Durante el año pasado se registraron 17.043 nuevos casos de tuberculosis (TB) en todo el país. Por causa de esta enfermedad, lamentablemente, fallecieron 1.137 personas, el equivalente a tres muertes diariamente. Quienes padecen tuberculosis tienden a ser personas vulnerables y muy pobres, afectadas por deplorables condiciones sociales y de hacinamiento: los territorios más afectados son Antioquia —con cerca de 3.000 casos por año— y los distritos de Cali y Bogotá, con 1.239 y 1.065 casos reportados en 2022.
Colombia tiene una amplia y notable historia de lucha contra la tuberculosis. A inicios del siglo XX, cuando la mortalidad por la enfermedad llegaba al 30%, los diferentes gobiernos tomaron la decisión de crear pabellones —en las principales ciudades— para la atención de estos pacientes. Por ser una enfermedad de tratamiento prolongado, se implementó en el Ministerio de Salud, el programa y protocolo de manejo de la enfermedad.
Este esfuerzo de varias décadas promovió en el país la estrategia de Tratamiento Directamente Observado (DOTS), donde se incluyeron cinco principios imprescindibles:
1. Compromiso político de erradicar la enfermedad.
2. Diagnóstico oportuno y adecuado.
3. Dotación permanente de medicamentos de calidad.
4. Uso de esquemas de tratamiento acortados.
5. Monitoreo y evaluación de las intervenciones.
Los resultados del programa de control de tuberculosis en Colombia han sido inmejorables: la mortalidad disminuyó considerablemente porque pasamos de tener tasas cercanas a las 10 muertes por 100 mil habitantes —hace 40 años— para lograr, en 2019, una tasa de 1,7 por 100 mil habitantes, cuando en 1990 la tasa era de 7.6 por 100 mil habitantes. Tan relevantes han sido los resultados que Colombia tiene menor mortalidad que México, Brasil y Chile. Solo somos superados por Argentina, país cuya mortalidad inicial fue mucho menor por TB.
Sin embargo, aún no se puede cantar victoria. La presencia del VIH hace muy susceptibles a quienes la padecen, pero la principal amenaza de la TB es la creciente resistencia del bacilo tuberculoso a los antibióticos utilizados para su tratamiento. Para la recuperación de la enfermedad se requiere la administración de medicamentos —por al menos seis meses— con la mayor continuidad y control, porque no solo se asegura la recuperación del paciente, sino que se reduce el riesgo de resistencia antimicrobiana por la falta de adherencia al tratamiento (tratamientos incompletos).
Hoy la situación es diferente y preocupante porque existe el desabastecimiento de Clofamizina, Isoniacida y Bedaquilina, que son medicamentos de primera línea esenciales para el tratamiento y reconocidos por el MinSalud. La falta de gestión se traduce en que ahora se tuvo que recurrir a donaciones de emergencia de Chile e India, lo que indica el nivel de riesgo en que se encuentra el programa y los pacientes con tuberculosis. Los retrasos en la adquisición de los medicamentos, por parte del ministerio, lleva a un problema severo, tanto de acceso al tratamiento, como de incremento de la resistencia al medicamento.
Anualmente, en Colombia, se detectan más de 300 pacientes con resistencia a los antibióticos utilizados en el tratamiento de la tuberculosis y más de 17.000 colombianos son contagiados por la enfermedad. Si no se asegura el acceso inmediato y completo a los medicamentos requeridos, el país pone en riesgo los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que impulsamos de manera entusiasta y donde se incluyó la meta 3.3 para detener la transmisión de enfermedades transmisibles tales como el Sida, malaria, tuberculosis y enfermedades desatendidas.