La cuarta crisis del café que se avecina será la más dura de las vividas en los últimos 30 años por medio millón de familias cosechadoras. Hemos tenido tres: una cada diez. La primera fue en 1993-1995, en los gobiernos de Gaviria y Samper. La aparición de la broca y la permanencia de la roya redujeron la producción y ocasionaron el impago de los créditos contraídos por los caficultores. En un reclamo de soporte oficial, se hizo el primer paro nacional que logró condonar 120.000 deudas y la refinanciación de miles más.
La segunda en 2001 fue por un menor precio interno al productor, fruto de la depreciación de la cotización internacional. Tras instalarse miles de cultivadores en 34 puntos de la geografía nacional, fueron agredidos por el Gobierno de Pastrana, pero no se intimidaron. Obtuvieron el Apoyo Gubernamental a la Caficultura (AGC) para el cual se apropiaron 292.101 millones de pesos que cubrieron las cosechas entre septiembre de 2001 y diciembre de 2003 y luego se añadieron 80.000 millones.
La tercera, en 2013. Se juntaron la baja en el precio internacional, la caída del valor del dólar y la reducción de la producción a solo 8 millones de sacos. Estacionados en las carreteras de Colombia, 250.000 productores, en la mayor movilización agraria hasta ahora, lograron la aplicación de la Protección al Ingreso Cafetero (PIC), por el cual se entregaron hasta $145.000 por carga de café de 10 arrobas para igualar el precio interno a $700.000, y $165.000 si se desplomaba a $480.000. Costó 1 billón 315.000 millones de pesos en beneficio de 379.514 caficultores de 590 municipios en 21 departamentos. “Somos cafeteros, no somos limosneros”, fue la voz del dirigente Jesús Guevara frente a cicateras propuestas iniciales de Santos. Fue la chispa del movimiento.
La cuarta crisis, que viene este año, es por las mismas razones de 2013, sumadas a otras sobrevinientes igual de graves. El precio internacional pasó de 2,03 dólar por libra el 19 de abril de 2023 a 1,55 el 19 de julio; la tasa de cambio, la otra variable clave, se revalúa alrededor de $4.000, y la producción, retrasada por falta de apoyo para renovar los cafetales, se recortó en cuatro años de 14 a 11 millones de sacos de 60 kilos. El precio actual es cercano a $130.00 pesos por arroba, debajo de $150.000, el menor costo de producción posible, aunque en cultivos agroindustriales puede subir a $170.000. Se coge al pierde.
El desgaste del poder adquisitivo de febrero a julio de 2023 es enorme: los jornales –equivalentes al precio de una carga de café– descendieron de 36 a 22; los kilos de fertilizante (triple 15), de 434 a 406 y los de carne de primera calidad de 62 a 42. Son las relaciones más desiguales corrido el siglo.
Este drama tiene agravantes. Las importaciones de café de Brasil, Vietnam, Honduras, Perú y Ecuador, que en 2022 alcanzaron 2,36 millones de sacos, dieron lugar a la descomposición del mercado colombiano, tanto para surtir el consumo nacional como para revolver estos granos en las exportaciones, que fueron detectados y forzaron la merma de la prima de calidad de nuestro suave. Hasta Almacafé, brazo comercial de la Federación, mezcló.
En 45 días, dicha bonificación, de 40-50 centavos por libra del café estándar colombiano por encima del precio de mercado, se vino a pique: a apenas 15, que trae una mengua más en lo recibido por los agricultores.
Como si fuera poco, la Federación endureció las normas para fijar el precio oficial al café, que solo reconocerá al producto que, con 88 kilos en pergamino antes de trillarlo, se vuelva 70 de verde para exportar. Si no se cumple ese exigente factor, que antes estaba en 94 kilos, se castigará con rebajas porcentuales para una pérdida promedio del 6 por ciento o más en el precio que paga. “Duro y en la cabeza” a los caficultores.
Más grave aún, el sector vive las secuelas del fracaso de las fallidas ventas a futuro, bajo la administración de Roberto Vélez, que impelió a la intervención por Supersolidaria de 3 de las 33 cooperativas que las intermedian, y están en riesgo otras para garantizar en forma debida la compra, en particular al minifundista. En la cuerda floja.
También el reavalúo predial en curso, por el catastro multipropósito que traerá mayores impuestos locales, se aúna a tan profundo declive de las variables económicas y a los errores institucionales que indignan, exacerbados por el escándalo en Almacafé o por el altísimo salario de su gerente, Germán Bahamón, de 30.000 dólares mensuales, y el de la burocracia de Federacafé en general, cuando la mitad de los federados padecen pobreza monetaria.
¿Volverá el grito de Jesús Guevara? ¿Resonará en la peor crisis cafetera de la historia, la próxima? El Gobierno Petro y la Federación, en conjunto, tienen las respuestas.