Abro el correo electrónico. Elijo el mensaje de un militante que conocí en la cárcel. Me ha enviado un archivo adjunto que contiene una columna escrita por el exministro Fernando Londoño. Mi amigo de rejas me pregunta en tono grave: ¿Qué opinas, camarada, de esa vaina? No la leo porque estoy entretenido con una entrevista del mundialista Jorge Valdano a Página 12. “El fútbol refleja a la perfección todos los vicios de la globalización. Hay cada vez menos ricos y cada vez más pobres. Sólo nos queda el juego propiamente dicho. Nos queda el talento de los mejores. Nos quedan algunos entrenadores interesantes que no bastardean el fútbol. Y nos queda la ingenuidad del hincha.” Mejor Valdano que Londoño. ¿Sí o qué? El camarada de rejas insiste. Esta vez lo hace a través de un comentario en Facebook. No me has dicho nada de la columna que te envié, escribe. ¡Vaya! Espero no haber borrado el correo. Busco entre la bandeja de entrada, eliminados, spam, borradores, enviados, en fin. Lo encuentro. Leo la columna. No sé qué parte de la columna del exministro había indignado a mi amigo de infortunio, puesto que a mí el escrito me hizo reír. Era como volver a ver a una de las primeras películas de Cantinflas, una serie de marcianos de los sesenta o escuchar letanías de los carnavales de Barranquilla. Todo era viejísimo y apiñado. Tengo que llamar por WhatsApp a mi amigo para preguntarle la causa de su irritación. Así como mi parcero de cana, hay millares de activistas que viven trenzados en luchas estériles, rabiosos, alimentando cadenas de odio, reproduciendo una violencia visual y verbal que lleva a ninguna parte, atormentados frente a la pantalla del computador, delirando, trasnochando, angustiados por el insomnio, librando en los celulares eternas batallas virtuales, embrutecidos. Creo que va llegando la hora de hacer el quite, dejar un vacío para que la canalla política se devore a sí misma. Desconectarse de las cadenas de odio. No está bien que la rivalidades políticas hagan insoportable la vida cotidiana del común de la gente. Hay un prototipo de derecha que envejece al mismo tiempo que lo hace un prototipo de izquierda. Un tipo de derecha que hace muchísimo tiempo no pisa la calle, que no se ha enterado de que la globalización no sóoo ha servido para traer a Colombia trapos y baratijas de otras latitudes sino también para ventilar otras ideas. Un tipo de izquierda que sigue aferrada a estatuas, programas y textos que no sirven para albergar la fragilidad de este siglo. En ese prototipo de derecha e izquierda están empotradas las cadenas de odio. No se trata de optar por una engañosa tercera vía. Solo hay que salir de esos prototipos. Desconectar. No tanto por el bien de tu partido sino para el bien del país y por tu propio bien.  * Escritor y analista político En Twitter: @Yezid_Ar_DBlog: En el puente: a las seis es la cita