En la política como en el fútbol marcar la cancha es de vida o muerte. En ambos existen actores, territorios y recursos. El Gobierno Nacional está marcando la cancha de este partido que ya arrancó y tal como lo hacen los buenos estrategas, se empieza por aquello que si bien resulta controversial y traumático al comienzo, una vez resuelto, todo se hace más fácil. En este caso: la reforma a las regalías mediante el Acto Legislativo Número 13 presentado por el gobierno nacional que cambiará las reglas del juego entre la nación y los entes territoriales en esta materia. El proyecto presentado, tan discutido, peleado y llorado en estas últimas semanas, (pues en todo partido de fútbol -siguiendo la analogía- siempre hay insultos, patadas, codazos y lágrimas, incluso al interior del mismo equipo) busca garantizar la “equidad regional” modificando la distribución de los recursos de regalías, propender hacia la “equidad social” privilegiando zonas más pobres e impulsar el “ahorro” en un momento de bonanza en la producción y explotación de los recursos. Las cifras oficiales hacen referencia a 7,4 billones para el 2010, unos 10 billones en cinco años y 12 billones para el 2020. Las cifras indican que el 80% de las regalías se concentra en entidades territoriales que representan el 17% de los colombianos. El 33% de la población del país (aproximadamente 17 millones de habitantes) se ubican en el llamado anillo de pobreza. Alrededor de 24.876 irregularidades relacionadas han sido detectadas por la Procuraduría en 750 municipios y departamentos. El 95% de los dineros terminan en 17 departamentos y 60 municipios. Sólo 170 municipios se benefician con regalías directas. Y casos como el departamento de Casanare que recibe en proporción $ 2.170.998 por cada uno de sus 319.502 habitantes, y sostiene un índice de necesidades básicas insatisfechas del 35,5%. Hablar de regalías es hablar -en buena parte de los casos- de treinta años de manejos irresponsables, de políticos corruptos, de gestión ineficaz, de robo, saqueos y raponazos (término este muy utilizado últimamente). Y peor aún es hablar también de pobreza, inequidad y demagogia que han generado territorialidades excluyentes, desarticuladas y desentendidas de objetivos de desarrollo. Lo cierto es que la ambigüedad, el conflicto y el despilfarro atentan contra toda posibilidad de proyectos regionales reales y sostenibles a largo plazo asociados a un proyecto de nación. Esta es una oportunidad política para poner a prueba las verdaderas intenciones y los niveles de compromisos del centro y las regiones con la equidad intrarregional, interregional e intergeneracional, así como lo es el desafío en la generación de capacidades institucionales para el funcionamiento de los cuatro fondos: el del Ahorro y Estabilización, el de Competitividad Regional, el de Compensación y el de Desarrollo Regional. ¿Qué tan genuino es el rechazo de muchos al proyecto de reforma de regalías? Que no nos sorprenda el reacomodamiento de jugadores en los próximos tiempos. Hay algo que hay que tener muy claro: no todos tienen las condiciones, capacidades y posiciones para marcar la cancha -por lo menos al mismo tiempo- pero los buenos jugadores, saben leer las “marcas” y ni se cansan ni descansan. La combinación de inteligencia y velocidad es lo que muchas veces marca la diferencia en el partido. En este encuentro, se requiere inteligencia con ética y velocidad con responsabilidad porque lo que está en juego es nada más y nada menos que los recursos naturales y las regalías de todos los colombianos. No sé quién meterá más goles, pero goles -de lado y lado- habrá con seguridad. Lo más importante en este juego que ya arrancó es que ganen los colombianos. *Directora de la Especialización en Gobierno y Gestión Pública Territoriales – Directora Carrera de Ciencia Política. Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana.