Rodolfo Hernández tiene hipnotizado el país. Su paso a segunda vuelta devolvió el optimismo a la ciudadanía antipetrista que temía la inminente llegada del líder del Pacto Histórico a la Casa de Nariño. La hipnosis es tal que todos los yerros y defectos de Rodolfo se aceptan o se justifican. Las conversaciones sobre las elecciones se convirtieron, gracias a Rodolfo, en momentos de distensión y jocosidad. Y la exigencia tradicional por un gobierno serio, responsable y moderno, quedó atrás. ¡Estamos embrujados!
Pero el mago no es Rodolfo sino Petro, que logra despertar los instintos de defensa más primitivos de millones de colombianos. Con lo que estamos viendo, queda demostrado que los antipetristas están dispuestos a hacer cualquier cosa para evitar el ascenso al poder del ex Alcalde de Bogotá, lo cual podría resultar tan peligroso que elegir al mismo Petro. Ese miedo, sumado al hastío ciudadano sobre la política tradicional, es el que tiene al santandereano en la puerta de la Presidencia de la República.
Es indudable entonces el gran talento de Petro para construir a sus propios y exitosos rivales, porque Rodolfo es producto, en gran medida, del dogmatismo petrista. La moderación de su discurso y la progresividad de sus radicales reformas, ya pocos las creen. Y con Rodolfo en la escena, el conocimiento del Estado y las propuestas para los problemas, quedaron atrás. Petro tiene tres semanas para activar emociones en el electorado que aún no ha conquistado, lo cual no parece fácil por el poco tiempo y porque es un candidato verbal y argumentativo en esencia. No conecta sin palabras.
Entretanto la gran pregunta sobre Rodolfo es si logrará mantener conectado, a punta de efímeros mensajes emocionales, a su hechizado electorado. Y atraer al que no votó por él. Las tres semanas entre la primera y la segunda vuelta están diseñadas para facilitar la concreción de alianzas partidistas como mecanismo de unidad política, pero también para que los electores confirmen su decisión o la tomen, si no lo hicieron en la primera vuelta. Es decir, se espera cierta razonabilidad del voto emocional que vimos el domingo pasado.
Pero con Rodolfo es posible que no pase ni lo primero ni lo segundo. Ni alianzas ni razonamientos. Su discurso independentista lo ata de manos para hacer pactos con los partidos, los clanes y las familias políticas. Acercarse a ellos podría generarle un costo electoral doloroso. Se le podría devolver el voto castigo. Pero si Rodolfo es bien asesorado, abriría conversaciones -al menos eso, conversaciones- con partidos y líderes serios para asegurar una mínima gobernabilidad decente. Rodolfo necesita la experiencia de otros para construir un programa de gobierno de verdad, para armar un equipo con visión nacional y para asegurar unos pocos, pero influyentes aliados en el Congreso de la República.
Que el votante rodolfista razone en estas tres semanas, ni conviene, ni es posible en tan poco tiempo. Si razona, podría votar en blanco, abstenerse o votar por Petro. Y todas las opciones favorecerían al líder del Pacto Histórico. De ahí que la estrategia petrista consista en llevar al electorado a conocer factualmente al santandereano. Pero por más que Petro y su equipo invaliden a Rodolfo, no lograrán disuadir a muchos porque los votantes del bumangués son como los enamorados: ni ven, ni escuchan. ¡Solo sienten!
Pero el petrismo no se rendirá fácilmente. Es predecible que acudan a todas las formas de lucha para no dejar escapar esta última oportunidad. Toda la maquinaria del Pacto Histórico se exigirá a su máximo nivel para identificar los más de 2 millones de votos que les hacen falta. Se rumora que están buscando municipio por municipio los nombres de ciudadanos abstencionistas, de donde aspiran a conseguir la mayor parte de los votos faltantes. Y ¿Qué van a hacer con esos nombres? ¿Pedagogía?
El pánico que vive el petrismo por su altamente probable derrota, y el hambre de poder de su líder, podría llevar a su movimiento a incurrir en acciones irregulares para conquistar nuevos votantes. Los territorios donde ganó Petro son los que dominan, en su mayoría, los grupos al margen de la ley que ven en el exguerrillero una oportunidad única para perpetuarse en sus actuaciones. Por ello no hay que confiarse en que Rodolfo ya ganó a punta de voto de opinión, porque las estructuras legales e ilegales, por instrucción de su líder o por decisión propia, buscarán coaccionar a miles de ciudadanos en las zonas más vulnerables.
Esa coacción de todas maneras la iban a ejercer los aliados de Petro en los territorios, para ganarle a Fico, o para tener aceitada a la gente para protestar, en caso de perder. Pero con Rodolfo como presidente, se quedaron sin argumentos para protestar porque el “rodolfismo” desmantela la estrategia de culpar al establecimiento, incluyendo al gobierno nacional, por la derrota de Petro.
El escenario es peligrosamente triunfalista para Rodolfo. Las dos encuestas que se han conocido después de los resultados de la primera vuelta lo dan por ganador, confirmando la sensación de que Petro tocó su propio techo el domingo pasado. Si la ventaja del primero se consolida en las próximas encuestas, su campaña no debería interpretarlo como una señal del éxito del aislacionismo de su candidato, sino como la oportunidad de abrirse a trabajar, desde ahora, con gremios empresariales, centros académicos, organizaciones de la sociedad civil y centros de pensamiento, para llegar el 7 de agosto con un plan de gobierno serio, un equipo que genere confianza y aliados estratégicos que aceleren la ejecución de las promesas. Que la soledad que mostró Rodolfo desde la cocina de su casa el domingo pasado, no sea la antesala de su soledad en el poder.