Gustavo Petro solo cumple aquellas promesas de campaña que tienen alta carga ideológica, como aquella de acabar las EPS, o quitarle al presidente Uribe su finca. Sobre su propuesta expropiatoria con nombre y apellido al mejor estilo chavista dijo en campaña: “siendo el “Uberrimo” uno de los latifundios más improductivos del país, se podría pensar en comprarlo para producir alimentos y generar empleo” y luego afirmo que los latifundios improductivos tendrían que pagar altos impuestos para inducir a sus propietarios a venderle al estado.

Como es costumbre en Petro, él parte de una premisa falsa para justificar una acción que soporta su ideología, en este caso esa premisa falsa es que el “Uberrimo” es una finca improductiva. Veamos: el presidente Uribe antes de ser político, se había iniciado como un trabajador del campo siguiendo el ejemplo de su padre, quien adquirió esos predios de “El Uberrimo”, siendo tierra inculta. Las tierras del Uberrimo no son aptas para la agricultura, dado que en épocas de lluvia se inundan, y en épocas de verano hay sequía severa. A pesar de esto, Uribe ha logrado una alta productividad en su empresa pecuaria, con inversiones en tecnología y adecuación de tierras, y una abnegación por el trabajo en la finca que va más allá de los indicadores financieros. La finca produce carne, leche, equinos, mulares y especies menores (carneros), pero, además, produce embriones que ayudan a diseminar en otras fincas el mejoramiento genético que ha logrado. Cuatro médicos veterinarios en sus respectivas especialidades visitan la finca. Tan solo basta ir al “Uberrimo”, o hablar con los vecinos, como lo he hecho yo, para constatar este ejemplo de productividad a pesar de las adversidades de la naturaleza

El presidente Uribe no es un finquero de ocasión o un inversionista pasivo: es un granjero devenido en político, como lo fue Abraham Lincoln. Mientras que Petro, quien lo acusa de tener un latifundio improductivo, siempre ha sido un político (violento en una época), que no solo jamás ha producido nada, sino que vive de tergiversar la realidad para acomodarla a su mundo marxista, lo cual quiere decir que tampoco sabe cómo producen los que producen.

Ahora Uribe se ve obligado a vender un predio del “Uberrimo” por un incremento desmesurado en su impuesto predial, producto de un aumento absurdo del avalúo catastral (tal como Petro lo prometió) y se lo ofrece al estado por un precio menor a dicho avaluó. Algunos se frotarán las manos porque Petro está logrando su cometido de quitarle la finca a Uribe, pero no se engañen: esto no es un problema de Uribe, es una amenaza para Colombia.

Este caso pone en evidencia que la verdadera reforma agraria de Petro consiste en cargar de impuestos a finqueros productivos para obligarlos a vender sus fincas, mismas que el estado tendrá que pagar de acuerdo con unos avalúos catastrales inflados, para entregarle esas tierras a unos nuevos propietarios que difícilmente podrán mantener su productividad, y que menos podrán pagar las nuevas cargas tributarias. Ósea que se van a gastar todos los recursos de la política Agropecuaria en comprar fincas productivas porque sus latifundios improductivos solo existen en su mundo de fábula.

Y dónde quedan los 1.8 millones de campesinos que son propietarios de tierra según el último censo del DANE? Pues esos están invisibilizados por este gobierno porque su existencia contradice su narrativa de que en Colombia el campesino no tiene tierra. Para ellos no habrá un peso en mejoramiento de vías para sacar sus cosechas, ni para asistencia técnica, ni apoyos en la comercialización, ni subsidios a sus costosos insumos o a sus tasas de financiamiento, ni mucho menos infraestructura de riego. Nada, ellos no existen. Prueba de esto es que de los 22 indicadores que monitorea el DNP para el sector agropecuario, 13 no tienen ningún avance y en el resto el avance es precario. Por ejemplo, de las 29,186 hectáreas que debían habilitar para riego en este gobierno, no han cumplido con una sola hectárea.

Pero el problema no termina ahí. Como no recordar aquella frase de Chavez en medio de su frenesí expropiatorio: “Se acaba el latifundio improductivo en Venezuela o muero en el camino”, y cumplió: acabo con las fincas productivas en Venezuela. Los resultados están a la vista: en el 2002 Venezuela producía su carne, pero en el 2009 importaba 374,000 toneladas. La gente seguía consumiendo carne gracias a la munificencia del régimen que alimentaba a la población con las boronas que caían del festín de la bonanza petrolera, pero cuando hasta con la producción de petróleo acabaron disminuyéndola un 70%, y el precio se redujo, entonces el ajuste vino por cuenta de los estómagos del ciudadano venezolano que perdió en promedio 11.4 kilos, y muchos murieron de desnutrición.

Con esa candela de la seguridad alimentaria es que está jugando Petro al abandonar al campesinado dueño de fincas, y obligar a los empresarios productivos a abandonar el campo. ¿¿Quién va a surtir entonces las plazas de mercado y los anaqueles de los supermercados?? No será la comida importada porque Petro ya le declaro también la guerra al petróleo y no habrá divisas para comprarla, así que si sigue adelante con su reforma agraria como está concebida, esos que hoy se frotan las manos porque Uribe no trabajará más el campo, eventualmente entrarán a la onda del ayuno intermitente, pero no por elección, sino por necesidad.