La libertad de expresión y de opinión son los derechos distintivos de la democracia. Al precarizarse, así haya elecciones, Constitución y leyes, se le vacía de contenido. Claro que como todo derecho, tiene su correspondiente deber y por ello no se extiende a la calumnia o a la propaganda comercial engañosa, como lo demuestra una revisión de la jurisprudencia constitucional. En defensa de la libre expresión, debe examinarse la reciente presión epistolar que ejercen quienes dirigen cartas abiertas a personas que expresan opiniones que no comparten, para ser difundidas a manera de intimidación por el respaldo económico que las sustenta o el cargo público que detenta quien las suscribe. Me refiero a la carta abierta dirigida al alcalde de Medellín, Daniel Quintero Calle, por Libertank y el Instituto de Ciencia Política Hernán Echavarría Olózaga; y a la comunicación enviada al expresidente Ernesto Samper Pizano por el mayor general, Eduardo Enrique Zapateiro, comandante del Ejército, con un encabezado de “restringido” que no se cumplió. En la primera, dos organizaciones que defienden la libre empresa le reclaman al alcalde de Medellín por la participación del académico español, Juan Carlos Monedero, en un foro internacional organizado por la secretaría de participación ciudadana. Al ponente lo descalifican por ser “fundador de Podemos (hoy de la coalición de gobierno en España) y quien ha apoyado al dictador venezolano Nicolás Maduro.” Les preocupa que “se pretenda confundir, especialmente a los jóvenes, sobre los efectos reales de ideas políticas que soportan regímenes autoritarios, estatistas y colectivistas” que mandan “un peligroso mensaje a la opinión pública”. La misiva termina con una estigmatización intimidatoria al alcalde que ha convocado a toda la ciudadanía a unirse en torno a la respuesta a la pandemia del coronavirus: “Lo exhortamos a conservar las buenas prácticas democráticas” afirman, como si un foro pluralista y de libre examen las contradijera en vez de reafirmarlas. Claro que Libertank y el Instituto Echavarría Olózaga están en su derecho de expresar sus opiniones por los medios que estimen convenientes. Lo que resulta inaceptable es que profieran advertencias disimuladas al alcalde de promover el retiro del apoyo del empresariado a su gestión de la pandemia, de no plegarse a esas opiniones, en abierta contradicción a la plegaria de su emblemático himno: “¡Oh! Libertad que perfumas las montañas de mi tierra.” La segunda carta proviene de quien comanda las fuerzas militares y reconviene a un expresidente por expresar su opinión en un trino que muchos compartimos. Afirma el expresidente Samper: “Siguen apareciendo casos de abusos sexuales de miembros de las FFAA sin que hasta el momento exista condena. Me sigue pareciendo que, al margen de lo judicial, existe al interior de las fuerzas una desatención en la tarea de formación ética y en DDHH de soldados y policías”. Además de enviar los trinos del expresidente a la Fiscalía para que investigue si los contenidos de la formación militar promueven las violaciones, el general debería analizarlos directamente para garantizar que contengan la orientación ética que todos esperamos de quienes portan las armas de la república y preocuparse porque quienes ostentan mando sean modelos ejemplares de comportamiento ético. La misiva tiene un tufo intimidatorio de la libertad de expresión que no debe hacer curso en el Estado y mucho menos en las Fuerzas Armadas. Si el poder económico puede llegar a condicionar el comportamiento de servidores públicos, el poder de las armas y de la ley penal desviados para intimidar puede dar al traste con la democracia, como parece estar abriéndose paso en Colombia. La libertad de expresión es crítica por naturaleza y precaria frente a todo tipo de poder. Si las directivas de Libertank y el Instituto Echavarría Olózaga no quieren escuchar a Monedero, están en su derecho. Pero exhortar al alcalde, que debe guardar neutralidad, para que vete izquierdistas con la insinuación velada de retirar apoyo a la lucha contra la pandemia, está fuera de lugar. Si el comandante del ejército se molesta con la crítica, debe guardar prudencia republicana y mirar cómo enderezar los yerros en vez de mostrar los fierros.