Esta semana, el Dane reportó que el PIB de Colombia creció un 12,6 % en el segundo trimestre del año. No es un hecho cualquiera, pues da cuenta de la fortaleza de nuestra economía y del desastre que haría Petro al cambiar la fórmula del éxito. Para ser metafóricos, él quiere matar a la gallina de los huevos de oro, hacer un sancocho con ella y ponerle IVA.
La disparada ascendente de nuestra economía antes de Petro estuvo jalonada por los sectores del entretenimiento, que creció un 36,3 %; comercio, que creció 22,9 %, y la industria, cuyo incremento fue del 21,3 %. Todos, sin excepción, serán impactados por la reforma tributaria, con cosas como el impuesto al plástico, los gravámenes a productos alimenticios de consumo popular, la eliminación de exenciones para grandes empresas, la doble tributación en dividendos y un enorme etcétera.
Y es que toda reforma tributaria debería presentarse con un estudio de cómo afectaría al empleo y la inversión, que son los dos grandes pilares de una economía. Es una conversación que nunca se da, pero algunos expertos ya están hablando de la destrucción de miles de puestos de trabajo si se aprueba la reforma tal como está, al castigar de manera excesiva, por ejemplo, la inversión extranjera en la industria del petróleo y el carbón.
La relamida mentira de campaña, según la cual Petro solo le cobraría impuestos a los 4.000 más ricos del país, fue obscena. En realidad, de los 25,9 billones que recaudarán con la reforma, solo 8 billones vendrán de esas personas ricas (el 1 % del país) y el resto será soportado precisamente por todas las clases sociales y por las industrias que hoy gozan de prosperidad y generan empleo.
No es una exageración asegurar que esta reforma tributaria nos devolvería a los escenarios terribles de la pandemia.
Hablando de pandemia, las cifras reveladas por el Dane también dan cuenta de un sector de la economía que no ha levantado cabeza y sigue con las cifras que tenía desde antes del 2021, es decir, con un crecimiento estancado: agricultura, ganadería y pesca. La comida que consumen los colombianos, sea cual sea su dieta, depende de este sector de actividad primaria. Suponer que la reforma de Petro no va a afectar a estos sectores es inexacto. Considérese, por ejemplo, a todos los productores de materias primas para embutidos y dulces. Pero en lugar de buscar estímulos para la ganadería o la caña, el actual Gobierno le tiene declarada la guerra.
En cuanto fue presentada, la reforma desató toda clase de críticas por cargar con impuestos a la comida tradicional de los colombianos. Pasado el tiempo, y en medio de varios globos distractores del petrismo, recién estamos conociendo las voces de alarma de sectores empresariales y gremios sobre aspectos como eliminar el ICA como descuento al impuesto de renta y convertirlo en una deducción, o los condicionamientos a las zonas francas ya existentes. Explicado de forma sencilla, estos cambios harán que las empresas tengan una fuerte carga que las espante de generar nuevos puestos de trabajo.
Por otro lado, el país sigue sin conocer la destinación de los recursos que la reforma tributaria va a recaudar. ¿Cómo reaccionaría la nación si se conoce, por ejemplo, que los nuevos impuestos serán para crear ministerios? ¡Lo que se tienen que crear son empresas que generen empleos!
Así que la gallina de los huevos de oro está en riesgo. El presidente Petro nos puede devolver dos años en términos de puestos de trabajo y crecimiento económico, algo que afectará a todos los colombianos, desde el más rico hasta el más vulnerable. Si la pandemia se caracterizó por la destrucción de empresas y el desempleo, apostarle a medidas que generan el mismo efecto, así sea en una menor magnitud, es revivir fantasmas que el país ya había creído superar.