Hace 20 años que nos dejó “la reina de la salsa”, Celia Cruz, pero sus mensajes siguen vigentes y nos inspiran a vivir con optimismo. La artista que nos contagiaba de alegría con su voz, pelucas de colores, sus vestidos y, muy especialmente, con su sonrisa fue un ícono para los latinoamericanos que reconocemos su legado en la música con éxitos como Quimbara, La vida es un carnaval y muchas otras.
Tal vez una de sus canciones más emblemáticas es “Ríe y llora”, escrita por Fernando Osorio y Sergio George, que le mereció múltiples nominaciones y premios como los de Mejor Canción Tropical en los Grammy Latinos y Canción Tropical Airplay del Año por una Artista Femenina en los Latin Billboard Music Awards, entre otros. En sus versos, Celia nos comparte su filosofía de vida ante el desafío de enfrentar un tumor cerebral: disfrutar del presente, aceptar la realidad, perdonar el pasado, aprender de las dificultades y seguir adelante con nuestros sueños.
Históricamente, nuestro país ha ocupado los primeros lugares en estudios internacionales que miden la felicidad, lo que puede resultar paradójico para muchos, pues no es fácil comprender cómo los habitantes de un país con grandes retos sociales pueden sentirse tan felices. Sin embargo, algunos expertos han señalado que la felicidad de los colombianos puede explicarse por factores como las relaciones interpersonales genuinas, el sentido del humor y los lazos familiares y sociales, que nos permiten vivir emociones positivas a menudo.
Una de las encuestas que nos ha ubicado como el país más feliz del mundo es la de Gallup International, y su presidente, Kancho Stoychev, resaltó una tendencia que llamó mi atención: “Normalmente los países con población más joven encabezan el listado”. Es un optimismo que celebramos como Universidad, pues reconocemos la energía y determinación de los jóvenes como los verdaderos protagonistas del cambio de nuestro país.
Es cierto también que en algunas mediciones recientes como el Informe Mundial de la Felicidad, que consideran el periodo de pandemia y pospandemia, nuestro país no se destaca entre los más felices. Sin duda, aquí emerge la relación con la gestión de las emociones, que cobraron gran relevancia en un periodo de incertidumbre de esas características. Esto se refleja también en nuestro estudio nacional “¿Qué piensan, sienten y quieren los jóvenes en Colombia?”, que revela que en mayo de 2021 los jóvenes experimentaban emociones negativas como la tristeza (33 %), la ira (27 %) y el miedo (25 %), mientras que la alegría solo representaba un 5 %. Para este año, la situación ha cambiado y la alegría (65 %) es la emoción predominante en ellos.
En este contexto y siguiendo el ejemplo de nuestros jóvenes, “ríe, llora, vive tu vida y gózala toda” es realmente una invitación a que disfrutemos del proceso de construcción de nuestro proyecto de vida, tanto en los momentos de éxito como en aquellos que parecen tan difíciles, y apreciemos “el valor del momento” y del “presente perfecto”. Es también una lección de inteligencia emocional, que nos enseña a expresar lo que sentimos de forma adecuada y a construir relaciones positivas con los demás.
Reír y llorar son dos formas naturales y saludables de manifestar nuestras emociones, que además nos ayudan a reducir el estrés, relajar el cuerpo, incluso a controlar la presión arterial y, lo más importante, a generar optimismo. Lejos de ser una debilidad, reír y llorar nos permite avanzar con nuestro proyecto de vida y conectarnos con los demás.
Sin duda, Celia Cruz nos contagia con su energía positiva cada vez que escuchamos su voz cantando “recordar sin dolor” o su emblemático “¡azúcar!”. También nos recuerda que “a cada cual le llega su hora”, invitándonos a reflexionar sobre lo que es realmente importante para nuestro proyecto de vida, a juzgar menos y a vivir más. A todos nos llega la hora de los reconocimientos y de los logros, pero también debemos asumir el costo personal del liderazgo y, sobre todo, nuestra responsabilidad de servir a la sociedad.
Celia asumió el costo personal de su carrera artística y sirvió a la sociedad con su talento, su generosidad y su ejemplo. Su legado sigue vivo y nos motiva a cantar, bailar, reír y llorar con ella. Quizá esté ahí una de las claves para que sigamos siendo uno de los países más felices del mundo.