Seis razones para no creer en la paz con Farc-EP que inventó Petro:

1. No pueden mentir al país de manera tan burda. Condenan a Colombia a la violencia eterna al presentar al capo Iván Mordisco como un abnegado revolucionario con ideología y causa. Le dieron el papel protagónico, que le quedaba enorme, de una mala e inverosímil película, y pusieron a todo el Pacto Histórico a aplaudirlo como focas. Solo faltó que le concedieran el India Catalina a la mejor producción para completar la mascarada.

2. Después de lo del domingo, si tuviera un ápice de ética, Juan Manuel Santos devolvería su Nobel. Admitiría que engañó al país, puesto que sabía que sus promesas de paz y reducción de las Fuerzas Militares eran falsas. Unas Farc firmaban y otras permanecían en el monte.

Y era consciente de la imposibilidad de cumplir todo lo pactado por la precariedad del Estado en esa otra Colombia; la corrupción rampante y el presupuesto multibillonario que requería. Ni siquiera dejó plata ni proyectos viables. Solo palabrería y una frase para tapar sus mentiras y endilgar a Duque las inconsistencias del proceso de La Habana: “Hace trizas la paz”.

3. Para justificar la negociación con una banda de sanguinarios delincuentes, el comisionado para la paz no tiene reparos en inflar las cifras del número de sus integrantes ni la bancada petrista en repetir una falsedad tan protuberante como peligrosa: “Son una guerrilla política”, le dijo a Vicky Dávila la senadora Clara López.

4. Iván Mordisco no tiene autoridad real sobre todas las Farc-EP, no puede imponer su mando como el antiguo secretariado. La Jaime Martínez o la Dagoberto Ramos, por citar dos de los frentes más despiadados, pueden asesinar al líder social o al político que les parezca sin pedir permiso. Y ambas continúan extorsionando, desplazando campesinos para quedarse con sus tierras, matando, traficando con coca y viviendo del oro ilegal.

Solo algunos mandos provienen de las antiguas Farc, la mayoría son nuevos, muy jóvenes y de gatillo fácil. Sin olvidar que reclutan menores de edad todo el tiempo. De los milicianos que me retuvieron en Suárez, dos eran adolescentes y un tercero tenía unos 11 años. En mis recorridos por Guaviare, Caquetá o Cauca siempre escucho que se llevan niños engañados, pero casi nadie denuncia por miedo a represalias y porque no sirve de nada.

Tras el show el domingo, más menores querrán alistarse. Pertenecer a la guerrilla les da poder, infunden miedo (yo me tomé muy en serio al niño pequeño), les prometen plata y ya no imponen en la guerrilla una disciplina férrea como antes. Encima les notificaron que ahora son intocables y que el Estado tendrá que regalarles gabelas para desmovilizarse. O podrán volver a las armas y continuar viviendo a costa del trabajo de otros, porque siempre habrá un Gobierno presto a otorgarles otra oportunidad de negociar.

5. Cuentan con un excelente plan B: las Guardias Campesinas. No necesitan armas para imponer su ley. Los labriegos de regiones de influencia Farc-EP acatan sus órdenes porque las respaldan los fusiles. Pertenecer a ellas es obligatorio, igual que acudir a los entrenamientos, a los paros y a lo que manden. Ocurrió en Los Pozos y, como mezclan milicianos y campesinos inocentes, los militares y policías desconocen cómo confrontarlos. En esta modalidad hay que incluir a los llamados campesinos sin tierra que invaden fincas cañeras y matan trabajadores en el norte del Cauca.

Ambos componen una fuerza “civil” que irá fortaleciéndose en este gobierno. Se convertirán en un arma de amedrentamiento a la población civil, un freno para el Ejército y una masa obediente y manejable en los paros.

6. Si rechazaron el proceso de paz anterior, que dio curules, plata, impunidad y un largo etcétera, ¿qué más pedirán ahora? ¿O mantendrán la mentira de las “trizas” de Duque para aceptar lo mismo de antes?

El discurso que leyó Mordisco, en el que mencionaba las injusticias sociales y las carencias que todavía sufre el campesinado, sonaba tan falso como su interpretación peliculera de revolucionario marxista. Fue el cabecilla visible de las Farc-EP una vez muerto Gentil Duarte, pero no es ningún líder histórico, no es político, sino narcotraficante, y no posee carisma para concitar la sumisión de toda la organización. Los otros comandantes le dejarán que figure como jefe porque les conviene mantener la fachada de la negociación mientras amplían sus dominios y operan tranquilos los negocios ilegales.  

El propio Mordisco no traspasará su limitado poder o lo matan cualquier día y ponen a otro. Una vez muertos Santrich, Gentil Duarte, el Paisa o Romaña, no quedan nombres de temidos criminales que el país tenga en mente. Y como la creación de Mordisco es reciente, lo pueden sustituir sin problema. Salvo que el Gobierno siga alimentando su falsa imagen de líder guerrillero político, amante de la paz, y lo protejan mandándole a Venezuela, como Antonio García o Iván Márquez.