reformas de Petro que llevarían a Colombia a una crisis como la argentina.
Manos a la obra. Quedarnos quietos no es opción.