Esta mañana, cuando empecé a leer en los medios estadounidenses sobre el intercambio de periodistas y activistas secuestrados en Rusia por un asesino, unos hackers y espías encarcelados en Alemania, Eslovenia y Estados Unidos, tuve un déjà vu que me devolvió 50 años a Berlín en plena Guerra Fría, cuando espías rusos encarcelados en Estados Unidos eran intercambiados por espías americanos que estaban en la misma situación.

Berlín ahora es Ankara, donde se dan los intercambios, y estos ya no son entre espías, sino ciudadanos capturados y juzgados ilegalmente en Rusia por un asesino de Putin capturado, juzgado y encarcelado en Alemania, hackers encarcelados en Estados Unidos y unos espías rusos presos, con supuesta nacionalidad argentina, en Eslovenia.

En esta nueva guerra fría 2.0 entre libertad y democracia contra dictadura y autoritarismo, hay otros escenarios muy similares a los de hace 60 o 70 años que vivieron distintos países del mundo. En Ucrania se juega el futuro de Europa, en especial el de los países bálticos y los de la antigua cortina de hierro. Hace 50 años sucedía lo mismo con Vietnam, donde se jugaba la suerte del sur de ese continente, que sin duda cayó en gran parte en manos autoritarias y no fue mayor por el gran esfuerzo de Occidente en Filipinas, en Tailandia y Malasia. China entonces no participaba, como participa hoy, en ese conflicto geoestratégico.

La gran diferencia entre esa guerra fría y la de hoy son los intereses económicos que mueven a Occidente y son su gran debilidad frente a los intereses políticos de China, líder de ese nuevo eje autoritario, Rusia, Irán y Corea del Norte, quien dejó de ser el patito feo y con la guerra de Ucrania hoy es un elemento importante de ese eje, que ya trasciende la frontera de Asia. La integración de la economía de Estados Unidos y Europa con la economía china forma parte de la ecuación de enfrentamiento, que va desde los impuestos a productos chinos, las sanciones al gas y petróleo ruso y el traslado de cadenas productivas y de empresas fuera de China hacia países más amigables, obviamente con costos de producción bajos. De ahí que la pelea en América Latina sea fundamental, algo que el eje autoritario ha entendido, mientras Occidente y Estados Unidos no lo ven como prioridad.

Venezuela es hoy parte fundamental de este nuevo escenario geopolítico, como hace 54 años sucedió en Egipto, donde cayó Gamal Nasser, aliado de la Unión Soviética, y subió Anwar el Sadat, cercano a Estados Unidos. O la guerra civil en Angola, en la que hasta Cuba envió tropas, como hoy lo hace en Venezuela, y que terminó en tablas.

La batalla que se da hoy en Venezuela va a ser fundamental para la supervivencia de la democracia en la región. Venezuela intervino en elecciones pasadas de Ecuador, de Argentina y la más reciente de Colombia, obviamente, para apoyar a sus aliados ideológicos. Si Maduro se mantiene en el poder, Venezuela se convierte en Cuba en esteroides, y lo que la isla hizo en los sesenta, setenta y ochenta apoyando grupos terroristas va a ser un juego de niños comparado con lo que viene de esa dictadura en materia de violencia y de disrupción de las democracias en la región.

No sorprende que China, Rusia e Irán reconozcan a Maduro. Ni hablar de los lacayos de este eje en la región, como Cuba, Nicaragua o Bolivia. El apoyo militar de Cuba con el envío de boinas negras, que reprimen las protestas en la isla, para hacer lo mismo en Venezuela muestra el compromiso de ese eje autoritario con su dictador y mafioso favorito en el poder. Los expertos chinos enviados para supervisar la falsificación de las actas también forman parte de lo mismo, la acción evidente del eje autoritario para defender sus aliados políticos.

La represión va a aumentar. Ya María Corina, la valiente líder venezolana, tuvo que esconderse, pues colectivos o cubanos fueron por ella. No me sorprendería que fueran a matarla, pues la dictadura ya se quitó la careta y está dispuesta a todo. La pregunta es: ¿cómo responder?

En esta nueva guerra fría, el eje autoritario utiliza los mismos instrumentos de represión, de subversión y de manipulación de la guerra fría anterior: el asesinato, la desaparición y el encarcelamiento ilegal. Más grave aún es que con las redes sociales y las bodegas la capacidad de manipulación de este eje del mal, como lo llamaba Ronald Reagan, ha crecido. Si sumamos su alianza con grupos de narcotráfico y de negocios ilegales, el escenario es catastrófico.

La primera guerra fría se ganó. Esta segunda fácilmente se puede perder. Los instrumentos de libertad con que se ganó la primera hoy son una debilidad para ganar la segunda, pues quienes quieren acabar con esa libertad la saben utilizar en detrimento de las democracias. ¿Cómo resolver ese dilema? Difícil, muy difícil.

Lo que debe quedar claro es que Venezuela hoy es la invasión de Normandía de la Segunda Guerra Mundial. Ojalá Estados Unidos, Europa y Occidente en general lo entiendan, lo prioricen y se metan de cabeza en esta batalla por el futuro de la libertad de América Latina, el escenario fundamental, por ahora, de esta nueva guerra fría. La democracia y la libertad de toda la región están en juego.