Este es un momento de tristeza y de gran importancia para la democracia en Venezuela, Colombia y Latinoamérica. Lo que quisieron vender hace más de dos décadas como un experimento de reivindicación social en Venezuela, terminó dejando ver su verdadero rostro con el tiempo y se hicieron evidentes sus nefastas consecuencias. Impusieron obsoletos y antidemocráticos modelos de gobierno que ya fracasaron en todas las naciones donde se pusieron en práctica. En nombre de la fallida revolución, han alimentado una autocracia que cercena la libertad de expresión y viola los derechos humanos. Una criminal y corrupta tiranía con trágicas consecuencias.

Venezuela se ha intentado sacudir mediante un proceso democrático donde la oposición tuvo que hacer milagros para llegar hasta las urnas. Sin embargo, a pesar del entusiasmo de su gente, las evidencias demuestran que el sistema electoral fue manipulado burdamente. El gobierno, regente de todas las Ramas del Estado en cabeza de Maduro y Diosdado Cabello, se ha declarado vencedor, ignorando las actas impresas en el cierre de las mesas y avaladas por jueces de mesa y testigos electorales. El régimen continúa armando su narrativa mientras persigue, amedrenta y detiene a quienes denuncian la situación.

Por nuestro hermano país y más de tres millones de venezolanos que huyeron hacia Colombia, debemos actuar sin confundir la diplomacia con la complicidad. No puede la Cancillería limitarse a un llamado al diálogo y a acuerdos políticos que deslegitimen el verdadero resultado del pasado 28 de julio, los que en la práctica solo han dado tiempo al régimen para continuar su represión. Cada declaración conciliadora de Colombia les ha comprado tiempo para continuar su represión, amedrentando y asesinando a personas que se oponen al golpe de Estado.

Entendemos que el gobierno venezolano es un aliado político del gobierno en Colombia, además tienen una entrañable cercanía ideológica y económica con grupos armados como el ELN y las FARC, quienes tienen mucho que perder cuando se caiga el régimen venezolano que los ha arropado tantos años con su manto. Debe recordar la Cancillería que a los mejores amigos, cuando están cometiendo crímenes y errores tan inconcebibles, hay que hablarles con franqueza y firmeza para que entiendan que se están quedando solos. Toda la región debe exigir detener la persecución a la oposición y la verificación de la evidencia electoral existente por parte de organismos internacionales. No deben hacer eco a las voces que quieren llamar a nuevas elecciones mientras terminan de silenciar, encarcelar y desaparecer a sus adversarios, como ya lo han hecho en ocasiones anteriores.

Lo único que debe discutirse es como se va a cumplir sin dilación la voluntad del pueblo si llega a confirmarse lo que parece evidente: el triunfo contundente de la oposición. Si quieren darles una salida, que se vayan Maduro y sus secuaces, con sus millones, con sus manos llenas de sangre y su conciencia oscura en un avión hacia el destino que escojan. Por sus pecados algún día responderán.