Siempre la humanidad ha sabido que las innovaciones tecnológicas han elevado su nivel de vida. Por eso desde los albores de la economía como ciencia a finales del siglo XVIII se reconoció en el modelo de economía clásica a los “shoks” tecnológicos como la variable más importante para aumentar el producto, o lo que es lo mismo, el ingreso de un país. La evidencia abunda en este sentido: si se toman las aplicaciones de patentes como indicador de innovación tecnológica de un país, se puede concluir que hay una altísima correlación entre este indicador y el nivel de vida de su sociedad. Según datos de la OECD, Alemania tuvo en el año 2013 17.206 aplicaciones de patentes, mientras Colombia apenas tuvo 89. Es en la innovación donde reside la fuente de creación de riqueza, no en los recursos naturales ni en la economía de la extracción. El petróleo, por ejemplo, no tenía ningún uso antes de la invención del motor de explosión, igual ocurrió con el silicio, un mineral prácticamente inagotable y aparentemente inútil, que gracias a la innovación se convirtió en la medula de la revolución informática por ser este el elemento con el cual se fabrican los microchips. Es imperativo entonces crear en Colombia una cultura y una política pública para la innovación y también para el emprendimiento, pues este es el complemento natural que garantiza que los inventos sean llevados al mercado. Arraigar la innovación y el emprendimiento en nuestra sociedad es tarea de todos. Las empresas deben tener organizaciones menos piramidales y más matriciales donde la cooperación y la toma de riesgos individuales sean compensadas y promovidas. La academia, por su parte, debe enfocar la cátedra no solo hacia darle los elementos cognitivos a los estudiantes para innovar, sino también hacia despertar en ellos su curiosidad y apoyarlos decididamente en el proceso. Y el gobierno, a su vez, debe comprometerse presupuestalmente con la ciencia y la tecnología y a fortalecer iniciativas como el Fondo Emprender, pero también debe incentivar tributariamente a los inversionistas “ángeles” que le apuestan su capital a los jóvenes innovadores. En la Universidad Autónoma del Caribe estamos haciendo la tarea. Hace dos años creamos el Centro de Innovación y Emprendimiento para apoyar a los jóvenes innovadores en la ejecución de sus ideas hasta convertirlas en empresas viables. Los resultados son halagadores; numerosas ideas que ya son empresas exitosas, desde vestidos de baño que cambian de color con la intensidad de los rayos ultravioleta para proteger la salud, hasta un bastón inteligente para ciegos y una aplicación para moverse inteligentemente utilizando el transporte público. Esos son algunos de los resultados que nos motivan a seguir adelante. Impulsar la innovación y el emprendimiento es la mejor respuesta en el corto plazo al desempleo juvenil y a un posconflicto exitoso. Y en el largo plazo es el vehículo que nos hará un país desarrollado. Así como nuestra sociedad ha producido genios de la literatura como Gabo, de la música como Shakira o del deporte como James Rodríguez, también podría Colombia producir un Steve Jobs o un Bill Gates. Es cuestión de enfoque y estrategia. * Rector Universidad Autónoma del Caribe