Se me acabaron las dudas: a Iván Duque lo quieren tumbar. Es evidente que su Gobierno enfrenta serias dificultades y que la inconformidad social en el país es creciente y justificada. Pero es necesario que los ciudadanos sepan que en este país dividido, la venganza política es lo que verdaderamente mueve a quienes sueñan con ver a Duque saliendo de la Casa de Nariño antes de tiempo. Un sector del país no le perdona que haya ganado las elecciones de la mano de Álvaro Uribe, su mentor. Francamente, siento miedo de pensar que tumbar al presidente sea posible. No por él, sino por Colombia. Todo se vendría al piso y el país quedaría al borde del caos. Es cierto que a Duque las cosas le están saliendo mal y que su gobernabilidad es cada vez más frágil. Pero provocar su salida anticipada como remedio a todos los males sería más que un desacierto. Poco a poco lo han ido arrinconando como en un juego de ajedrez que busca darle jaque mate, y no sé si él tenga claro hacia dónde lo están llevando. Lo quieren ver sin salidas, ¿lo están logrando?
El paro nacional del 21 de noviembre será una prueba de fuego para el Gobierno porque hay quienes lo quieren utilizar como punto de partida para salir de Duque. Muchos sectores irán a las calles a decirle al presidente que se cansaron, que no se sienten escuchados ni representados, que necesitan soluciones, que el Estado los olvidó. Los jóvenes reclamarán garantías para poder educarse; otros saldrán a exigir políticas efectivas para frenar el desempleo de más del 10 por ciento; los indígenas y los líderes sociales pedirán que por lo menos les garanticen la vida, que no los maten. La lista de reclamos es larga y justa; Duque tendrá que escuchar y buscar soluciones. Pero ya no es un secreto que en la protesta también estará presente una estructura organizada que busca desestabilizar la institucionalidad, una estructura política que le apunta al caos. Eso es lo que los colombianos no podemos permitir. Sí a la protesta, no a los que quieren arrasar con la democracia. No podemos dejar que Colombia se convierta en otro Chile, ni que los vándalos se apoderen de todo infundiendo terror. ¡Cuidado! Duque llega al paro debilitado, con 69 por ciento de desaprobación, según Gallup, tras una sarta de fracasos. El último pulso político lo perdió en el Congreso, donde le acaban de tumbar al ministro de Defensa. Es claro que Guillermo Botero renunció porque la oposición tenía los votos para aplicarle la moción de censura. La denuncia del senador Roy Barreras dejó al descubierto que el ministro le ocultó al país que en el bombardeo contra el disidente alias Gildardo Cucho murieron por lo menos ocho menores de edad. Botero se cayó porque se le acabó el combustible, ¡había cometido tantos errores! Siquiera se fue; ojalá su reemplazo sea alguien idóneo para que el Gobierno empiece a “enderezar” en la política de seguridad. El problema es que la oposición está empoderada y mejor articulada que nunca y seguirá poniendo a los ministros contra la pared. Duque, terco, no hace cambios, pero los opositores lo están obligando.
El presidente tampoco salió bien librado del episodio que se volvió viral en las redes sociales tras darle una respuesta absurda a Jesús Blanquicet. El periodista de El Heraldo le preguntó por el bombardeo que tumbó a Botero, y el mandatario, con arrogancia, le dijo: ¿de qué me hablas, viejo? Con hechos como este, Duque se ve desesperado, acorralado, al punto que está perdiendo la amabilidad que lo caracteriza. No conozco a nadie que no le aplauda las buenas maneras a Duque. Como si fuera poco, en su partido ya no saben qué hacer, dicen que el presidente no se deja hablar. A pesar de lo mal que pueda estar saliendo este Gobierno, les digo a los expresidentes, a los partidos, a las instituciones, al Congreso, a las cortes, a los entes de control y a los ciudadanos que no se puede jugar con fuego. Es hora de pensar en Colombia. Hay que dejar las mezquindades y sacar al país adelante. A Duque hay que darle el chance de que pueda recuperar el control. El presidente también debería mostrar disposición para dialogar y llegar a acuerdos que le permitan tener gobernabilidad. No puede seguir secuestrado en Palacio por quienes le hacen creer que todo va bien y que quienes hacemos alguna crítica somos sus enemigos. Es hora de ayudarse y dejarse ayudar. Ojalá Duque pueda cambiar el rumbo de su Gobierno, por el bien de todos. Ojalá esté dispuesto a escuchar al pueblo, a dejar la vanidad a un lado, a empoderarse, a entender que no puede quedar bien con todo el mundo y que su obligación es velar por la estabilidad moral, política y económica de Colombia. ¡Presidente Duque, necesitamos que reaccione!
El presidente también debería mostrar disposición para dialogar y llegar a acuerdos que le permitan tener gobernabilidad. No puede seguir secuestrado en Palacio por quienes le hacen creer que todo va bien y que quienes hacemos alguna crítica somos sus enemigos. No creo, bajo ninguna circunstancia, en los golpes de Estado; creo en la democracia, y la oposición que acepte que Duque ganó las elecciones y punto. Si quieren ganar en 2022, que no sea con guerra sucia, porque no es contra el presidente o el uribismo, es contra los colombianos.