Decía hace 11 años el entonces presidente Álvaro Uribe, con motivo de las muchas mentiras que rodearon la famosa Operación Jaque para el rescate de 15 secuestrados de manos de la guerrilla de las Farc: “Los errores se pueden perdonar, pero las mentiras no se pueden perdonar”. Las mentiras conocidas de entonces, como se recordará, se dieron en torno al ilegal uso de insignias de la Cruz Roja en el fuselaje del helicóptero y en los atuendos de los militares rescatistas, y se conocieron gracias a una revelación de la cadena de televisión norteamericana CNN. Mintieron los generales, mintió el entonces ministro de Defensa Juan Manuel Santos, mintió el presidente Uribe. Y es de suponer que se autoperdonaron sus mentiras todos ellos, puesto que nunca se supo que se hubieran autocastigado “ejemplarmente”, como prometió Uribe que sucedería. Más bien se autopremiaron. Santos, por ejemplo, nada menos que con la Presidencia de la República. Le puede interesar: Consejos de amigo Después se conocieron más mentiras, y más de fondo, gracias, entre otras, a las investigaciones del periodista Gonzalo Guillén. Se supo que la famosa operación de inteligencia no había sido de ingenio y engaño, sino de compra de los dos guerrilleros custodios de los secuestrados, que los entregaron a cambio de un par de teatrales puñetazos en la cara y de no se sabe cuánto dinero en el bolsillo. No es fácil, entre mentirosos consuetudinarios como son los dos expresidentes Uribe y Santos, saber quién miente ahora. Tal vez habría que averiguar si hubo otro engaño ahí, y resulta que al final no les pagaron lo convenido. Porque ¿en dónde están hoy los guerrilleros comprados, César y el Gafas? De este se sabe que, tras cumplir varios años de cárcel, acaba de comparecer ante la JEP para dar informaciones. Pero del jefe, César, no se sabe nada desde que la DEA norteamericana se lo llevó a los Estados Unidos bajo la acusación (¿se sorprenden ustedes?) de tráfico de drogas. Puede leer: Vox populi Por eso no es fácil, entre mentirosos consuetudinarios como son los dos expresidentes Uribe y Santos, saber quién miente ahora con respecto al mismo asunto. Uribe acaba de salir a decir en sus desesperados trinos venenosos que en la famosa y exitosa operación no tuvo nada qué ver el ministro de Defensa de entonces, y que todo lo hizo él solito; pero que prefirió darle el crédito a la vanidad de Santos siguiendo su austera costumbre generosa de “delegar éxitos y asumir responsabilidades”. A Santos hay que reconocerle el mérito de que no ha respondido al venenoso trino –lo había hecho ya en sus dos libros de autoayuda: el de hace 11 años, Jaque al terror, y el de hace unas pocas semanas, La batalla por la paz–, o de que al menos no ha respondido por voz propia, sino a través del general Juan Carlos Rico, comandante de la operación aquella. De la que en aquel entonces se nos informó que había sido comandada por otros: los generales Rey, Montoya y Padilla. ¿Al fin quién? Decía –en aquel entonces– el entonces presidente Uribe: “Hay cosas que no se pueden hacer, y hay cosas que no se pueden decir”.