¿Alguna vez ha sentido como si estuviera hablando con una pared cuando trata de buscar respuestas? Así se sienten miles de bogotanos mientras tratan de encontrar algún tipo de ayuda entorno a su salud mental. La ausencia del Estado para atender las necesidades de pacientes con alguna enfermedad mental es evidente, y la desesperación que viven a diario se siente como una montaña imposible de escalar.

Miles de pacientes psiquiátricos continúan sufriendo en silencio esperando ser escuchados por las EPS que supuestamente deberían ayudarlos. Parece que estas entidades se han tomado la consigna “cuerpo sano, mente sana” de forma muy literal, olvidando que la salud mental también es importante. Para ellos, es más fácil ignorar la existencia de estos pacientes, negarles la asistencia de servicios de atención en salud mental, y privarlos de medicamentos especializados que les permiten sobrellevar sus enfermedades. Al final del día, cuando los pacientes se llenan de valentía para poder hablar sobre sus problemas, el Estado pone múltiples escalones que les impiden alcanzar la cima en donde encontrarán la atención que requieren.

A diario existen muchos de casos que demuestran esta problemática, Jaquelín Manosalva, es una madre soltera de dos pequeños que han sido diagnosticados con trastorno del espectro autista (TEA), Jaquelín se enfrenta todos los días con la incomprensión de las personas y la condición de sus hijos, ha tenido que mudarse más veces que los Picapiedra, porque sus vecinos y arrendatarios no soportan el “ruido” que hacen sus hijos. Además, para colmo de males, la EPS a la que están afiliados ha sido negligente en tanto al suministro de medicamentos y la atención en cualquier centro médico de la ciudad, parece que sus hijos tienen más probabilidades de ganar la lotería que de conseguir una cita con un especialista.

Así es el día a día de Jaquelín. Mientras su hijo Luis Alejandro, se agrede y grita desesperadamente a raíz de una crisis, su madre lo contiene y súplica a través de un video que me hizo llegar: “yo necesito que me colaboren, están vulnerando mis derechos, no aguantamos más “. Al hablar de su caso, su tono abrumado denota desesperación y es comprensible, la frustración de vivir en un mundo donde la salud mental es tomada como un chiste es como cargar con mil piedras en el pecho.

En Colombia, padecer un trastorno como el de Alejandro parece ser una condena a ser estigmatizado de por vida, la gente se cree más los mitos y leyendas urbanas que la evidencia científica. Según datos de la OMS uno de cada 160 niños en el mundo padece esta enfermedad, y a pesar de ello en América Latina el promedio que se destina a la salud mental, es solo el 2% de su presupuesto total. Si indagamos aún más en nuestro caso podemos comprender lo supremamente alarmante e indignante que es: contamos con un psiquiatra por cada 38.000 habitantes. De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud, en Bogotá los suicidios no paran de aumentar y para el año 2022 se presentaron 399 casos de mortalidad por suicidio.

Para continuar con lo que parece ser “una tira cómica de la salud mental en Bogotá” hay otro caso muy emblemático como el de Cristian Montenegro, el joven que “se casó” con una muñeca de trapo y tuvo hijos con ella. En días pasados, se volvió tendencia en las redes debido a que se viralizó un video en el que llama a una ambulancia para que atendiera una supuesta enfermedad de su pareja de trapo; Caso que ha sido objeto de burlas y memes en las redes sociales. Sin embargo, detrás de esta anécdota absurda, posiblemente estemos hablando de un problema real y preocupante: la falta de atención a la salud mental en nuestra ciudad.

Cristian, al solicitar el servicio, muy preocupado le decía al paramédico que la muñeca “tiene desmayos, es mi esposa, una ayuda” a lo que el personal de salud le respondía “vamos a llevarla a un hospital para que ella esté bien, vamos a tomarle los signos vitales”.

En una ciudad como Bogotá, donde apenas hay una ambulancia por cada 100 mil habitantes, es lamentable que una de ellas se haya utilizado para atender a una muñeca. Pero la situación es aún peor en el ámbito de la salud mental, donde la carencia de unidades móviles es más evidente y la atención de pacientes es una tarea pendiente. Este caso, por absurdo que parezca, es una muestra de lo poco que se valora la salud mental en nuestra sociedad, y de la necesidad de tomar medidas serias y efectivas para abordar esta problemática. La salud mental no es una broma, y no podemos permitirnos menospreciarla.

Es importante tener en cuenta que la viralización de este tipo de contenido no sólo trivializa la salud mental, sino que puede tener consecuencias negativas para aquellos que sufren de enfermedades mentales y sus familias. El chiste, la burla y el menosprecio sólo contribuyen a perpetuar la estigmatización que rodea a estos trastornos y hacen que las personas afectadas se sientan aún más aisladas y marginadas. En lugar de eso, debemos enfocarnos en educarnos sobre la salud mental y en promover una cultura de aceptación y respeto hacia aquellos que padecen estas enfermedades. Sólo así podremos garantizar que todos tengan acceso a los servicios y tratamientos que necesitan para mejorar su calidad de vida y recuperar su bienestar emocional.

Si no tomamos en serio este tema, no solo contribuiremos a la posibilidad de reproducir cifras alarmantes como la de casos de suicidio, sino que también estaremos perpetuando la precariedad del sistema de salud actual. De acuerdo con el más reciente informe de Medicina Legal sobre casos de suicidio en la ciudad, la cifra ha pasado de 397 en enero y febrero de 2022 a 444 en el mismo periodo de este año, es un claro indicador de que algo debe cambiar.

Es hora de que seamos responsables y demos prioridad a esta importante área de la salud, para que las EPS y las entidades del estado dejen de tratarla como un adorno en una fiesta de cumpleaños y en cambio le brinden la atención que merece. Si seguimos subestimando la salud mental, seguirá siendo objeto de burla y desprecio. Así que, por el bien de todos, dejemos de reírnos de las muñecas de trapo y empecemos a tomarnos en serio la salud mental en Bogotá y en todo el país.