No queremos que suban los impuestos pero tampoco que bajen. Actualmente las sociedades pagan el 33% sobre su renta líquida. No es una tarifa desproporcionada cuando las rentas de trabajo pueden pagar hasta el 39%. “Reducir la carga tributaria de las empresas impulsa un mayor crecimiento económico de forma sostenida”, dice nuestro inefable Ministro de Hacienda en la exposición de motivos de la reforma tributaria que acaba de presentar al Congreso. Esta afirmación nos recuerda varias otras suyas, propias del capitalismo salvaje: que el salario mínimo en Colombia “es ridículamente alto”. Que es indispensable gravar toda la canasta familiar con un IVA del 17 o 19%. En 2.018 presentó un “Proyecto de Ley de Financiamiento” cuyo resultado neto es que en vez de una mayor recaudación para colmar el faltante presupuestal, recaudaba menos. Y si no recuerdo mal, en alguna oportunidad propuso que el Estado no respondiera patrimonialmente por los daños antijurídicos que le cause a las personas. Con esta tesis siempre será demasiada alta cualquier tarifa que paguen las sociedades. Sin embargo, no es cierta. El ministro se apoya en tres autores. Ninguno de ellos Premio Nobel de Economía. En contraste, permítaseme citar a Paul Krugman, Joseph Stiglitz y Abhijit Banerjee, quienes afirman lo contrario. Dice Paul Krugman: “Hace casi cuatro décadas, el entonces candidato George HW Bush usó la frase ´política económica vudú´ para describir la afirmación de Ronald Reagan de que recortar los impuestos para los ricos se pagaría por sí mismo…. una creencia que aparentemente no puede ser desmentida por la evidencia. Ha fallado cada vez que sus defensores han intentado ponerla en práctica, pero sigue luchando. De hecho, en este punto se ha devorado el cerebro de todas las figuras significativas del Partido Republicano... Es cierto que cada vez que los recortes de impuestos no producen el milagro previsto, sus defensores presentan extrañas explicaciones de su fracaso… Mi favorita hasta ahora vino de Art Laffer, el economista vudú original y reciente receptor de la Medalla Presidencial de la Libertad. ¿Por qué la política de reducción de impuestos de George W. Bush terminó no con un boom, sino con la peor depresión económica desde la Gran Depresión? Según Laffer, la culpa recae en Barack Obama, a pesar de que la recesión comenzó más de un año antes de que Obama asumiera el cargo”. (The New York Times, 22 agosto 2.019) Y Joseph Stiglitz es de la misma opinión: “¿Qué tipo de sistema económico es más conducente al bienestar humano? Esa pregunta ha llegado a definir la época actual porque, después de 40 años de neoliberalismo en Estados Unidos y en otras economías avanzadas, sabemos lo que no funciona. El experimento neoliberal —impuestos más bajos para los ricos, desregulación de los mercados laboral y de productos, financiarización y globalización— ha sido un fracaso espectacular. El crecimiento es más bajo de lo que fue en los 25 años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, y en su mayoría se acumuló en la cima de la escala de ingresos. Después de décadas de ingresos estancados o inclusive en caída para quienes están por abajo, el neoliberalismo debe decretarse muerto y enterrado”. (El Espectador, 9 de junio 2.019, p.40) (Negrillas, mías) En Colombia también el crecimiento del PIB es más bajo en comparación con las altas tasas de crecimiento de antes de que este mito interesado se apoderara de nuestros ministros de Hacienda. Así: “En 1.961, 1.962, 1.966, 1968 y 1.971 el PIB fue superior al 5%; en 1.964 ,1.969 y 1.970 fue superior al 6%. En 1.972 fue superior al 7%. En 1.978 fue superior al 8%”. (www.bancomundial.org) Y qué dice el Premio Nobel de 2.019, Abhijit Banerjee: “La reducción de impuestos para impulsar la inversión es un mito difundido por las empresas… están dando incentivos a los ricos que ya están sentados en toneladas de dinero. Un mejor enfoque sería subir algunos impuestos y distribuir el dinero a las personas para que lo gasten… No se impulsa el crecimiento recortando impuestos, se consigue dando dinero a la gente. La inversión responderá a la demanda”. (Entrevista del lunes 21 octubre 2.019 en Nueva Delhi, donde promocionaba su libro: “Good Economics for Hard Times”. Bloomberg) La reducción de impuestos para los más ricos que trae el Proyecto de Reforma Tributaria le cuesta al erario público 16 billones de pesos. Afirma el doctor Santiago Pardo, reconocido tributarista: “La reducción de la tarifa en renta (pasa del 33% en 2.019 al 30% en 2.022), la reducción de la presuntiva, la posibilidad de descontar el ICA en el impuesto de renta, la posibilidad de descontar el IVA de bienes de capital en el impuesto de renta… si uno los cuantifica, valen cerca de 16 billones de pesos”. (El Tiempo, 21 octubre 2.019, p. 1.8) (Negrillas, mías) 16 billones de pesos. La situación social en Colombia con su inequitativa distribución de la riqueza y de los ingresos, brecha que se acentúa cada vez más, tanto como en el resto de América Latina, es una olla a presión a punto de estallar como ya ha sucedido en Chile, Ecuador y otros lugares. ¿Qué no podría hacer el Estado con 16 billones de pesos adicionales en el presupuesto? ¿Por qué no gastarlos en educación a todos los niveles cuando el déficit de cupos en la universidad pública es escandaloso y doloroso? ¿Cuándo, por falta de recursos este gobierno eliminó el programa “Ser pilo paga”? ¿Cuándo, a la universidad pública sólo ingresa alrededor del 10% de los aspirantes, como es el caso de la Universidad Nacional, algunos de cuyos edificios en Bogotá amenazan ruina, y su hospital se está construyendo sólo con aportes privados porque el Estado no tiene recursos presupuestales para eso? ¿Por qué no gastarlos para hacerle frente a las necesidad básicas insatisfechas en regiones como el Cauca, Nariño, la Costa Pacífica, Chocó, la Costa Atlántica y los cinturones de miseria de las grandes ciudades? El sector salud tiene un déficit considerable. ¿Por qué no gastar parte de esos 16 billones de pesos en la salud de los colombianos? ¿Por qué no, en la Reforma Agraria para ponerle fin a la violencia que tiene origen en la injusta tenencia de la tierra y en el desplazamiento de campesinos, logrando que quien quiera trabajarla pueda hacerlo, sin afectar, desde luego, la propiedad privada de sus legítimos dueños? ¿Por qué no impulsar la asociación entre grandes empresarios agroindustriales y pequeños propietarios de tierra, que ha sido un experimento exitoso en México? ¿Por qué no prevenir la mortalidad infantil que se origina en la falta de acueductos y alcantarillados? ¿Por qué no gastar más en saneamiento básico ambiental? ¿En la nutrición de los infantes? Destinar esos 16 billones de pesos en inversión social sería un canto a la vida, a la lucha en contra de la desigualdad social y económica, y a la convivencia pacífica. Démosle esos 16 billones a quienes más los necesitan y no, como propone el Ministro de Hacienda, a los que “ya están sentados en toneladas de dinero”. Creo que, adicionalmente, es un imperativo moral. No son tiempos para el capitalismo salvaje sino para el capitalismo a rostro humano. Constituyente 91* Octubre 31 de 2.019