La imagen de Pinochet en el mundo no es la mejor. Aún recala en la mente de los menos jóvenes el arresto del dictador chileno en 1998 por orden del juez de la Audiencia Nacional de España Baltasar Garzón, acusado de los delitos de genocidio, terrorismo internacional, torturas y desaparición de personas ocurridos en Chile durante su dictadura militar.
Posteriormente, Pinochet fue liberado por el ministro del Interior inglés Jack Straw. Su mandato en Chile inició con el derrocamiento de Salvador Allende en 1973 y acabó democráticamente con el plebiscito de 1988.
No hay duda de que durante su dictadura se cometieron violaciones de los derechos humanos. No obstante, muchos resaltan su implementación de la economía de libre mercado basada en el empuje del sector privado, que generó un crecimiento económico acelerado y ubicó a Chile como el país de mejor desarrollo económico de América Latina durante décadas.
Bajo sus designios, y hace poco más de 45 años, los australes tomaron un camino radical e inexplorado del neoliberalismo económico.
Como consecuencia, en 2019, a pesar de que persistía la desigualdad con un coeficiente GINI de 0,47, los chilenos se acercaban a ser el primer país de América del Sur en alcanzar un producto interno bruto per cápita de 30.000 dólares, similar al de Hungría o Portugal.
Durante el mandato de Pinochet, en Chile se aprobó la Constitución del 80, la cual sigue hoy vigente y aspira a ser modificada por los partidos de izquierda que subieron al poder. En un primer intento, el pueblo chileno negó de manera rotunda, con más de 20 puntos porcentuales de ventaja, la modificación propuesta a la constitución por el gobierno Boric.
La actitud del presidente chileno ante la derrota fue de respeto y reflexión ante los votantes, reconociendo que el texto propuesto no respondía a la voluntad de los chilenos y buscando proponer uno nuevo que refleje el sentir de sus coterráneos. Chile, a pesar de las protestas violentas de 2019, demostró que su democracia aún funciona, augurando mejores tiempos en la medida que la cordura permita regular las interacciones sociales.
En este contexto es que sorprende el mensaje del presidente Gustavo Petro, que en un trino sentenció que con la votación del domingo “revivió Pinochet”. Más que resaltar y alegrarse porque Chile dentro de su elección libre haya escogido el camino que lo hace el país más próspero en las últimas décadas, el exponente del Pacto Histórico soltó un latigazo que responde a sus más profundos sentimientos, alejado de la postura que debe tomar un jefe de Estado en circunstancias como las referidas.
Petro, con su mensaje, nos quiere hacer creer que por no aprobar la nueva constitución propuesta el pueblo chileno tiene el riesgo de ser sometido a la dictadura que acusó Baltasar Garzón, la de las torturas y los asesinatos colectivos.
Sorprende que en un mundo en que el exguerrillero Daniel Ortega aniquila a sus opositores políticos y no políticos, y persigue a la Iglesia por no respaldar su desconocimiento de los procesos democráticos, el Gobierno colombiano esté dando órdenes de abstenerse de condenar al régimen nicaragüense al tiempo que desprestigia un proceso democrático de esa manera.
El bien más preciado de un país es la democracia. Cuando la democracia funciona, aquellos que están lejos de las élites tienen el poder de no votar por ellos y tumbarlos de su pedestal. En los regímenes de Cuba y de Nicaragua o de Venezuela el problema no es que los gobernantes sean de izquierda o de derecha, sino que no se respeta la voz del pueblo, la manipulan por cajas CLAP y la reprimen por medio de comandos paramilitares. La consecuencia solo puede ser la miseria.
La mayoría de las iniciativas emprendidas por el gobierno Petro en su corto gobierno habían respetado el concepto de democracia. La no exploración de petróleo, la apertura de relaciones con Venezuela, el concepto de la paz total lograda a punto de amnistías, la reforma política... son todas iniciativas con las cuales uno puede no estar de acuerdo, pero que carecen de ese atributo. El real peligro está en declaraciones como la del ministro del Interior Prada, que pidió a los seguidores salir a la calle si la reforma tributaria no era avalada por el Congreso, desconociendo la independencia del poder legislativo. Señales que, unidas al trino de Petro, deberían generar preocupación en los colombianos.