Deberían resarcir al mundo por el daño causado. Es por su culpa que el planeta sufre una catástrofe económica que condenará a la hambruna a millones de personas. ¿Y no pagarán nada? Podemos imaginarnos las revueltas violentas que habrían organizado los de siempre, alrededor de la Tierra, si el virus hubiese salido de Estados Unidos y el impresentable Trump fuese el de los ocultamientos y las trampas. Embajadas apedreadas, marchas, protestas, tsunamis de opinadores criticando con dureza a la Casa Blanca y demandas en todos los países contra la nación norteamericana por los perjuicios sufridos. Solo piensen en los juicios que afrontan multinacionales como Johnson & Johnson y Monsanto por algunos de sus productos y podrán calcular el monto de las reparaciones que exigirían las víctimas.
Pero ha sido el “gigante asiático”, la potencia que supuestamente destronará al Imperio, el que nos ha mentido y sigue mintiendo sobre el origen, el momento en que empezó a propagarse y otros pormenores del covid-19. Sabemos, por los expertos, que es un virus “inteligente”, con contagiadores asintomáticos, capaz de mutar para atacar con dureza al ser humano y que, por evitarlo con un rosario de cuarentenas, está aniquilando a pobres, a la clase media y al tejido empresarial planetario. Son cientos de miles de pequeñas y medianas empresas las que cerraron sus puertas, además de empujar al borde del abismo a un buen número de multinacionales. ¿No va a indemnizar China con nada? ¿Ni siquiera le pedirán en la ONU que diga toda la verdad sobre una enfermedad que nos está destrozando? Resulta sospechoso que partiera de Wuhan y que ese país apenas tuviera muertos en relación con su población y que ahora los rebrotes resulten marginales. Por supuesto que al tratarse de una férrea dictadura en la que la población está acostumbrada a obedecer para evitar el exilio, la muerte o la cárcel, era previsible que pudieran confinar a sus ciudadanos y apenas existiera indisciplina social. Pero imposible creer sus cifras, máxime si acostumbran a ocultar y maquillar datos de toda índole cuando les conviene, porque en China nadie osará cuestionarlas. ¿Ya olvidamos que detuvieron al médico que hizo sonar las alarmas y solo reivindicaron su nombre tras su muerte para mostrar una cara arrepentida y amable a Occidente?
Por tanto, si bien resulta difícil creer en teorías conspirativas, como algunos sugieren e insinúa la doctora china Li-Meng Yan en entrevista al diario español El Mundo, no deberían descartar nada. Y, menos aún, reportes que señalan que no es un virus procedente de animales, sino de una falla del laboratorio de Wuhan. Incluso si fuese cierto que partió del pangolín en un mercado, el silencio que impusieron, con la complicidad de la OMS, terminó siendo desastroso. Como mínimo, deben entregar a precio de coste las vacunas que descubran sus dos empresas CanSino Biologics y Sinopharm, y regalar, en lugar de prestar, 1.000 millones a Latinoamérica para comprarlas. Sería intolerable que primero prendan fuego al edificio y luego obtengan beneficios por apagarlo. Lo justo sería compensar con ese pequeño aporte. Los economistas advierten que por el terrible mal causado nuestra región no solo sufrirá la peor recesión en casi 100 años, sino que habrá perdido la década. No debería salirse China de rositas como si nada hubiera pasado. Además, los países del extinto Alba deberían hacer un quite sustancioso a la deuda que contrajeron en los años de gloria del ruinoso socialismo del siglo XXI. China se convirtió en su banquero, prestó alrededor de 133.000 millones de dólares a Argentina, Ecuador, Bolivia y Venezuela. Y que no vengan con el discursito de que defender los derechos de un mundo que vive un desastre inimaginable supone estigmatizar a los ciudadanos chinos. Es evidente que son otras víctimas del oscurantismo de sus poderosos dirigentes comunistas. Se trata de reclamar responsabilidades, aunque solo Francia, Estados Unidos y Gran Bretaña lo hicieron, pero a media voz y sin insistencia. China tiene que compensar, cuanto menos, a las naciones en vías de desarrollo. Y que no sea su Gobierno tan mezquino como para ofrecer unos míseros 30 millones de dólares para la OMS. No sé cómo no se sonrojaron cuando anunciaron la rácana limosna. No alcanza ni para mascarillas.
Que su presidente Xi Jinping pida mil veces perdón al mundo, que dejen de espiar a las farmacéuticas gringas, que abran las puertas de su país a científicos neutrales para que investiguen si confirman o ahuyentan las sospechas de virus inventado en laboratorio y, sobre todo, para que el mundo conozca qué enemigo de verdad enfrenta. Por supuesto que esta columna es solo un desahogo. No le pedirán cuentas.