No puede ser solamente una intención que la salud mejore para los colombianos. Se necesitan resultados. A cambio de ver efectos positivos, las acciones del Gobierno generan hoy escasez de medicamentos; cantidades de médicos capacitados emigrando; profesores, de los gremios más acérrimamente seguidores del gobierno, quejándose de la mala atención, y los costos de la salud al alza para los colombianos. El presidente callado no asume responsabilidad por las acciones que él y su gabinete emprendieron.
Por ejemplo, el instituto de trasplantes de la clínica Marly en Bogotá, que antes funcionaba a total capacidad, hoy apenas llega a un treinta por ciento de ocupación por la directriz del Gobierno de que solo se direccionen servicios de las EPS intervenidas a las IPS públicas. El resultado está siendo que los pacientes tampoco están siendo atendidos por las IPS públicas y se generan muertes por falta de tratamientos.
No puede ser solamente una intención que la reforma al sistema pensional mejore la situación financiera de los colombianos. En realidad, la reforma reparte mayores subsidios hoy a cambio de faltantes en el futuro, necesarios para hacer el sistema sostenible. Mientras el partido de gobierno saca pecho porque va a dar un subsidio a los adultos mayores, lo cual no necesitaba reforma, cada vez es más incierto el futuro pensional de los jóvenes de hoy: ¡comida para hoy y hambre para mañana!
No puede ser solo una intención lograr la paz en Colombia. A pesar de las declaraciones grandilocuentes del Gobierno, cada vez nos alejamos más de acabar este flagelo que nos ha acompañado prácticamente en toda la época republicana. Mientras se oyen discursos y declaraciones de funcionarios y organismos internacionales halagando los avances del proceso, se siguen reactivando la economía ilegal del narcotráfico y la minería informal, los asesinatos de líderes sociales siguen en máximos y no ha habido ni una sola concesión de los grupos guerrilleros y paramilitares al margen de la ley a la sociedad colombiana. A un presidente y su gobierno no se le exigen intenciones, sino resultados, y no puede excusarse en que no lo dejan hacer la paz cuando él es el jefe de gobierno. Es su responsabilidad lograrla y es de incapaces llorar porque no se la dejan hacer.
No puede ser solo una intención recuperar la economía popular. A pesar del grandilocuente discurso del gobierno, los indicadores de crecimiento económico, empleo e inversión, entre muchos otros, muestran que el bolsillo de los colombianos va peor y no parece mejorar. La confianza económica de todos los actores está por el piso y, a pesar de que el gobierno no quisiera que fuera así, es su total responsabilidad lograr que no lo sea.
No puede ser solo una intención la de acabar la corrupción. Todos los escándalos del actual gobierno son creados por personas cercanas al presidente y nombradas por él en cargos públicos. El presidente es responsable por ellos, no puede hacerle el quite como si lo estuvieran engañando. Si no cómplice de la corrupción, es inútil escogiendo su círculo de confianza, lo cual es igual o más grave en el puesto de presidente.
No puede ser que el presidente les saque el cuerpo a todas sus responsabilidades. No se trata aquí de concluir si su comportamiento tiene consecuencias penales, se trata de aclarar si actúa como presidente. Todo parece indicar que no ha querido.